¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego?
Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...
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—Así que serás la nueva cara de Claire.
—Sí—respondió Felipe a su hermana mientras compartían la cena con su padre, quien apenas lo había saludado y ahora solo tenía atención para el celular.
De vez en cuando gruñía como si estuviera discutiendo. Felipe sujetó el tenedor con fuerza. Estuvo a punto de doblarlo ante la incapacidad de su padre de conectar con los dos seres humanos a su lado.
—¿Algo nuevo en los negocios papá? —Fue Raisha quién preguntó.
Jorge por fin se dignó a levantar la vista hacia sus hijos.
—Todo en orden. —Jorge se aclaró la garganta, y tomó los cubiertos para comer el pescado.
—En orden, significa que antes no lo estuvo. —Felipe indagó con cuidado. Jorge arqueó una ceja.
—Esas estúpidas suposiciones son tuyas. Todo estuvo perfecto siempre.
—Por supuesto, por eso ahora tenemos más monigotes que nos persiguen y se quedan con nosotros incluso cuando estamos en el baño cagando.
Jorge dejó los cubiertos y se enfocó en su hijo. Felipe controló la ola de terror que lo invadía cada vez que la mirada asesina de Jorge se posaba en él.
—Si eres incapaz de tener educación cuando estamos en la mesa, te ordeno que te retires.
—¿Educación? —Felipe frunció el ceño—. Es chiste, ¿no? Ni siquiera nos has dirigido una mirada, aunque sea por lástima, ¿y resulta que los irrespetuosos somos nosotros?
—¿Qué carajo te ha pasado? —preguntó Jorge ofuscado—. No eres mi hijo, te desconozco.
—Pues acostúmbrate, porque éste es el Felipe que ha llegado para quedarse y no lo vas a amedrentar con un grito, o una mirada de desdén. Yo no soy mi madre, Jorge.
El golpe fue tan violento que lo tiró de la silla.
—¡Felipe! —gritó su hermana.
—Siéntate ahí antes de que te golpee a ti también. —Jorge señaló a Raisha quien había saltado como un resorte de la silla para socorrer a su hermano.
—Eres un maldito asesino, eso es lo que eres. —Felipe se levantó y se sostuvo de la silla. Raisha se cubrió la boca. El labio inferior le sangraba y se estaba formando un enorme hematoma.
—¿Qué has dicho? —Jorge saltó encima de Felipe, y lo sujetó del suéter.
—¡Es lo que eres! —Felipe gritó para que todos los que estuvieran en esa casa lo escucharan— ¡Niégamelo!¡Niega que tuviste que ver con la muerte de mamá!
—¿Cómo te atreves maldito bastardo? —Jorge dijo entre dientes y volvió a golpearlo. Esta vez el puñetazo fue más fuerte, pero Felipe ya estaba preparado por lo que no lo arrojó al suelo—.Yo amaba a tu madre. Era mi vida.
