30. Primer viaje.

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Los siguientes en enterarse, fueron Pedro y Make.

Me habría gustado que al igual que los demás, se enteraran también en México. Pero resultaba imposible que fuera así porque es Make quien se encarga de toda la logística de los viajes y los sitios en los que vamos a quedarnos, y ahora había que reservar lugar para una persona más, y Pedro... Bueno, a Pedro fui incapaz de ocultarselo más tiempo.

— Villamil — un grito de Simón desde el otro lado del aeropuerto me causa gracia. Si no lo conociera, pensaría que es por el mero gusto de verme, pero por el contrario a eso, viene caminando hacia mi con un par de prendas en las manos. Sobrepasó el peso de su maleta.— por favor dígame qué esto cabe en s...¿Dónde está su maleta? — busca por un lado, por el otro, y detrás de mi — ¿Piensa comprarse todo estando en México?

— Sí, puedo llevarle eso, Moncho — le quito de las manos lo que llevaba, y ya ni siquiera se inquieta por conocer el paradero de mis cosas.

Camino a dónde están los demás.
Y no hablo solamente de Isaza y Martín. Hablo también de sus parejas. Sus novias. Esas chicas con las que están también desde hace un tiempo, y que hoy viajan junto con ellos.

— Papo, hoy tardó una eternidad en llegar, le dije que bien podía irse a mi casa y de a... ¿Y su maleta? — Isaza me mira con confusión, y lo ha preguntado lo suficientemente fuerte como para que Marto, Laura y Andrea, que conversaban un poco alejados, me miren también.

— ¿Se va de una a vivir la aventura, papito? — Marto me abraza.

— No, no realmente — se me escapa una risa— Bueno, a lo que vine — hablo. Doy un suspiro profundo y vuelvo a reírme al ver a todo el mundo bastante confundido — No voy a viajar con ustedes.

— ¿Qué mierda dijo? — Isaza se pone de pie tan pronto como escucha eso.

— Mierda, weón, no juegue con que se nos va de la banda.

— Oiga, no sea tan drástico, Monchito — me burlo — No alcancé lugar en el vuelo, me voy mañana.

Mentiroso.
Si me pagaran por mentir, me daría hasta el lujo de dejar de trabajar.

— No le creo — yo sabía que Isaza iba a ser el más difícil de convencer — no le creo porque Make nos compró los vuelos hace una semana.

— Bueno, le llegó un correo donde le cancelaban el mío.

— ¡Que mentira! Nos lo habría contado a todos.

— Apenas le avisaron.

— ¿Que asiento tenía? Compartame todos los datos por mensaje. Necesito ir yo mismo a pedir que lo suban a ese avión.

— No sea intenso — me río, y me mira escandalizado — Ya le dije que llego mañana.

— Villamil, vamos a grabar mañana.

— Ya lo sé, y le juro que voy a llegar a tiempo para eso. Me creen, ¿Verdad? — los miro a todos, y los únicos que dicen que sí, son los Vargas — Juan Pablo Isaza Piñeros, dígame que no está desconfiando de mi palabra.

Y aún así, con todo y mi drama, se la piensa un poco antes de responder. Me hago el ofendido, por supuesto.

— Es que no le creo que le hayan cancelado el vuelo a última hora. Me parece ... Una tontería.

— Le juro que es verdad. Y de hecho, le dije a Make y a Pedro que vendría de todas formas hasta acá para que no la saturaran a ella con mensajes y llamadas. No ha sido intencional.

Anuncian el vuelo en discusión, y alcanzo a escuchar una tremenda grosería saliendo de boca de Isaza.
Ahora está enojado con una aerolínea entera por mi culpa, y lo conozco tan bien que sé qué desde hoy, sería capaz de no volver a viajar en esos aviones.

Sin más, todo el mundo comienza a despedirse, y me quedo de pie mientras los veo alejarse. Sigo con la ropa de Simón en las manos, y al estar lejos, lo recuerda y tiene toda la intención de regresar pero con una seña le digo que se lo entregaré mañana.


