Capítulo 14.

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Sesshomaru informó inmediatamente a los guardias acerca del incidente anterior para que diesen con el culpable lo antes posible. Investigaron a todo el personal que estuvo en contacto directo con las bebidas, pero no encontraron algún indicio que los guiara con el responsable.

¿Quién sería lo suficientemente astuto para ocultar con éxito su identidad? Si algo es bien conocido es: que el veneno es el arma de las mujeres.

Aquella situación no debía ser lo suficientemente importante como para perturbarlo. A paso firme y conservando la calma caminó hacia la salida de su palacio. Necesitaba relajarse y respirar un poco de aire puro. ¿Hace cuánto que no descansaba como se debía?, todo el tiempo una nueva situación lo aquejaba.

Debido a su noble linaje, una vida llena de responsabilidades es lo único, que siempre ha tenido que arrastrar. Solo conoció brevemente la vida sin obligaciones el tiempo que se dedicó a encontrar la poderosa espada que su padre había dejado injustamente como herencia al maldito híbrido.

Llegó a un jardín privado, reservado solamente para los miembros distinguidos del recinto, los sirvientes tenían prohibido el acceso, incluso podían llegar a perder la cabeza si eran sorprendidos merodeando cerca de los alrededores.

Con la sola intención de descansar, recargó su espalda contra la pared del lugar, se trataba de un antiguo muro adornado por algunas enredaderas y flores silvestres, la luz de la luna se filtraba capturando aquella escena casi en forma celestial.

Sus ojos se mantuvieron cerrados, reflexionando sobre su situación actual. El efecto del veneno parecía estar disminuyendo progresivamente, sin duda no se trataba de algo convencional, incluso logró pasar desapercibido en un principio por su agudo sentido del olfato.

Le frustraba un poco no haber descubierto a la artimaña detrás de aquella osadía, si alguien se atrevió a atacarlo directamente de una manera tan poco honorable, se debía a que no conocía que la humana, cuya marca se encontraba en su cuerpo, era su verdadera debilidad.

Así que debía incrementar la vigilancia alrededor de ella, sus alimentos serían completamente examinados y trataría de mantenerla alejada de cualquier peligro que la pudiera asechar.

Él la había traído a su castillo para mantenerla a salvo, pero con tantos enemigos entre las sombras su palacio realmente no era tan seguro. Por primera vez se vió vulnerable, siempre mantuvo la cabeza fría para pensar claramente, pero todo lo que involucra a la sacerdotisa se le estaba saliendo de las manos.

Su madre le solicitó entrenarla para convertirla en su Lady, pero definitivamente nunca la dejaría desempeñar tal honorable papel, nunca en la historia Yokai una humana se ha visto ocupando ese importante puesto y esa costumbre jamás cambiará ni comenzará por el Oeste, mucho menos el Gran Sesshomaru desposaría a una mujer tan altanera e insignificante como ella, su falta de modales no la harían una pareja digna para su persona.

Anteriormente se recalcó el hecho de no poseerla, el olor a humano era algo que le repugnaba, pero, extrañamente ella tenía algo que lo hacía desear su cuerpo pese a ser una simple mujer humana.

Su papel lo tenía claro, no la veía más allá de su verdadero valor, solamente por poseer su marca debía calentar su cama cuando lo deseara, incluso si le otorgaba un heredero digno, las cosas jamás serían diferentes entre ambos.

De repente una presencia interrumpió sus pensamientos, se trataba de la mujer que le ofrecieron anteriormente como pareja. Debe ser una hembra descarada como cualquier otra que ha conocido antes, puesto que durante el tiempo que estuvo en el banquete no dejaba de alagarlo e intentar seducirlo con sus acciones.

Todas siempre ofreciendo sus cuerpos a cambio de poder, era lo que más aborrecía. Podrían ser hermosas, tener grandes senos, curvas prominentes, realmente no le importaba la apariencia, todas esas características eran dignas de su especie, pero para él era más importante demostrar su valor mediante acciones; algo que no toleraba era las descaradas intenciones para seducirlo, odiaba que las hembras solamente fueran complacientes con tal de conseguir su favor. Así eran las costumbres Yokai después de todo.

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