21. EL INCIDENTE

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Una manada de osos irrumpió en nuestro barco, causando un alboroto instantáneo entre la tripulación. La sorpresa y el temor se apoderaron de nosotros mientras los imponentes animales se movían con poder por la cubierta. Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de mantener la calma y buscar una solución a la situación. Miré a mi alrededor, buscando a papá entre el caos, sintiendo una oleada de preocupación por su seguridad.

Con un nudo en la garganta, revisé cada rincón de la cubierta, buscando a mi padre entre la confusión causada por la presencia de los osos. Temía por mi vida y por la suya. Recordaba las palabras de Isak aquel día. " Los osos pueden matarte de un golpe". El estruendo de los animales y los gritos de la tripulación llenaban el aire, dificultando mi búsqueda. Sentí un nudo en el estómago al no encontrarlo a la vista, y el temor por su seguridad se intensificó con cada segundo que pasaba.

Con el corazón latiendo fuerte y la respiración agitada, por fin lo vi. Mi padre estaba en el suelo, luchando contra un oso. Sin pensarlo, corrí hacia él con una barra de metal en la mano. El rugido del oso resonaba en mis oídos mientras me acercaba, pero mi única preocupación era llegar hasta mi padre y ayudarlo. Con todas mis fuerzas, levanté la barra de metal que había encontrado en el suelo durante el caos y me lancé sobre el oso, golpeándolo con toda la fuerza que pude reunir.

El golpe fue certero y el oso cayó al suelo con un estruendo sordo. En ese momento, cuando la adrenalina aún pulsaba fuerte en mis venas, cuando la confusión comenzaba a disiparse, y aunque sabía que debía escapar de ahí, me detuve y miré a los ojos del oso. Pero no eran los ojos de un simple oso. Eran los azules ojos de Isak.

Entonces, al reconocerme, él mismo se fue del barco junto a los demás animales. Ya no había caos, tan solo calma. Me acerqué a papá y le ofrecí mis manos para levantarlo pero no lo conseguí. Algo le pasaba.

La angustia se apoderó de mí al ver a mi padre sufrir, gritando de dolor y apenas pudiendo articular palabras. Su desesperación era palpable, y mi corazón se encogió al escuchar sus palabras entrecortadas. "La pierna, la pierna", repetía una y otra vez, mientras intentaba entender la magnitud de su sufrimiento.

Con las manos temblorosas, me agaché a su lado, tratando de evaluar la situación. La tripulación se había calmado, pero el caos seguía reinando en mi mente mientras me enfrentaba a la realidad de la lesión de mi padre. ¿Cómo íbamos a manejar esto en medio del mar, rodeados de osos y con recursos limitados?

— Tranquilo, papá, estoy aquí—  murmuré, tratando de calmarlo a pesar de mi propio miedo. Con cuidado, comencé a revisar su pierna, buscando signos de lesiones graves. La vista de su miembro dañado me hizo contener el aliento. Estaba hinchada y amoratada, y parecía haber sufrido un fuerte impacto.

— No te preocupes, papá, vamos a encontrar una manera de ayudarte", prometí, aunque por dentro sentía una profunda preocupación. La idea de estar varados en medio del mar, con mi padre herido y rodeados de peligro, me llenaba de temor.

El capitán del barco fue rápidamente al timón y aumentó la velocidad con firmeza, tratando de llegar a tierra lo más pronto posible. El motor rugía con fuerza mientras el barco avanzaba entre las olas, tratando de escapar del peligro.

Llegar a tierra firme fue un alivio, pero la preocupación por mi padre seguía latente en mi mente. La tripulación de la expedición se movió con rapidez, separándome de mi padre mientras lo llevaban en brazos hacia el único hospital de la isla.

Me sentí impotente y desesperada al verlo alejarse, pero confiaba en que recibiría la atención médica que necesitaba. Mientras tanto, me quedé atrás, observando con ansiedad mientras la expedición se ocupaba de mi padre.

El tiempo parecía moverse con lentitud mientras esperaba noticias sobre su estado en una diminuta sala de espera. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, y estaba llena de angustia y preocupación.

Finalmente, después de lo que pareció una espera interminable, llegaron noticias del doctor. El diagnóstico era grave: mi padre tenía una fractura en dos huesos de la pierna que requería cirugía de inmediato. En aquel centro no disponían de material suficiente como para hacer aquella operación así que hicieron lo que pudieron. Le vendaron con yeso. Con incertidumbre en mi voz, pregunté qué debíamos hacer en esta situación tan complicada. La recomendación fue clara: regresar a Australia para que mi padre pudiera ser operado y recibir el reposo necesario para su recuperación.

Y en ese preciso instante, las lágrimas inundaron mis ojos. Sentí cómo se desbordaba toda la carga emocional que había estado conteniendo. Todo el esfuerzo, los sacrificios, los sueños que habíamos alimentado durante tanto tiempo, parecían desvanecerse en un instante. La ilusión de mi padre por cumplir su sueño, nuestras esperanzas y expectativas, todo se desmoronaba frente a la cruda realidad. En ese momento, parecía que todo había llegado a su fin, que todo nuestro viaje había sido en vano.

LA PRIMERA NOCHE POLARWhere stories live. Discover now