¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego?
Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...
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Eric aparcó su camioneta frente al antiguo edificio fuera de Londres. Sostuvo el volante entre sus manos y lo presionó con fuerza.
—Quiero avanzar, Bryce, quiero cerrar los ojos y dejar de ver imágenes de mi familia muerta.
—¿Sabes cuándo podremos descansar? Cuando cada Callum que conozcamos esté a dos metros bajo tierra.
—Nunca estarás conforme.
—Es hora de que decidas de qué lado de la historia quieres estar, Eric. Del lado de los muertos, o del lado de los sobrevivientes. Del lado de las víctimas, o del lado de los victimarios.
—¿Serías capaz de matar a la mujer que amas?
—Ella lo hizo, lo intentó al menos. Ella me quitó todo. Es hora de que conozca al «Demonio», no a Bryce Morgan.
Las manos de Eric temblaron. Tuvo unas ganas inmensas de un cigarrillo para calmar sus nervios. Agarró el abrigo que estaba en el asiento del acompañante, su arma y descendió de la camioneta. Cruzó la calle solitaria, el frío comenzaba a mostrar su presencia. Eric se colocó el saco gris e ingresó al edificio.
Tomó el ascensor y se dirigió al segundo subsuelo de esa especie de búnker que había construido con sus hermanos. Golpeó la puerta y su hermano menor salió a recibirlo.
—Llegas tarde.—Anael le reprochó.
—A mí también me da gusto verte, Anael—replicó Eric. El hombre entornó los ojos y se hizo a un costado para que pasara.
Caminaron al interior de la morada. Bryce estaba sentado a la cabecera de una mesa de madera oscura. Estaba cruzado de brazos a la espera de que sus ayudantes ocuparan su lugar, uno a cada lado de él.
—Llegas tarde.
—Anael ya lo aclaró—expresó Eric—. No necesito más recordatorios cuando ni siquiera son capaces de dar un puto saludo.
El silencio hizo eco, y el ambiente se tornó denso. Bryce encendió el televisor y señaló a la pantalla.
—¡Carajo!—maldijo Eric conmocionado por el titular que atravesaba la pantalla de punta a punta.
—Theodor Callum ha muerto hace meses.
—¿Y recién lo dicen ahora? ¿Tus contactos no sabían nada de esa situación?
—Estos bastardos son buenos en ocultar cosas—explicó Bryce a su hermano—. Sí, incluso cosas muy importantes como esta. Todo ha estado en un total hermetismo en esa familia de psicópatas.
Fue inevitable sonreír ante la noticia. Eric habría sido capaz de abrir un champán para festejar si sus dos hermanos no tuvieran un aspecto tan sombrío.
—¿Se puede saber qué les pasa? El autor intelectual del asesinato de nuestra familia aparece muerto y ustedes no se inmutan.—Les recordó Eric—¿Es que no se dan cuenta?¡ Se terminó! Ese hijo de puta dejó de formar parte del planeta. Esa familia ya no nos molestará.
