Pibito

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« Manos que se mueven con gracia »

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Me tuve que tapar la boca para sofocar un bostezo mientras seguía clavado en la puerta de mi casita. Todo porque el Sebas trajo una piba y me dejó cerrada hasta la ventana, el pelotudo. Así que lo único que pude hacer fue hacerme el fantasma y escurrirme, no sé de dónde sacó esa minita pero yo solo quería pegar un ojo.

El cansancio me aplastó y mi cabeza cayó de golpe, sacándome del sueño profundo. Parpadeé tratando de enfocar lo que estaba justo delante de mí, y ahí estaba, un pibito re chiquito mirándome fijo. Me asusté mal, loco, y terminé dándome un golpe en la cabeza con la puerta.

—¿Qué onda, wachin? —me quejé mientras me frotaba la cabeza. El pibe de los rulos castaños me clavó la mirada un rato y luego se dio vuelta, arrancando a caminar para abrir la puerta donde supuestamente vivía la rubia esa—. ¿De dónde salió ese?

El pibito seguía clavándome la mirada mientras escondía la mitad de su jeta detrás de la puerta. Me daba un miedo bárbaro, esos ojos suyos, re profundos, te escarban hasta el alma. Igualitos a los de la rubia, ¿viste? Los dos tienen esos ojos re parecidos.

Los pasos pesados me hicieron levantar la vista del pibe. Mirá vos, ahí venía el pomelo, pateando el piso en el medio del pasillo. Su pelo se pegaba a la cara y traía dos bolsas enormes en cada mano. Yo, la verdad, no podía apartar la vista de ella, la escaneaba entera, pero era puro vicio, no tenía nada mejor que hacer.

Me clavó un rato la mirada y ni pío soltó, simplemente dio media vuelta y mando para atrás la puerta con la pata, un gemido de la madera chocando con alguien la agarró desprevenida, y mandó todo al carajo al piso. Se me pasó decirle que el pibe estaba ahí. Seguro se hizo mierda porque estaba bien enganchado a la puerta.

—¡Che, pibe! ¿Sos boludo vos? —escuché cómo le retaba y después se arrodillaba pa’ revisarle la cabeza. Levanté un cachito la mirada pa’ ver al pibe, pero solo vi cómo se lamentaba en el piso—. Disculpame, che, perdón.

Al ver su espalda, solo veía cómo movía las manos rapidito después de un rato, pero ni una sola palabra salía. Unos segundos después, vi al pibito asentir mientras se limpiaba los ojos y también movía las manos en movimientos raros, como hablando con las manos. ¿Eso era el tal lenguaje de señas?

Y como si fuera una de esas pelis donde los recuerdos te caen de golpe, me acordé de ese día. Posta, todo se veía en blanco y negro, no puedo creer que no la haya reconocido antes, encima lo recuerdo todo como si hubiera sido hace un ratito, y fue hace más de tres meses. Entonces era posta que tenía un montón de tiempo viviendo acá...

Delirios | Danilo Sánchez  | Matías Recalt Where stories live. Discover now