Australia.

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"¿Sabes cuántos canguros hay por uruguayos?" Dice Samuel mientras supervisan los estiramientos. Le señala a Lautaro que trata de disimular el malestar en su tobillo.

"No y no quiero saber." Aimar trata de ignorarlo, centrándose en Lautaro, que corre con algo de dificultad, tratando de apoyar la mayor cantidad de peso en el otro pie. Reconoce esa intención a la legua.

"Catorce." Responde Samuel de todos modos.

"¿Y cuántos hay por argentinos?" Pregunta Ayala anotando las molestias musculares para después notificarles al cuerpo médico. Deja un signo de pregunta en la casilla de Lautaro.

"Uno y chirolita. Yo estoy seguro de que puedo bajar a dos si vienen a invadir al país." Afirma Samuel.

"¿Por qué pelearías con un canguro?" Pregunta Scaloni anonadado.

Samuel lo mira como si él fuera el loco. "¿Qué querés que haga? ¿Que lo deje invadir?"

Scaloni abre la boca para responder y el tono de llamada predeterminado de su teléfono lo corta. No suena muchas veces, normalmente lo tiene en silencio y solo hay un par de contactos importantes agendados con los que él es quien inicia la conversación.

Un rápido avistamiento del destinatario provoca una mueca en su rostro. "Hagan salir a los chicos así ya se pegan un baño antes de volver. Que Lautaro pase por el médico de guardia así le revisa el tobillo y nos quedamos más tranquilos." Dice y toma unos pasos de distancia para responder la llamada.

Ayala borra el signo de pregunta para llenarlo con las indicaciones que acaba de escuchar mientras Aimar y Samuel comparten una mirada.

"¿Viste la cara?" Samuel juntando las manos en un aplauso para después mirar al cielo. "Mamita, lo que debe ser de rompehuevos esa española."

Aimar trata de no darle muchas vueltas. Se siente injusto hacer un juicio de valor cuando él mismo no es imparcial. Las pocas interacciones que tuvo con ella fueron educadas y poco emocionantes, rozando lo indiferente. Aún así no puede negar que se trata del tipo de persona con el que Scaloni tendría la paz que busca. "No sé, no parece una mala mina."

Samuel pone los ojos en blanco. "No dije que lo sea, pero es muy insistente revolviendo donde ya no hay. A veces es mejor cerrar las cosas antes de alargarlas y que sigan doliendo." Antes de que Aimar pudiera decir algo, se acerca al tumulto de jugadores que van directo a los vestuarios, acompañándolos en su camino.

Aimar sigue al grupo pasando por al lado de donde Scaloni mantiene una discusión acalorada a través del teléfono.

Después de una rápida ducha y un par de indicaciones médicas sobre estiramientos, suben al colectivo cada uno en sus respectivos lugares.

Cada par de asientos tiene su propia dinámica y las charlas florecen, formando un bullicio ameno y esperado. Es por eso que se siente nervioso al tener el asiento a su lado aún vacío.

No quiere admitir que la ausencia de Scaloni lo moviliza de esa manera, pero la expresión burlona que le da Samuel al verlo parado junto a sus asientos, fingiendo estar atento a las cosas que pasan en su propio teléfono, le deja muy en claro que sus maquinaciones no son tan escondidas como cree. "Mira que si no moves el dedo nunca vas a pasar de nivel en el jueguito, eh."

Aimar decide ignorarlo, metiéndose más en el papel de distraído, a pesar de que lleva tres vidas perdidas por andar con la cabeza en los lugares incorrectos. Luego de un par de minutos, siente un toque en su hombro.

"¿Listo?" Le pregunta el chófer del colectivo por tercera vez.

"Cinco minutos más y nos vamos." Pide Aimar y el chófer asiente, volviendo a su lugar. Ya hace quince que están esperando en el estacionamiento.

Coronados de Gloria ⭐⭐⭐ [Aimaloni]Where stories live. Discover now