Capítulo 1: Legado mágico

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Bip, bip, bip bip. Busco con la mano molesta por diferentes lugares del cabecero. Bip, bip, bip bip, vuelve a sonar. Agg, ya me está dejando sorda.

click, al fin lo encontré. Debo cambiar el sonido de la alarma de una buena vez. Siempre me deja la cabeza dolorida. Algo mareada levanto la vista por mi rabillo del ojo para notar que todavía sigue la penumbra de la noche y así estará por un buen rato hasta bien entrada la mañana. Frío, lluvias y nieve son mis compañeros habituales en esta invernal época que azota a la comunidad de Madrid.

A quién no le gusta la lluvia. Es relajante y te permite desconectar de todo. Puedes leer un libro mientras tomas una taza de té en tu bohardilla o sentarte sobre la alacena de la cama. No soy un gato, pero en otra vida si creo haberlo sido. No tengo la certeza de ello porque mi tía no pudo enseñarme demasiado sobre las regresiones ni los viajes astrales, es una pena la verdad. Siempre me quedaré con esa duda.

Escucho el goteo proveniente del agua chocar sobre los adoquines de la vía publica y un suspiro escapa de mi boca, algo automático en estos días donde sentir la calidez del sol es similar a encontrar un oasis en un desierto. No me mal entiendas, como dije antes, este clima me encanta. El problema es cuando debo salir para trabajar, estudiar, comprar cosas para la casa: son situaciones molestas en mi opinión. No me gusta cuando se corre mi maquillaje o el cabello se me queda estufado por el mínimo contacto del agua; ya ves que si fui un gato en otra vida, pues, el agua y yo nos llevamos como Tom y Jerry.

Enciendo la habitación y me dirijo a mi ropero beige abro la parte más elevada y grande: de ella saco una gran gabardina de un blanco roto con unos botones dorados en el lado derecho, unos vaqueros azul cielo, un cinturón marrón y una blusa azul marino con un escote en forma triangular. Quizá deba sacar una bufanda y unos guantes; además del paraguas, obviamente. Ya he dicho que no aguanto mojarme el pelo.

Desciendo la vista hacia los cajones más alargados y centro mi atención en el segundo y tercero. El primero de ellos tiene los accesorios que suelen darle un toque de vida a mis conjuntos; saco unos guantes color crema y la bufanda tiene una mezcla de tonos pasteles y castaños dándole una simbiosis adecuada con el resto de prendas. Agarro unas deportivas altas negras y unos pendientes dorados con la forma de una flor.

Lo positivo de hacer frio es que no tardo demasiado en colocarme la ropa; a diferencia de cuando debo desnudarme, por esa razón, sumado a el tener que maquillarme y arreglar mi cabello, me debo levantar a las seis de la mañana. Obviamente, no es solo eso, también debo coger la línea cuatro de metro y ya sabemos como son los medios de transporte; debes esperarlos con paciencia, pero ellos no harán lo mismo por ti. Por supuesto podría lanzar un hechizo para detener el tiempo o usar uno con el que poder caminar veloz. Pero eso no le haría gracia a mi tía si se encontrase viva.

Eso me recuerda que debo ir a la lectura de su testamento luego de la universidad. Menudo día tengo hoy: jornada de trabajo con mi jefe estupido, unas clases aburridas y para rematar debo recordar la muerte de mi tía. No han pasado ni siquiera dos semanas y creo ser la única miembro de la familia destrozada por no poder verla nunca más. Podría haberlo hecho si me hubiese enseñado los hechizos necesarios, sin embargo, ella me dijo que para esas intervenciones mágicas necesitaba cumplir veintiún años; con esa edad tendría la abundancia necesaria para alcanzar el éxito.

Sin embargo, ella se equivocaba. El haber cumplido años en noviembre del año pasado solo ha traído esta desgracia y yo lo sé bien; algo me intuía. Su salud había empeorado y el cansancio se había agravado... Además, sus hijos nunca la visitaban por lo que debíamos limpiar su mansión las dos solas. Nunca comprendí porque no usaba algún hechizo para ayudarla o curarse por sus propios medios. Supongo sería para no llamar la atención...

Dualidad temporalWhere stories live. Discover now