Recuerdos en cada avenida

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Despierta abruptamente a las 6 de la mañana por el sonido estridente y el brillo deslumbrante de un mensaje que llega a su móvil. Con un suspiro de frustración, se remueve incómodo en la cama, intentando encontrar una posición más cómoda para conciliar el sueño, pero la curiosidad le impide volver a dormirse.
Con los ojos aún cerrados, extiende su brazo hacia la mesita de noche, buscando su celular. Al tacto, siente la fría superficie del dispositivo y lo toma con cautela. Al abrir los ojos, el brillo del teléfono lo molesta, haciéndolo entrecerrarlos en un intento de protegerlos de la intensidad de la luz.
Con un gesto adormilado, desliza la pantalla para desbloquear el móvil y revelar el contenido del mensaje que interrumpió su sueño. A medida que lee las palabras en la pantalla, su expresión cambia de somnolienta a fastidiada.
Aunque su cuerpo aún anhela un poco más de descanso, su abrupto despertar y el brillo del celular espantan cualquier rastro de cansancio en su cuerpo obligándolo a levantarse. Mientras se prepara para enfrentar el nuevo día, la luz del amanecer se filtra tímidamente por las cortinas, recordándole que el mundo ya está en movimiento. A pesar del sueño inicial, analiza con molestia su reciente mensaje.

Castro

Lamento molestarte tan temprano un domingo, pero Michelle me habló después de la reunión de ayer, ¿Cómo está eso de que no contestas los mensajes?

Sé que es desagradable, pero me dejarías más tranquila tanto a mi como a ella que nos mantuvieras informadas del estado de Gustabo.

Al final, ella lo cuidó durante años mientras tú estabas quien-sabe-donde.

No seas tan terco.

Intentaré contestarle más seguido.

Gustabo está bien.

¿Y tú, Conway?, ¿Estás bien?

De putisima madre, jamás he estado mejor.
Visto

Sí, Castro. Estoy bien, gracias por preguntar.
Visto

Suelta un largo suspiro de fastidio dejando el móvil de vuelta en la cómoda. Se siente agobiado por la interrupción de su sueño y el peso de sus responsabilidades. Sin embargo, decide dejar ese sentimiento atrás y buscar un poco de tranquilidad en su día libre.
Al recordar que es domingo y no tiene que ir a trabajar, siente un alivio instantáneo. Se viste de manera más relajada que de costumbre, optando por ropa cómoda y casual. Sin la presión del uniforme, se permite disfrutar de la libertad de vestirse sin restricciones.
Con parsimonia se dirige a la cocina y prepara un desayuno rápido. Mientras alista una taza de café y unas tostadas, enciende la televisión para ponerse al día con las noticias. Se sumerge en el ambiente tranquilo de la mañana de domingo, disfrutando de su desayuno escuchando las últimas actualizaciones.
Por un momento se encuentra inmerso en la información, dejando que sus pensamientos vaguen mientras mastica su comida. La serenidad se refleja en su rostro, y se permite disfrutar de esos momentos de calma antes de que la agitación de la semana comience nuevamente.
A medida que los minutos llegan a las horas, se regodea en la tranquilidad de su mañana. Sabe que tiene todo el día por delante para relajarse y recargar energías para la semana que se avecina. Aprovecha este tiempo para reponerse mental y físicamente, sabiendo que es un regalo que no siempre tiene durante los días laborales.
En cuanto termina de comer sale de su casa con paso tranquilo, disfrutando del aire fresco. Mientras camina hacia la estación del metro, su mente se pierde en sus pensamientos terminando en un estado de distracción. La rutina diaria de cocinar no es algo que le atraiga, por lo que siempre opta por almorzar fuera de casa. Piensa en su restaurante favorito y se pregunta qué opción elegirá esta vez.
Caminando por las calles, se sumerge completamente en su mundo interior. Los sonidos y las vistas de la ciudad pasan desapercibidos a él divagando en pensamientos aleatorios. No tiene prisa por llegar a su destino, ya que disfruta de estos momentos de desconexión y tranquilidad.
Imágenes fugaces y recuerdos se entrelazan en su mente. Recuerda sabores y texturas de comidas pasadas, reviviendo momentos de satisfacción culinaria. La anticipación de una comida deliciosa lo mantiene en un estado de distracción relajada, alejándolo momentáneamente de las preocupaciones cotidianas.
Apenas se acerca a la estación del metro, el bullicio de la ciudad se hace más evidente. Sin embargo, sigue inmerso, ignorante de las miradas y los movimientos de las personas a su alrededor.
Al llegar, espera la conocida línea catorce para después dirigirse directamente a su lugar habitual en el vagón. Se sienta y se sumerge en su asiento, dejando que la vibración del tren y el sonido del movimiento lo envuelvan. Aunque hay mucha gente aquella mañana, no lo toma en cuenta.
Se deja llevar por el ritmo constante, sintiendo cómo la ciudad pasa rápidamente ante sus ojos. A veces, una imagen o un detalle captura su atención por un instante, pero luego se desvanece mientras su mente vuelve a vagar.
No notaba los rostros de los pasajeros que se encontraban en su entorno, ni el bullicio de las conversaciones que se desarrollaban a su lado. Estaba tan inmerso que había construido una barrera invisible a su alrededor, una burbuja que lo aislaba del mundo exterior.
Totalmente perdido en su propia mente no fue capaz de notar a la persona que se sentó a su lado tosiendo suavemente. Era un sonido delicado pero intencional, una señal sutil para llamar su atención. Pero Conway, distraído, no percibió la tos como un llamado hacia él.
Viendo que su intento no había tenido éxito, la persona decidió aumentar la intensidad de su señal. Tosió nuevamente, esta vez más fuerte y claramente dirigida a él. Sin embargo, una vez más, Conway parecía inmune a cualquier distracción externa. Su ceño se frunció, mostrando su molestia por la interrupción, más no se volvió hacia quien sea que buscara su atención.
Aquel sentado a su lado parecía incapaz de rendirse, tosió repetidas veces, cada vez más fuerte llamando la atención de los demás pasajeros en el metro, pero incluso así, Conway se mantenía inmutable, hasta el momento en que escuchó una risa suave, una risa que brotaba de la ironía de la situación. Fue un sonido espontáneo y genuino que por fin lo sacó de su trance.
Conway, extrañado por la risa que rompió el silencio, finalmente fue totalmente consciente de la presencia de la persona a su lado. Giró la cabeza bruscamente, con el ceño fruncido y la mirada confundida. Por un instante, sus ojos se encontraron y su reciente molestia se transformó en sorpresa.

El músico de la línea catorce - TonwayWhere stories live. Discover now