ლ •48•ლ Charco rojo

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Semanas después la vida del cafetero era ciertamente normal, había logrado acostumbrarse de nuevo a su trabajo, visitó un par de veces a sus padres pasando tiempo de calidad con ellos y pudiendo experimentar así la sensación de familia que nunca había tenido, la relación con sus hermanos también iba tomando fuerzas pues aveces se reunían para almorzar incluso en su restaurante, el cafetero además también se veía con Ucrania cada tanto y en general su vida social se había logrado recuperar con éxito, sin embargo era su salud mental la que no se había recuperado aún o al menos eso creía.

Cuando Rusia salía de casa y el cafetero quedaba solo sentía que había algo o alguien observandolo, su paranóia llegaba al punto de oír pasos fuera de la casa como si alguien la estuviera rodeando e incluso a veces llegó a ver de reojo lo que le parecieron siluetas moviéndose a través de la ventana, eso solo lo hacía ponerse ansioso y hacía que el malestar general se apoderaba de su cuerpo, esto también le ocurría de camino al trabajo, siempre sentía una pesada y arrogante mirada posarse en sus hombros y por ello siempre buscaba llegar rápido a su destino, ese tipo de supuestas alucinaciones intentaba explicarse a sí mismo que eran debido a sus traumas, sabía que había sido secuestrado en algún momento y aunque aún era incapaz de recordarlo quizás era solo su subconsciente siendo paranóico pues tal vez este si podía recordarlo y por ello no quería repetir tan horrible situación, por esta razón fue que el cafetero no le mencionó a Rusia este tipo de situaciones, no quería agobiarlo con más problemas de su parte pues consideraba que el ya cuidaba mucho de el, además, el cafetero se sentía seguro junto a Rusia, dormían juntos en la noche para evitar que tuviera terrores nocturnos y pasaban juntos la mayor parte del día, si Colombia llegaba a tener ataques de ansiedad o pánico Rusia siempre estaba allí para el, el eslavo era fuerte y atento, mientras el estuviera a su lado esas sensaciones simplemente desaparecían y durante esos momentos de paz todo era perfecto para Colombia, había llegado a creer que junto a Rusia jamás podría pasarme nada malo.

Ese día Colombia ya estaba listo para ir a trabajar, se le veía feliz, pleno y vigorizado, tenía puesto su traje y estaba bien peinado, se puso colonia y se dirigió a la sala, se acercó a los niños que estaban sentados en sus sillas para comer y acarició sus cabellos para luego darle un besito de buenos días en la afrente a cada uno.

—ya me voy linduritas —dijo Colombia con ternura.

—¿Ya te vas? —inquirió Rusia teniendo una taza de café en mano mientras se acercaba a Colombia desde atrás —no te tomaste tu café —mencionó el eslavo —tampoco has desayunado.

El cafetero se sorprendió por ello, se giró para estar frente a frente y tomó la taza con cuidado rozando por accidente sus dedos con los de Rusia al tomarla a lo cuál ambos se sonojaron.

—es que ando distraído, hoy tenemos que organizar un evento especial para fin de mes y así atraer más clientes, ando con la cabeza en otras cosas —explicó algo avergonzado de sí mismo pero con una ligera sonrisa para luego darle un buen sorbo al café caliente —desayunaré en el restaurante, lo prometo —aseguró Colombia.

Rusia creyó en su palabra pues Colombia era responsable.

—¿Hoy irás a trabajar? —preguntó Colombia con un cierto tono que denotaba unas segundas intenciones a la pregunta.

—hasta donde sé, no, mi jefe no me ha llamado de momento —respondió Rusia levantando ligeramente sus cejas en señal de curiosidad a espera de lo que fuera a decir Colombia.

Colombia se emocionó al escucharlo y se puso algo nervioso, dió otro sorbo al café, respiró hondo y desvió la mirada un poco.

—pensé que si querías podíamos ver una película o algo en el sofá —propuso el cafetero.

¿Quién eras? ლcountryhumansლDonde viven las historias. Descúbrelo ahora