I N T R O D U C C I O N

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La desesperación me araña el pecho y el llanto me raspa la garganta

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La desesperación me araña el pecho y el llanto me raspa la garganta. Intento no ahogarme en mis propias lágrimas, pero el nudo en mi estomago hace que me falte el aire.

Mis piernas, pies descalzos y pulmones arden, me piden un descanso, pero no puedo detenerme.

Si me detengo a descansar estoy muerta. Mi persecutor me alcanzará y acabará conmigo.

No puedo pensar con claridad. Los latidos de mi corazón retumban con fuerza en mi cabeza y comienzo a sentirme mareada.

Doblo en una esquina hacia la derecha en busca de ayuda, pero no hay ni una sola alma en las calles que pueda salvarme.

Siento una punzada ardiente en el brazo y, sin dejar de correr, hago presión en la herida que me hizo este lunático cuando intenté cruzar la calle hace un momento.

No sé cómo acabé en esta situación.

Se supone que hoy era un día glorioso. Por fin recibí el ascenso que tanto me esforcé en alcanzar. Por fin me subieron el sueldo. Finalmente iba a poder pagar los gastos de mi padre en el hospital.

No puedo morir... ¡No cuando por fin mi vida deja de ser menos miserable!

No me merezco esta mierda, no...

—¡Ayuda! —suplico en un alarido.

Pero la única respuesta que recibo es el aullido del viento y unos pasos lejanos a mis espaldas.

Todas las tiendas de la zona están cerradas y apenas puedo ver por la luz que refleja la luna.

Es como si éste loco se hubiese desecho de todos para poder cazarme a su antojo.

No logro identificar el lugar en el que me encuentro. Sin dejar de presionar mi brazo, me detengo para mirar mi alrededor y encontrar una salida a esto.

El corazón me zumba en los oídos cuando tomo una bocanada de aire por la boca.

Giro mi cabeza de un lado a otro, en busca de algo o de alguien. Lo que sea. Un milagro.

Me quedo de piedra cuando se hace un silencio tenso en la calle. Echo la mirada hacia atrás y no veo a nadie.

Comienzo a desesperarme, quiero echarme al piso y llorar... No quiero morir.

Lágrimas espesas se deslizan una tras otra por mi rostro mientras retomo mi trayecto, esta vez sin fuerzas y con mucho más miedo.

Comienzo a ver manchas y la boca me sabe a hierra.

Otro corrientazo en el brazo hace que me doblegue del dolor, haciendo que termine de rodillas en el suelo y me obligo a echarle un vistazo a la herida.

La sangre chorrea a borbotones y la piel alrededor de la cortada se ha comenzado a tornar azulada, lo cual me provocan nauseas.

Dando bocanadas desesperadas y con la vista borrosa, me levanto una vez más y comienzo a trotar.

Tengo que llegar a una urbanización o a un lugar habitado. Todavía tengo esperanza, aún puedo salvarme.

El zumbido en mis oídos se hace más fuerte y las lágrimas saladas que se cuelan a mi boca me provocan una sed inhumana.

Intento dar un paso más, pero mis inútiles piernas fallan y me desplomo una vez más en el suelo, dando paso a un montón de rasguños en mis piernas y palmas.

Me arrastro hacia atrás hasta sentir algo sólido chocar con mi espalda. Al identificar que es una pared, me recuesto de ella mientras intento recuperar el aire.

Quiero huir, quiero salvarme, pero... ya no tengo fuerzas.

Me aparto el cabello del rostro e intento secarme las lágrimas para poder contemplar la carretera.

Pero lo que se encuentran mis ojos sólo hace que me suelte a llorar con más ganas, sólo que, a diferencia de hace unos momentos, ya no puedo llorar de manera escandalosa en busca de ayuda y apenas consigo soltar gimoteos lastimeros.

Las piernas delante de mí se doblan, y mi atacante se agacha hasta quedar a mi altura. Se sienta con calma delante de mí y cruza las piernas para mirarme a la cara.

Mi persecutor extiende su mano en mi dirección y yo intento retroceder, pero el muro tras mi espalda me deja en clara desventaja. No tengo a donde ir.

—Llegaste lejos —dice con voz robótica y tétrica, claramente con un distorsionador de voz—. El instinto de supervivencia hace cosas muy interesantes —palmea mi cabeza un par de veces, haciendo que el espesor de mis lágrimas se intensifique.

Contrario a su gesto "afectuoso", su voz carece de emociones y tampoco puede percibir ningún gesto facial por la máscara que tiene.

—Po...Por favor —intento hablar, pero el agite de mi pecho y el nudo de mi garganta no me dejan decir nada coherente—. Yo... di...dinero...no...

—Si comienzas a hablar de dinero, te juro que esto acabará más rápido de lo previsto —interrumpe mi atacante, apartando su mano de mi cabeza.

Comienzo a negar con desesperación cuando siento mi vista nublarse. Aunque me encuentro recostada de la pared, mi cuerpo comienza a debilitarse más y me siento incapaz de mantener mi cuerpo erguido.

La persona delante de mí se ha quedado en completo silencio y apenas se mueve. No me dice sus razones, ni sus planes, sólo se queda allí, observando mi agonía.

Pero eso no importa.

Ya no importa nada.

Siento que comienzo a hiperventilar cuando un corrientazo de dolor se reparte por todo mi cuerpo, siendo el punto de partida mi brazo herido.

Mi cuerpo comienza a sentirse frío en contraste con mi brazo que está caliente por la sangre que brota de la acuchillada.

Veo que mi atacante saca un objeto filoso y plateado, el cual identifico como el arma que me lastimó el brazo hace unos momentos. En lugar de hacer nada con el cuchillo, lo deja en el suelo, a su costado derecho.

Vuelve a hacer un movimiento para sacar algo, pero no consigo mantenerme con los ojos abiertos y, al siguiente segundo siento que mi cuerpo azota con fuerza contra el suelo.

Entreabro los ojos de nuevo, sintiendo el frío pavimento contra mi mejilla y alcanzo a ver es destello amarillo cayendo del cielo que logra hacer que me olvide de mi agonía y sufrimiento.

Ese destello es lo último que logro contemplar antes de escuchar undisparo.

Ese destello es lo último que logro contemplar antes de escuchar undisparo

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Flor Asesina [PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora