5. Elijah

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El juicio contra Nat se celebró en apenas dos días. Parecía que su madre tenía prisa por quitárselo de encima. Como ya imaginaba, lo consideraron culpable de intento de secuestro y de querer perpetrar un ataque terrorista en Dynaport. No tenían pruebas contra él, pero no las necesitaban. La palabra de la baronesa tenía más fuerza que cualquier evidencia.

—Asaltaremos el escondrijo de esas sabandijas —anunció su madre en público durante la última jornada del juicio— y les entregaremos la cabeza del marcado para que entiendan que no pueden ganarnos. Que nunca podrán.

El ajusticiamiento de Nat tendría lugar al día siguiente del veredicto. Elijah se encerró en su habitación, sintiéndose impotente y estúpido. Se acercó a la estantería y cogió el último gorrión cuprífero que le había enviado Nat. Acarició su contorno y sintió la suavidad gélida del metal bajo las yemas. Su padre llamó a la puerta y él se apresuró a secarse las lágrimas antes de abrir.

—¿Por qué no te despediste de mí, Eli? —Él lo miró con los ojos desorbitados—. Me hubiera asegurado de que escaparas sano y salvo.

Elijah titubeó y su padre lo cogió por los hombros.

—La baronesa es la persona más poderosa de Dynaport. Aun así, tiene enemigos. Dentro y fuera de la capital —añadió, tras desviar la mirada hacia el gorrión que todavía descansaba en sus manos, frío, vacío, a la espera de recibir instrucciones.

«Instrucciones. Un mensaje. Grimdenn».

Tuvo el germen de una idea demasiado arriesgada y el miedo asomó a sus ojos.

—Hijo. —Su padre le tomó las mejillas entre las manos—. Recuerda que yo cubro tus espaldas. Siempre.


Los hilos de la magiaWhere stories live. Discover now