Países Bajos

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Al camino solitario de la noche le faltaba el suave murmullo de los grillos. La gente caminando demasiado despierta y charlatana para el ánimo pisoteado de Aimar se sentía fuera de lugar. Por suerte ningún caminante nocturno lo había reconocido durante todo su viaje de regreso al hotel.

Como siempre, solo tres golpes lo separan del destino final de la noche.

Después de un par de minutos en los que Aimar se replantea recostarse en el suelo del pasillo y simplemente perecer hasta que alguien del equipo de limpieza lo barra durante el turno matutino, la puerta se abre con un chirrido y muestra a un Samuel con los ojos aún cerrados por el sueño. "¿Que querés?" La voz ronca retumba en el pasillo desolado del hotel.

"¿Me dejas pasar?" El tono bajo, casi inexistente de Aimar contrasta terriblemente, tanto que Samuel pierde unas capas de sueño de un solo tirón. Al notar la ropa goteando en el suelo del hotel, el ex futbolista abre la puerta completamente, dando un paso hacia adelante para tomarlo por el brazo. "¿Qué te pasó que estás todo mojado?"

El calor de la mano de Samuel en el brazo le da un escalofrío. No sabe qué decir, cómo explicar la catarata de sentimientos que lo abruman. Se siente como estar pasando por una ruptura de una relación que jamás fue. Son muchas cosas a la vez y todo de golpe, sin haberle dado tiempo para emparchar su corazón y continuar como si nada.

Hay demasiadas respuestas para esa pregunta, cada una de ellas más complicada que la anterior, por lo que Aimar decide encapsular todas en un pequeño levantamiento de hombros desganado esperando complacer la curiosidad del otro.

Samuel parece totalmente despierto ahora, con los ojos oscurecidos gracias al ceño profundamente fruncido por la preocupación que trata de liberar usando un tono de broma. "Si, pasa. Pasa y hace de cuenta que mi casa es tu casa."

Aprecia el intento, pero su boca se niega a cooperar más allá de formar una mueca que se siente extraña.

Las habitaciones son todas iguales, se habían asegurado de que ninguno tuviera más lujo que otros, ya que querían una impresión de estar todos en el mismo escalón de importancia de forma que no pudiera cuestionarse el valor de ninguno, es por eso que al ingresar no puede evitar mirar hacia la cama de la derecha, en dónde está Ayala levantándose en vez de la sombra del hombre que esperaba ver.

Ayala se incorpora para encender la lámpara junto a su cama y se pasa la mano por los ojos para retirar los residuos de sueño. Aimar no puede evitar incomodarse con la mirada preocupada que recibe, la misma de Samuel.

Una vez dentro, parado entre ambas camas, con ambos compañeros estudiandolo en silencio con la energía de estar presenciando un animal herido y no saber cuál es la mejor acción a tomar, Aimar no sabe si fue acertado el destino.

Ayala es el primero en hablar. "Te va a hacer mal quedarte ahí parado si estás todo mojado. Anda a pegarte una ducha caliente y podés venir a sentarte un rato acá." Dice palmeando la cama a su lado.

Aimar niega, sintiendo los rulos pesados por el rocío y la humedad del mar que aún se aferra a su cabello. "No traje ropa." Espera que sea la información suficiente. No quiere explicar por qué no puede ir y buscarla, ni tampoco quiere explicar la razón de no sentirse apresurado por eliminar el frío.

El frío es una sensación que puede controlar. Él tiene el poder de decidir hasta cuándo sentirla y cuando tiene que irse. Es tangible, es real y está rodeando su cuerpo en una forma de abrazo que él eligió, muy diferente al dolor sordo que presiona su pecho sin darle tregua ni decisión al respecto. Prefiere quedarse así, concentrándose en cómo la brisa que viene de la ventilación de la habitación logra que se le ericen los vellos antes de perder la distracción de aquello que lo está arañando por dentro.

Coronados de Gloria ⭐⭐⭐ [Aimaloni]Where stories live. Discover now