⁰⁶

474 69 59
                                    

Tuvimos una mañana muy ocupada, muchas escenas, y los directores más exigentes que nunca, pero creo que a Blas y a mí poco nos afectó, estar acompañado del otro era más que suficiente.

Terminado el trabajo nos retiramos del lugar sin problema alguno.

°

Nunca le había mostrado mi departamento a nadie, ni siquiera a los pocos amigos que tenía o tengo, pero con Blas fue algo diferente. Es que claro, nos estamos conociendo de otra forma más profunda y romántica, un vínculo más allá de los chistes y pijamadas, o juegos de ping pong.

Dónde Blas es un mal perdedor por supuesto.

El día anterior nos anunciaron que teníamos la tarde libre hoy, entonces aprovechamos para charlar y pasear hasta que surgió la idea de ir a la casa de alguno de los dos, me ofrecí como todo pelotudo enamorado que soy.
Cuando llegamos a la puerta, después de subir en el ascensor, me detuve unos segundos para hablarle.

– Me avergüenza de cierta forma esto, por favor ahórrate comentarios.

– ¿Alguna vez te hice sentir humillado?

Ambos sonreímos, Blas nunca me hizo sentir mal conmigo mismo o con lo poco que tenía en ese momento.
Puse la llave en la cerradura y abrí la puerta después, dejando a la vista un departamento de tamaño regular, no era la gran cosa para mí.

– No sé de qué te avergonzas, conseguiste todo esto solo enano.

Blas me dió un mini abrazo apoyando su cabeza en la mía y después de un "permiso" entró para explorar lo poco que tenía. Verlo así, tan confiado y lleno de buena onda también me contagió, me hizo sentir lleno, como si hubiera completado esa parte de mi alma que había desaparecido después de tantos rechazos y juzgar de mi propia familia, me sentí cálido, en casa.

Entré y detrás mío cerré la puerta, posteriormente dejé las llaves en la mesita cercana, destinada justo para esas cosas.

– Blas no estás en mi campo de visión. —Sonreí.

No lo escuché moverse ni contestar, así que me dediqué a buscarlo, aunque era un espacio pequeño y él un pie grande, no lo veía.

– ¡Estoy en la pieza!

Seguí su voz mientras me sacaba el bolsito morral que llevaba y lo dejé en el sillón que estaba cerca, al entrar lo ví hurgando entre mis ropas, entré en pánico cuando llegó a cierto cajón.

Casi me tiro encima suyo, pero llegué a ponerme enfrente.

Él levantó una ceja.

– ¿Qué tenés ahí?

– ¿Qué te importa panflin?

Apodos boludos que siempre le ponía a todos, más si estábamos en confianza.

– ¿Panflin?

Los dos reímos.

Blas no perdió el tiempo y me agarró de la cadera con ambas manos, pegando mi pelvis con la de él, fue demasiado brusco, diría que me desagradó, pero fue todo lo contrario. Solté un quejido por el contacto repentino, pegó su frente contra la mía haciendo que nos achiquemos en ese lugar tan estrecho que teníamos, prácticamente casi dentro de ese ropero, estaríamos ahí encerrados de no ser por las cajas que evitaban tan suceso.

A de aclarar que el afecto tan de golpe que Blas me da es como diez baldes con agua fría y hielo, sus acciones te despertaban quieras o no porque no tenían punto medio, eran suaves o la picanteaba, no te salvabas ni en pedo de sus besos doble intencionados, hechos como siempre en la clavícula de forma disimulada, yo también me sorprendía de encontrar alguna que otra marquita roja.

Nada peculiar Where stories live. Discover now