Capítulo 28.

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...Once,... doce,... trece...

Las respiraciones eran calmas y profundas, ella ni siquiera sospechaba que era observada desde las sombras por un depredador hambriento. La curva del cuello se le antojaba como una sensual trampa que lo llamaba a gritos. Su peso hizo descender el colchón mientras gateaba hasta quedar sobre la joven.

—Despierta, mi luna —susurró deslizando la nariz por la tersa mejilla.

Un quejido femenino y un poco de movimiento debajo de él pero nada de profundos ojos negros abrazándolo con una caricia invisible. Maniobró un poco hasta dejar una de sus piernas en medio de las de ella, presionando contra los lozanos muslos.

Samir reconocía que era, quizás, demasiado tarde para andar escabulléndose por los pasillos del castillo hasta su lado. Sin embargo la llegada del principito lo tenía con los nervios de punta, eso sin sumarle el hecho de que estaban siendo vigilados por un psicópata que creía tener el derecho para jugar con sus vidas. Apartó unas hebras negras de la frente femenina.

El recuerdo de Sashi inconsciente en una cama en la casa de los Montrose le heló la sangre. Una necesidad primigenia de estrecharla entre sus brazos y protegerla de todo hizo que el corazón le latiera a mil por hora. Se olvidó de sus intenciones de despertarla de manera gentil, al segundo siguiente la tenía contra su pecho caliente.

—¿Samir? —La voz sonó pastosa por el sueño. Las diminutas manos de Sashi buscaron el cuerpo que la sostenía por reflejo propio para imitar el gesto—. ¿Qué sucede?

Él negó, ocultando el rostro en la curva de su cuello como un niño pequeño. Permanecieron en silencio por unos minutos en los que él prácticamente la tenía suspendida entre sus brazos y ella deslizaba los dedos entre sus cabellos sedosos.

¿Qué era todo esto de repente? ¿Sería acaso por esa conversación inconclusa que habían tenido en el pasillo?

—¿Estás celoso, mi amor? —Los músculos masculinos se tensaron ante el apodo cariñoso. Ella seguía con suaves movimientos que evocaban la calma pero para él no habia manera de alcanzar ese estado—. No sé qué hace él aquí, te juro por los dioses que yo no le he invitado...

Samir la interrumpió con un beso desordenado y arrebatador. Sus manos acariciaron la espalda femenina que estaba arqueada hacia él. Su lengua húmeda se hundió en la boca femenina buscando explorarla a plenitud, degustando su sabor y encendiendo el fuego en el centro de su cuerpo.

—Quiero escucharlo —masculló dejando pequeños besos en los voluminosos labios.

—No sé por qué... ¡Auch! —exclamó Sashi sorprendida ante el mordisco que recibió—. ¡Eso dolió!

—No estás diciendo las palabras que quiero escuchar —la reprendió con un brillo picaron en el fondo de sus ojos. Deslizó los labios por la pendiente hasta el valle de sus senos desde donde la miró, hambriento de ella—. Repítelo.

¿Repetir? ¿Repetir qué?

La mente de Sashi era por completo un desastre. En lo único que podía pensar era en el ardoroso latido entre sus piernas que solo él era capaz de provocar y calmar. Su cuerpo se meció en contra del masculino, buscando un poco de fricción, sin embargo la maldita tela de su camisón no dejó que sintiera nada más allá de una leve presión. Él se apiadó un poco y la elevó hasta que sus caderas encajaron a pesar de las ropas, los brazos de su mujer descansaron sobre sus hombros donde enterró sus uñas en la camisa. Siseó por las sensaciones, una mezcla de placer con tortura.

La espesa cabellera negra de Sashi calló hacia atrás mientras ella comenzaba a cabalgarlo, abandonada a la búsqueda del placer. Y la visión era algo glorioso. Samir no sabía si exigirle que le diera lo que deseaba o rendirse ante ella y venerarla como una diosa.

Sashi, entre el honor y el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora