20. ¿No volver a hablarnos..?

68 9 5
                                    

Los primeros diez días sin Luly se han sentido como una verdadera tortura.

La puerta frente a mi casa no ha vuelto a abrirse para mí, y por primera vez, irme por mucho tiempo es lo que más deseo.

La burbuja en la que me siento se explota luego del rechinido que hace la puerta frente a mi casa como señal de que está abriéndose.
Siento una emoción  extraña, pero esa poca esperanza que había en mi, deseando que fuera Lucía, termina cuando su mamá es quién aparece.

— Juan, ¿Qué tal? — me sonríe.

— Todo bien — miento, amablemente — ¿Usted?

— Bien, también. No has venido a casa hace mucho, ¿Qué te pasa?

— Pues, he tenido mucho trabajo. Salir con los chicos, ir al estudio — mentí, nuevamente. Tampoco iba a decirle que me había enamorado de su hija y que me odia.

— Te entiendo. Pero, no dejes de visitar a Lucy, ya sabes que a veces es medio difícil pero te adora.

O me adoraba.

Se despide porque tiene que irse, y aún así yo decido quedarme de pie en el mismo sitio. Pensando una y otra vez si sería bueno buscarla.

Me acerco a la puerta.
Me la pienso mucho para tocar, pero si no es hoy no será hasta dentro de mucho y honestamente me niego a que aquel malentendido sea una especie de última vez entre nosotros.

Toco el timbre una, dos y tres veces, pero no abre. Antes de presionar una cuarta vez, aparece del otro lado de la puerta, sonriendo, como siempre, pero deja de hacerlo cuando se da cuenta de que soy yo quien está al otro lado.

— Hola — hablo primero. No sonríe ni por error.

— ¿Necesitas algo?

— Sí… que hablemos — no encuentro la gracia en mis palabras, pero para ella eso resulta chistoso.

— Yo no tengo nada que hablar contigo — me odia.

Sin ninguna pena, intenta cerrar la puerta.

Si fuera alguien más, yo no insistiría, pero es ella. Es Luly.

Hago el intento de detener la puerta cuando va a cerrarla, y lo único que obtengo como consecuencia es un dolor en mi mano derecha, por el cuál evidentemente me quejo.

— Exagerado — dice. Es una tontería, pero que me llame así lo siento como un avance.

— Si me dolió — no miento.

— No fue culpa mía

— Nunca dije que lo fuera — veo ligeramente una sonrisa en sus labios — por favor déjame explicarte.

— No quiero hablar, Juan Pablo.

— Pero yo sí… por favor — intento tomarla de la mano pero la quita antes de que pueda siquiera rozarla — si después de lo que voy a decir ya no quieres volver a hablarme o si incluso ya no quieres verme, te juro que me iré. Te juro, aunque me duela, no volvere a intentar cruzar una sola palabra contigo.

— Te odio — abre la puerta dándome acceso, y voy directo al sofá. Se sienta frente a mi, y mis nervios vuelven al sentir esa mirada imponente sobre mi.


Lucía G. R.


Tener a Villamil frente a mi después de lo que pasó, me hacía sentir extraña. Sobretodo por el hecho de que hoy no hablábamos de tonterías, no iba de camino al refrigerador buscando comida, ni peleabamos por qué película ver.

Escondida en canciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora