Capítulo 2

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La tensión en la frente de Suguru era un tamborileo constante, sus dedos presionaban las sienes en un intento inútil de calmar el dolor punzante. La decisión de Satoru de llevarlo a Hawái con su familia lo había dejado sin opciones.
La insistencia de Satoru en reafirmar su paternidad era un misterio para Suguru, especialmente cuando su propia voz, la de un omega marginado, parecía no tener peso en la conversación.
Suguru se sentía atrapado en una red de emociones contradictorias. Por un lado, la presencia de Satoru despertaba en él un torbellino de recuerdos y sentimientos no resueltos; por otro, la arrogancia y la determinación del alfa le recordaban el dolor de un pasado que preferiría olvidar. Satoru, por su parte, parecía inmutable ante el conflicto interno de Suguru, su postura era la de un hombre que había tomado una decisión y no se detendría ante nada para llevarla a cabo.
Mientras empacaba sus maletas, Suguru mantenía una calma aparente, aunque su mente era un torbellino de pensamientos invasivos. El encuentro con los padres de Satoru había sido un desfile de juicios y prejuicios. La madre de Satoru, con una cortesía superficial, lo escrutaba con ojos inquisidores, mientras que el padre no ocultaba su desprecio, tachándolo de cazafortunas sin clase.
-Este omega no alcanza el nivel que esperamos para nuestro hijo.-dijo el alfa con un tono desdeñoso.
La cena transcurrió en un ambiente asfixiante, la tensión era palpable y las feromonas en conflicto de los alfas presentes, dada la condición beta de la madre de Satoru, hacían el aire casi irrespirable.
Desde aquel incómodo encuentro, la relación entre Suguru y Satoru se mantuvo constante, marcada por la tensión y las expectativas no cumplidas. En una ocasión, Satoru invitó a Suguru a un evento de gran importancia organizado por su padre, un evento que se convertiría en un punto de inflexión para ambos. Fue la primera vez que Suguru se atrevió a desafiar las demandas de Satoru, quien quería moldearlo a su imagen y semejanza, dictando cómo debía vestir, hablar y actuar. Suguru, harto de ser una marioneta en manos de Satoru, decidió que era momento de hacer valer su opinión, incluso si eso significaba enfrentarse a la familia de Satoru.

El evento transcurrió con una normalidad que solo era aparente. Satoru presentó a Suguru ante sus amigos, una experiencia que resultó ser agotadora para él. Pero el verdadero desafío llegó cuando tuvo que saludar a la progenitora del alfa. La madre de Satoru, vestida con un elegante traje azul, lo examinaba con una mirada que parecía querer desentrañar cada uno de sus secretos. Suguru, desafiando las exigencias de Satoru, había decidido que él mismo elegiría su atuendo, independientemente de las sugerencias de Satoru. Optó por un vestido largo y negro, con la espalda descubierta y zapatos de tacón alto, una elección que reflejaba su personalidad y gusto.
Sin embargo, la reacción de la madre de Satoru y su círculo de amistades adineradas fue de desdén. Se mofaron de Suguru, criticando su elección de vestimenta y etiquetándolo como un omega sin clase por optar por algo que consideraban inapropiado. La crueldad de sus palabras y la burla en sus ojos fueron un golpe para Suguru, quien se vio envuelto en una atmósfera de juicio y exclusión. La tensión entre las feromonas de los alfas presentes y la atmósfera cargada de juicios hizo que la velada fuera casi insoportable para Suguru, quien se sintió más aislado que nunca en ese mundo de privilegios y apariencias.

Satoru mantuvo su mano sobre la cintura de Suguru, pero pronto cambió de táctica, tomando su mano y arrastrándolo hacia la terraza. La madre de Satoru, se mofó y se burló de la reacción de su hijo.

-¿Qué crees que estás haciendo, Satoru? ¡Suéltame!- protestó Suguru, forcejeando para liberarse. Pero la intensa mirada del alfa hizo que sus intentos de resistencia se desvanecieran.

-¿Eres imbécil o qué, Suguru? Te dije que te quitaras eso- espetó Satoru con una mueca de desaprobación, señalando el vestido de Suguru con un gesto despectivo.

-Tú eres el imbécil, Satoru. No tengo por qué complacerte a ti ni a tu madre. ¿Acaso no habíamos ya hablado sobre esto?- replicó Suguru, su furia creciendo mientras se zafaba del agarre sobre su brazo.

Las miradas de Suguru y Satoru se encontraron con la fuerza de un tornado, cargadas de emociones no dichas y tensiones no resueltas. Suguru, con un movimiento ágil, rodeó el cuerpo del alfa, intentando escapar de la situación que lo asfixiaba. Pero Satoru no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente; su agarre se intensificó, atrayendo a Suguru hacia sí con una fuerza que no admitía réplica.

-No hemos terminado, amor. Mi madre es especial y te pedí un favor- dijo Satoru, su voz una octava más baja, teñida de amenaza y reproche.

Las feromonas se volvieron densas y opresivas, envolviendo a Suguru en una nube de desesperación. La presión en su brazo aumentaba, las uñas de Satoru se clavaban en su piel, provocando un dolor agudo que arrancó una maldición de sus labios.

-Satoru, quiero ir a casa, por favor- rogó Suguru, su voz quebrada por la urgencia de huir de aquel ambiente que lo sofocaba.

La tensión entre ellos era un reflejo de la lucha interna de Suguru, atrapado entre su deseo de independencia y la dominante presencia de Satoru.

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Esa noche, después del evento, Satoru llevó a Suguru a su departamento. La tensión del encuentro con la madre de Satoru aún flotaba en el aire, y Suguru esperaba una disculpa que no llegaba. En cambio, Satoru parecía distante, perdido en sus pensamientos. A pesar de la falta de disculpas, pasaron la noche juntos, un intento de Suguru por buscar consuelo en la familiaridad de su relación.

Un año después, la relación entre Suguru y Satoru había seguido su curso, con altibajos constantes. Al cumplir los 17, Suguru descubrió que estaba embarazado. Con el corazón lleno de esperanza y amor, envió un mensaje a Satoru y se encontraron en la casa del omega.

-Satoru, sabes que estoy enamorado de ti, ¿verdad? Y tengo una sorpresa para nuestro aniversario- dijo Suguru, su voz temblorosa por la emoción.

Satoru tragó saliva, su expresión era una máscara difícil de descifrar. Suguru se acercó y rodeó con sus manos los hombros del alfa, buscando en su mirada alguna señal de reciprocidad.

-Estoy esperando un bebe. Dijo el omega sin aliento.

La reacción de Satoru, sin embargo, fue todo menos la esperada. En lugar de alegría o sorpresa, lo que se reflejó en su rostro fue una mezcla de shock y desconcierto.

-¿Un bebé? Suguru, esto... esto no es lo que tenía planeado. No estoy listo para ser padre- confesó Satoru, su voz apenas un susurro.

El corazón de Suguru se hundió. Las palabras de Satoru eran como puñaladas, desgarrando la imagen del futuro que había comenzado a construir en su mente. La noche que debía ser una celebración de su amor se convirtió en un recordatorio de la frágil realidad de su relación.
Satoru soltó su cintura y se alejó del omega, como si este portara una enfermedad contagiosa. Con una voz carente de tacto y un tono burlón, el alfa lanzó una acusación que destrozó cualquier esperanza:

-Mi madre tenía razón, ¿cómo sé que ese bebé no es de otro alfa?-

Las palabras de Satoru cayeron como un jarro de agua fría sobre Suguru, quien sintió cómo sus esperanzas se desplomaban. Con el ceño fruncido y el corazón herido, se enfrentaba ahora a la dura realidad de su situación.

-¿Cómo puedes acusarme de serte infiel? ¡Eres un idiota por dejarte influenciar por tu madre!- exclamó Suguru, la ira tiñendo sus palabras mientras empujaba a Satoru. Herido en lo más profundo de su ser, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, cada una un testimonio silencioso de la traición y el dolor que sentía.

Satoru, sorprendido por la reacción y la fuerza del empujón, retrocedió unos pasos. La acusación de Suguru lo había golpeado con la fuerza de una verdad incómoda. Por un momento, la máscara de frialdad y control se desvaneció, y pudo ver el efecto de sus palabras en Suguru.

-No... no quise decir eso, Suguru. Es solo que... todo esto es demasiado repentino- balbuceó Satoru, su voz perdiendo la seguridad habitual.

Suguru, sin embargo, no estaba dispuesto a escuchar excusas. La confianza y el amor que había depositado en Satoru se habían roto, dejando un vacío que las palabras no podían llenar.

-Demasiado repentino o no, Satoru, deberías saber quién soy. Nunca te he mentido- dijo Suguru entre sollozos, su corazón latiendo con un dolor que no conocía límites.

La noche que debía ser un festejo de su amor se había convertido en un campo de batalla emocional, con palabras como armas y la confianza como la primera baja. En ese momento, Suguru supo que nada volvería a ser igual.

Con el corazón roto y la dignidad herida, Suguru expulsó a Satoru de su departamento. La puerta se cerró con un estruendo, marcando el final de lo que una vez fue una promesa de amor y futuro compartido. La relación entre ellos se desvaneció, dejando atrás solo recuerdos y un silencio ensordecedor.

Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Suguru. Se encontraba navegando entre la tristeza de la traición y la determinación de enfrentar su nueva realidad como padre soltero. La soledad del departamento que una vez compartieron se convirtió en un refugio y un recordatorio constante de lo que había perdido.

-¿Cómo pudo pasarme esto a mí?- se preguntaba Suguru, mientras acariciaba su vientre en crecimiento. Las palabras hirientes de Satoru resonaban en su mente, pero una nueva fuerza comenzaba a surgir dentro de él. La vida que crecía en su interior le daba un propósito y una razón para seguir adelante.

Suguru decidió que no dejaría que la amargura definiera su vida o la de su hijo. Con el apoyo de amigos y familiares, comenzó a prepararse para la llegada de su bebé, rodeándose de amor y positividad. Aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbre, Suguru sabía que cada paso que daba era un paso hacia un futuro mejor para ambos.

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Las risas y gritos de emoción de Nanako y Mimiko resonaban en el pasillo, rompiendo el silencio habitual de la casa. Suguru, con el ceño fruncido por la preocupación, dejó de lado las maletas que estaba preparando y descendió las escaleras con pasos apresurados para encontrarse con los invitados inesperados.

-¿Cuántas veces les he dicho que no abran la puerta si yo no estoy?- regañó el omega, aunque su tono severo se suavizaba al ver la alegría inocente en los rostros de las niñas, que brillaban con una luz de pura felicidad.

Saludó a Megumi y a su hermana mayor con una sonrisa forzada, intentando ocultar su molestia. Pero cuando levantó la vista, se encontró con unos ojos verdes y brillantes que lo miraban con una intensidad que le resultaba familiar, pero que no esperaba ver en ese momento:

-Toji, qué sorpresa-. dijo el omega con falsa alegría.

-Necesito que los cuides por una semana.-El alfa le entregó las maletas y dinero, su mirada era impasible, casi distante.
Y caminando hacia la salida sin esperar la respuesta del omega...
-Espera.-el pelinegro gritó y fue detrás del alfa. Suguru lo alcanzó en la salida y le gruñó en voz baja, su voz temblaba ligeramente por la tensión del momento.

-No puedo, me voy de vacaciones con mi ex y..." - El omega empezó a tartamudear nervioso, sus palabras se perdían en un murmullo inseguro.

-¿Con tu ex?-se burló en su cara, una sonrisa sarcástica se dibujaba en los labios del alfa. -No me interesan tus problemas, tengo prisa y te estoy pagando, perra omega-.La frialdad de sus palabras cortaba como el hielo.

Suguru frunció el ceño por su descripción y negó con la cabeza, volteando a ver a sus hijas y al pequeño Megumi jugando. La inocencia de su juego contrastaba fuertemente con la tensión del momento.

En el ambiente vibrante y pulsante del club nocturno, Toji y Suguru se encontraron por primera vez. El omega, intentando despejar su mente después de un día agotador, había planeado sumergirse en un baño de burbujas relajante, disfrutando de un merecido descanso mientras sus hijas pasaban tiempo con Satoru. Sin embargo, su amiga Yuki tenía otros planes; con una mezcla de persuasión y determinación, la arrastró fuera de su santuario de tranquilidad.

Suguru, vestido con un pantalón ajustado que delineaba su figura y una camisa corta que dejaba al descubierto sus tatuajes y piel, se sentía fuera de lugar en el bullicio del club. A medida que las copas fluían, su inhibición se desvanecía, y su mirada comenzó a vagar por la multitud.

Fue entonces cuando lo vio: un alfa alto y musculoso, con pelo negro como la noche y una cicatriz distintiva en su labio, una marca que hablaba de historias no contadas. La atracción fue instantánea, un tirón magnético que Suguru no podía ignorar. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, el mundo exterior se desvaneció, dejándolos solo a ellos en el centro de un universo lleno de posibilidades.

Después de haberse involucrado emocionalmente durante tres semanas, Suguru se enfrentó a la dura realidad de que Toji tenía una familia y estaba casado. La noticia fue un golpe devastador, ya que el alfa había despertado en él sensaciones que creía olvidadas.

-Toji chasqueando los dedos frente a los ojos de Suguru-¿Suguru? ¿Estás aquí conmigo?-.

Suguru se maldijo internamente por perderse en sus pensamientos.

-Mierda, está bien, lo haré. - Dijo el omega, golpeando la mano que Toji le extendía.

-Toji con una sonrisa burlona y un tono de superioridad.-Así me gusta, un omega obediente-. Comentó el alfa, deslizando sus dedos entre el pelo negro de Suguru.

Un tic nervioso hizo temblar el ojo de Suguru, una señal clara de su creciente irritación. En ese momento, un auto rojo deportivo se estacionó con un rugido frente a la casa, capturando la atención de ambos. Suguru se mordió la lengua, conteniendo las palabras que amenazaban con escapar.

-Suguru:-pensando para sí mismo -¿Qué más puede pasar hoy?-.

La llegada del auto rojo podría significar más complicaciones o quizás una salida inesperada a la situación actual. Suguru sabía que tenía que mantener la calma y enfrentar lo que viniera con la misma determinación que había mostrado hasta ahora.
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 Suguru sabía que tenía que mantener la calma y enfrentar lo que viniera con la misma determinación que había mostrado hasta ahora

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