Capítulo 5: Cuadros de Milo. PARTE II

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A más nivel, el después era peor. El todo uniformado florecido, decorado a la vista de sus ojos y provocando repulsión ante cualquier persona. Él, quedó deslumbrado.
Vio el origen de su arte, comprender el desierto de una vida sin propósito lo llevo a descubrirse en un mundo ajeno, distante y flotante. Siendo la luz que iluminaba su oscuro camino deslumbraba como la estrella y no tenía otra opción que guía.
Una vez llego la multitud lo aclamo tan fervorosamente que se sentía indomable.
Su arte, el arte repulsivo que muchos habían odiado, ahora era aclamado y copiada por todos, incluso aquellos que lo dominaban en su momento, ahora la estatua de Milo, con sus carácter imperfecto dominaba estéticamente el abismo de la vida, la pasión misma de la situación del momento era penetrante. Su calor fue perdurable por siglos. Abominable era la estatua Venus rosada de Milo.
Formaba parte de la vanguardia su arte perfectamente impecable, oscuramente delimitada y un lenguaje culto y vivaz.
Delicadamente su corazón altruista dejo de latir y la creación, fluida y perfecta tomo forma, movimiento y vida, en segundo, y cumplió su rol como hija, acompañarlo en su camino...
Concluyó este invierno aguerrido, sus principales logros expuestos ahora a una sociedad sin piedad, tajante y desmesurada.
Él ahora descansa en los ojos de La Venus de Milo.

Luces en el Pacífico. Sebastián Orazi Where stories live. Discover now