⁰²

493 87 29
                                    

Me habían alisado el pelo, lo odiaba tanto, si hubo un momento que me avergonzaba de tener rulos, los odiaba, pero me fui acostumbrando y al final los amé con todo mi ser, por eso me parecía una abominación que me pidieran un alisado a éstas alturas de grabación, pero lo hice.

Dejé que toquen mis rulos, pero con la peor cara del mundo, Blas me miraba mientras se recargaba en la mesa de madera, riéndose.

Fruncí más mi ceño mientras sentía el calor hasta en mi cuero cabelludo, puchereaba.

– ¿Por qué haces así? —dijo Blas sonriente.

– No me gusta esto.

– Sacrificios por tu labor.

La chica se despidió avisando que debía consultar algunas cosas dejando solo al dúo de amigos, Polidori esperó a que la chica se retire estirándose a observar que haya desaparecido, en cuanto se aseguró que ya la rubia no estaba, me miró y se acercó hasta mi con los brazos cruzados.

– No te queda tan mal...

– Pero me queda mal entonces. —sonreí burlón.

– ¡No, no! —se apresuró— Te queda genial.

– Sí vos porque no necesitas plancharte los rulos.

Acercó sus largos dedos hasta un mechón de mi cabello, deslizando esos mismos hasta que finalice el suave tacto, yo lo miraba desde abajo, si de por sí Blas era alto el que yo esté sentado intensificaba la sensación de inferioridad.
Blas me miraba, no despegaba ni un segundo su mirada de la mía, el silencio parecía dominar en toda la habitación al punto de poder oír la respiración de ambos, incluyendo el subir y bajar profundo del pecho de Blas, notando su ansiedad, pero sin saber el porqué de ella.

– No es nada peculiar ver un par de ojos azules, ¿Sabías?

Tragué.

– ¿A qué viene eso? —titubeo.

– Que con los tuyos es diferente.

– ¿Diferente cómo?

De forma repentina la puerta fue abierta dejando ver a un chico rubio, alto y delgado, destellaba alegría por doquier, fue extraño, no lo habíamos visto nunca o al menos yo, esto porque Blas le había regalado una gran sonrisa y abrió sus brazos de par en par, ambos compartieron un abrazo.

Yo simplemente miré, algo molesto.

– El gran Francisco Romero... —habló Blas— ¿Que haces acá rey?

Fue una decepción para mí que haya usado ese apodo con otro, pero era algo muy probable.

– ¿Cómo andas gordi? —habló el rubio de forma cálida— Me llamaron a mí para un papel empresario, nada importante.

Polidori me miró y después miró a Francisco.

– Él es Juani Caruso.

– Hola.

Sonreí con un gusto ciertamente fingido y compartimos un apretón de manos, claro que Blas no lo presentó a él ya que anteriormente había dicho su nombre.
La verdad en ese momento me desagradó que haya llegado, Blas casi no me hablaba y se quedó charlando con Fran, hasta que llegó la estilista para terminar su trabajo, que fue cuando el rubio se retiró.

Me limité a estar callado y estar en mi celular revisando Twitter, era un lindo pasa tiempo para ignorar a todos.

Después de eso nos mantuvimos ocupados en escena, de último momento nos habían mencionado una discusión entre ambos mejores amigos dónde se haría presente una confesión, un libreto nuevo se nos entregó antes.

Nada peculiar Where stories live. Discover now