30.

100 13 0
                                    

Lisa estaba recostada en su cama, con la mirada fija en el yeso que envolvía su brazo izquierdo. La luz tenue de la lámpara de noche iluminaba la habitación, destacando el dibujo que Jennie había creado sobre el yeso con habilidad y cariño.

Aunque era algo simple, en realidad el fuerte de Jennie era la plastilina, no el dibujo. Sin embargo, ese lindo dibujo en su escayola era muy tierno.

Jennie le había dibujado gomitas, gomitas lindas y coloridas.

El dibujo emanaba algo que provocaba que el corazón de Lisa se derritiera, la alejaba de la realidad. Emanaba una dulce inocencia tan infantil, que hacía que Lisa olvidara los problemas en casa, las peleas con Chai y la complicidad que Mayoree, su madre presentaba.

El dibujo de gomitas en la escayola de Lisa era simplemente encantador. Jennie había plasmado con destreza y cariño las pequeñas figuras de gomitas, cada una con colores vivos y detalles minuciosos. La luz tenue de la lámpara de noche hacía que los tonos brillantes resaltaran, creando una imagen llena de alegría y vivacidad.

Cada gomita parecía tener su propia personalidad, con caritas sonrientes y colores que parecían saltar fuera del yeso. La habilidad de Jennie con la plastilina se traducía de manera sorprendente en este sencillo pero adorable dibujo. Las líneas suaves y los detalles cuidados daban vida a las gomitas, haciendo que el brazo enyesado de Lisa se convirtiera en una obra de arte llena de dulzura.

Al observar el dibujo, Lisa se sumía en un mundo de inocencia y alegría. Las preocupaciones y tensiones del día se desvanecían, reemplazadas por la ligereza y el encanto que emanaban de las gomitas dibujadas con tanto amor. Cada detalle del dibujo actuaba como un bálsamo para el alma de Lisa, transportándola a un lugar donde solo existía la conexión especial que compartía con Jennie.

Era como si las gomitas fueran guardianes alegres, protegiendo el brazo de Lisa y envolviéndola en una burbuja de felicidad. En ese momento, la habitación se llenaba de la magia simple pero poderosa de un gesto amoroso, haciendo que Lisa olvidara temporalmente las complicaciones de su vida y se sumergiera en la dulce inocencia de aquel dibujo que adornaba su escayola.

Lisa, mientras observaba el encantador dibujo de gomitas en su escayola, reflexionaba sobre los cambios en la dinámica familiar. Las peleas entre sus padres habían disminuido, y ello se atribuía al retiro del señor Kweon, permitiendo que el padre de Lisa asumiera un papel más importante, mientras su madre ocupaba el lugar que antes tenía su padre.

Aunque las tensiones familiares habían disminuido ligeramente, la ocupada vida de sus padres continuaba. Lisa se preguntaba en silencio cuántas personas acudían a su padre, ahora en un puesto más destacado, con casos de apendicitis o cuántos tumores tenía que extirpar su madre en su papel como cirujana.

La vida de un cirujano estaba marcada por la urgencia y la responsabilidad, con días llenos de decisiones difíciles y procedimientos delicados. Lisa se cuestionaba la cantidad de vidas que sus padres tocaban y salvaban a diario, mientras ella misma lidiaba con las complejidades de su propia vida.

Porque Lisa también se preguntaba, si los dolores con los que llegaban las personas al hospital, eran similares a lo que ella sentía por dentro.

A lo que ella sentía cuando Chai le daba una mirada con desdén y despectiva.

A lo que sentía cuando su madre simplemente escuchaba las discusiones, retiraba la mirada o simplemente trataba de convencerla de que Chai tenía la razón. De que lo hacían por su bien.

A lo que sentía cuando miraba a los niños en la calle recibir ese afecto paternal, del cual poco conocía.

 Lisa anhelaba esa conexión que le resultaba ajena. La ausencia de ese tipo de cariño en su vida generaba una sensación de vacío y anhelo. Se preguntaba si sus padres, inmersos en el mundo de la medicina, entendían realmente la naturaleza de sus propias heridas emocionales.

Gummy and Notes.Where stories live. Discover now