|Cuando tienes una conexión intensa con la magia, empiezas a creer que te están poniendo alucinógenos en la comida, de tantas cosas que empiezas a ver y oír. Cada vez que llueve con fuerza, no puedo evitar salir y quedarme sobre un techo, para escuchar lo que el viento y los truenos quieran decirme|
|Hace tan solo unas noches, cayó un huracán sobre Millishion, un fenómeno que ni siquiera este mundo comprende del todo, suelen relacionarlo con malos presagios... Esta vez, no creo que se hayan equivocado. Solo alguien como yo, un Dios de la Magia Elemental, se daría cuenta... La tormenta se extendía demasiado, como para ser solo en la capital de este Continente..|
|No era cualquier tormenta, mucho menos de origen natural... La magia deja rastros, los cuales seguí hasta llegar al Continente Central, a las tierras del norte... Este lugar, donde Jun es tan popular..|
|Aquí tuvimos nuestro primer mano a mano, debo decir que me sorprendió, aunque su fuerza física sigue siendo inferior a la mía..|
El Monje se robaba las miradas de todos los transeúntes, por obvias razones. Sin embargo, podían quedarse tranquilos, ya que ellos no eran el motivo de su visita... Los rumores se esparcen en tiempo récord, al tratarse de tipos tan conocidos como Mikhail Klement.
En cuestión de una hora, todos en la ciudad sabían de su presencia...
—El no está aquí, por si lo buscas.. -Un rostro familiar se paró delante de él, frenando su paso. Una pequeña rubia, que se le hacía muy conocida desde aquel momento tan especial con su único Rival-
—... Hasta la fecha, he estado más tiempo con él, en comparación a ti..~ -Se mofó el hombre, entre risas por su propio comentario- —Me imagino que cuando lo vuelvas a ver, empezarás a ladrar como unas pequeñas perrita, o a maullar como una gata en celo.. -A Sara le sobraban las ganas de clavarle una flecha ahí mismo, pero los relatos ya cuentan que ni siquiera una espada es capaz de perforar esa piel. Y para alguien tan diminuta... Había que ser realistas- —Y dime, ¿Dónde está tu grupit-....
—¿Hm? -La rubia quedó confundida por su repentino silencio, sin terminar su burla. El ruso miró fijamente hacia delante, hasta girarse lentamente hacia atrás. Ella se asomó por el enorme torso del monje, divisando a un chico... Un adolescente-
No se veía de más de 17 años, quizás menos. La chica se quedó expectante ante el intercambio visual del monje con aquel chico. Inevitablemente, comenzó a comparar sus rasgos... Su barbilla fue cayendo poco a poco, hasta darse cuenta del parecido.
—Es a mi a quien buscas. -Ni siquiera tenía la voz desarrollada todavía- —Y si, soy tu hijo... Uno de tus muchos hijos, más bien. Me llamo Seraquiel... Seraquiel Klement.
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Usualmente, todos los encuentros con sus hijos van con gritos. Unos de furia, otros de dolor al ser asesinados, otros intentando huir y suplicando por ayuda... Pero Seraquiel, no parecía asustado, ni furioso... Ni hablaba gravemente. Mantuvo un tono sereno, incluso tímido, en cada palabra, sin desviar la mirada de su padre.
