Capítulo 22.

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La sacerdotisa se sentía nerviosa ante la presencia del imponente daiyokai, le inquietaba verlo inmóvil, de pie a un lado de la cama. No le quitaba la mirada de encima, era como si le estuviese analizando de pies a cabeza cada detalle. No conseguía comprender lo que podría estar pasando por su cabeza, aquel aterrador demonio era un completo misterio. Ahora que comenzaba a sentir algo hacia Sesshomaru no podía evitar experimentar cierta incomodidad al tenerlo tan cerca. Aunque sus sentimientos todavía no eran del todo claros.

-Parece que te has acostumbrado a vivir dentro de mi castillo.

Era excitante verla sobre su cama, toda desprendía su aroma, la prueba de que le pertenecía.

-No tengo alguna otra opción.

La sacerdotisa se puso de pie, estaba decidida a dormir sentada cerca del escritorio, entendía que quizás el yokai no deseaba compartir la cama con una humana, puesto que, muchas veces le ha dicho lo mucho que la despreciaba y su aroma le repugnaba.

-Descansaré en otro sitio.

-¡¿A dónde crees que vas, humana?! ¡Cumplirás con tus deberes de cama!

Kagome se detuvo en seco al escucharlo alzar la voz.

El daiyokai la sostuvo firmemente de la cintura estrechándola contra su cuerpo, quedando él a sus espaldas.

-...pasarás la noche al lado de este Sesshomaru, deseo complacerme con tu cuerpo... harás lo que te ordeno.- le susurró al oído. -No importa cuánto luches contra mí, tus esfuerzos siempre serán inútiles.- Dijo antes de que pudiera atreverse a objetar.

-Lo sé.- mantuvo la mirada perdida. -No pienso desafiarte.

Kagome estaba acorralada, no tenía donde huir, ni a quién acudir, solo lo tenía a él. Él fue quien provocó todo y en lugar de odiarlo, comenzaba a ceder ante lo que le pidiese.

-Dime, humana...- deslizó la mano desde su abdomen hasta terminar en los senos.

Kagome permaneció en silencio, sentir al demonio tocarla, ya no le parecía aterrador ni grotesco, antes odiaba verlo disfrutar y escucharlo gemir. Pero, ya no le temía, incluso podría decir que añoraba su atención.

-¿Cuáles partes de tu cuerpo fueron tocadas por ese miserable?

Sabía perfectamente a quién se estaba refiriendo.
-Estás equivocado, Inuyasha nunca me puso un dedo encima.- recordó lo posesivo que solían ser los Inus hacía sus parejas.

-Ningún macho se acercaría a una hembra sin la intención de aparearse, he visto la manera como osabas aferrarte patéticamente a su espalda en el pasado.

-Tú has sido el único que... me ha tocado de esa manera.- sus orejas se tiñeron de rojo vivo al confesar aquello al demonio.

Las palabras de la miko propiciaron una sensación de triunfo en él.

-No lo olvides, humana...- le descubrió el hombro derecho, dejando expuesta la marca y deslizando el dedo por el contorno de la misma. -Solamente perteneces a este Sesshomaru, solo yo podré usar tu cuerpo para satisfacerme, solamente mis cachorros podrán crecer en ti... Eres solo mía.

Posó los labios sobre la marca y deslizó los colmillos en ella.

-No lo hagas.- se estremeció. -...por favor... ahh... es doloroso.- dijo con la voz temblorosa.

-No te atrevas a moverte... o de lo contrario no me contendré.- debido a la gestación intentaba no lastimarla más de lo necesario.

La sacerdotisa cerró los ojos con fuerza, sentía la lengua del peli plateado deslizarse mientras bebía de la sangre, debería estar mal para disfrutar aquello. Sabía que algunos demonios se alimentaban de los poderes sagrados de este modo e incrementaban sus habilidades en el proceso.

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