• • •

Son las seis de la mañana.
Estoy ahora mismo montado en un avión, con Lucía a mi lado, y tomándome un café que ya está frío.
Ella también tiene uno, pero dejó de tomarselo justo cuando se dio cuenta del cambio de temperatura.
Se muere de sueño, pero en el fondo, está realmente emocionada por nuestro primer viaje, y también está nerviosa, aunque de esa parte finjo no darme cuenta porque lleva desde ayer tratando de disimularlo.

Mi intento por dormir mínimo tres horas de cinco que duraría el vuelo, se interrumpen totalmente porque Lucía no deja de darle apretones a mi mano cada que ve por la ventanilla.

— ¿Quieres que cambiemos el lugar? — pregunto en voz baja.

— Perdón — me suelta de forma inmediata — No te estoy dejando dormir, lo siento.

— Luly, lo pregunto porque evidentemente la ventanilla te aterra — sonrío.

— No es la ventanilla, es todo el avión. Me da miedo — lo confiesa en voz baja, y ahora no dudo en ponerme de pie para cambiarle el lugar — Gracias.

— Las veces que quiera.

Busco tomarla de la mano, y después de varios minutos ya con los lugares cambiados, puedo notar que eso tan mínimo como un asiento en el pasillo, la ha dejado más tranquila.

En cuanto llegamos a México, todo está perfectamente bien planeado también.
Nos recogen en el aeropuerto, pasamos después al hotel para dejar las maletas, y de ahí nos llevan directamente al estudio donde todo el mundo ya está solamente esperándome a mí.

Cuando cruzo la puerta, Isaza me clava una mirada con la que sería capaz de matarme.

— Tuvimos que haber empezado hace una hora, Villamil — dice.

— Ya lo sé, pero todavía no aprendo a controlar el tráfico — es mi manera de defenderme, y Martín se burla descaradamente.

Todo el mundo se concentra en lo que hay que hacer. Con instrumentos, con voces, y con unos últimos arreglos a la letra que ya teníamos, así que todos son incapaces de darse cuenta de que justo detrás de nosotros, Lucía nos observa.
Está sentada justo a un lado de Pedro, con quién habla de no sé que cosas, pero sonríe.

El recuerdo de aquél día en el estudio de Isa se revive en mi mente de forma automatica.
Sin tratar de pensar en ello, simplemente aparece cada momento. Desde que la vi entrar al estudio acompañando a Susi, hasta ese momento en que todo comenzó a sentirse jodidamente mal porque esa mujer se había ido con toda la intención de no perdonarme nunca por enamorarme de ella.

La diferencia es que hoy sucede lo contrario.
Hoy está aquí, esperándome. Nerviosa por la reacción que van a tener mis amigos — que también son suyos— cuando se enteren de lo nuestro, y teniendo una conversación con alguien que hasta hace unas horas sólo conocía por lo que yo le contaba.

— Villa, le toca — dice Isaza mientras observa a la par la pantalla de la computadora.

— Lucía vino conmigo — confieso. Sentí que acababa de usar un altavoz para decirlo, pero en realidad ni siquiera pudieron escucharme con claridad.

— ¿Qué dijo? — Isaza baja el volumen de la música que teníamos, Simón deja de bailar frente a mi, y Martín para de golpear las baquetas entre sí.

— Lucía vino conmigo — vuelvo a decir.

A pesar de que estoy tratando de sólo ver a Lucía que está frente a mi, también veo de reojo las reacciones de mis amigos. De primera, los tres me miran, después es Martín al primero que le aparece una sonrisa, pero es Moncho quien se emociona más y sin pensarselo dos veces, corre para saludarla.

— Perro, ¿Usted y Lucía..? — dirigo la mirada hacia Isaza sólo para confirmarle que sí, y al fin sonríe.

Y entonces todo se detiene. La grabación, el tiempo, todo.
Yo me quedo de pie en el mismo sitio, observando lo que ocurre. A mí novia sonriendo, a mis amigos cuestionandola, y a un Simón que vuelve a bailar hasta sin música.

Había preparado en mi mente una y mil formas de poder decirle a todos que esa mujer por fin es mi novia. Otro sitio, otra circunstancia... pero ya puedo estar seguro de que nada que hubiera planeado tanto, habría salido mejor que esto.

Escondida en canciones Where stories live. Discover now