Posta

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« Que boludo que soy »

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Estas minas iban más lentejas que una abuela con zapatillas nuevas. Yo iba adelante con el pibe ese, y ellas atrás, hablando al pedo como viejas chusmas, ¿sabe’? Ni decían na’, pero la onda era corte re incómoda, como si estuvieran re cortadas con mi presencia. Pero qué sé yo, si me pagaran por estar ahí, re bien, ¿no? Sería como un rey, porque me chupa un huevo, igual onda estoy re cerca de Amy y la mina ya sabe mi nombre, loco, estoy en la gloria.

Mirá, el pendejo este me venía embocando cada dos por tres mientras caminábamos. Tenía ganas de mandarle una piña, pero me la re bancaba y le tiraba una sonrisa trucha sabiendo que esas dos estaban atrás mío. Encima, el pibito era más chiquito que una hormiga. A veces, me doy cuenta de las cosas, parece. Yo pienso que la mina que esté conmigo va a tener un tipo de verdad, un verdadero capo, que capo que soy.

—¿Qué onda con el Victor, che? —habló la rubia, eché un vistazo de reojo, re chismoso era, pero ¿quién carajo era este Victor?—. La otra vuelta lo crucé por ahí.

—¿Estaba con la flaca, che? —ay, boludo ¿De qué hablan estas? Den un poco de contexto porque estoy más perdido que turco en la neblina. ¿Es uno de los pibes con los que sale Amy o qué onda?—. La otra vez la piba se re zarpó, boludo.

—¿Qué onda con eso, che? —tiró, bien ahí, papá, te chapo toda, al fin me cae la ficha, la puta madre, pensé que me iba a quedar en el aire—. La Claudia dijo que cualquiera tiró. ¿Eso fue posta? Onda, la otra vez me ibas a contar y no me dijiste nada porque se coló el Pablo.

—Mirá vos, el Pato —ese forro, me re cargó, el muy boludo la conocía y no me dijo nada. Cuando lo cruce, le voy a ir al frente y le voy a tirar todas las puteadas juntas—. Encima la mina me largó que me había comido al novio y un montón de cosas más, justo en frente del Jorgito.

—El Jorgito era el morochito, ¿no? Ese que te chamuyaba —preguntó re curiosa. Yo estaba re atento igual, poniendo la oreja para escuchar qué onda—. Porque mirá, está el Jorge Romero, y después está el negrito, onda el Romero es un capo, me cae re bien.

—Mirá, estás re perdida vos, yo estoy hablando del Jorge, el pibe que siempre anda con Juan, ese que me está tirando onda mal —re confundido estoy. Con tantos nombres, me hago un quilombo bárbaro, pero bueno, pensá que ese Jorge sea el Hernán, ¿te imaginas? Me rapo toda la cabeza, me cago de risa por mis pensamientos, qué boludo que soy a veces—. El hermano de Jorge, el Hernán —la concha de la lora.

Te juro que estoy re harto de escuchar giladas, empecé a caminar más rápido para no enterarme de más quilombos. Posta, no quiero saber nada más porque capaz me entero de algo que no quiero. ¿Qué onda con el Hernán tirándole la onda a la Amy? Igual, sí, todos sabemos que la Amy es la mina más linda del barrio, pero corte ¿qué se cree el Hernán ese? Además de pelotudo.

Mirá al pibe ese que la pateaba, pero como si no quisiera romper nada, onda caminaba y pateaba la pelota como si la hubiera criado con él. Me dio un toque de risa verlo, el chiquito ni bola a nadie, re colgado en su mundo. Un suspiro re triste se me escapó, lo que daría por vivir unos minutos así, como si nada.

Voltee un toque viendo a esas minas, re distintas parecían. La rubia oxigenada esa, re asentidora, mientras que la otra; Amy, hablaba a los gritos y movía las manos como si estuviera bailando cumbia. No sé cómo hacía, pero era re copado, re tierno.

Dos toques en mi chomba me cortaron toda la onda de mirar a las minitas, y ahí estaba el pendejito ese, clavándome la vista. Le fruncí el ceño mientras lo miraba con una paja bárbara tratando de descifrar qué quería decirme con solo una mirada. Después señaló para la calle, parece que al boludo se le fue la pelota en plena ruta.

—¿Qué? ¿Queré’ que me mande a buscarla o qué, pibe? —el nenito me clavó la mirada un toque y después cabeceó—. ¿Qué onda, vo’ no eras sordo, loco?

—Algo capta, che —me enganché mirando a Amy de vuelta—. La otra vez le tiré de que si quería helado y, pum, la pescó al toque, parece que se maneja con leer los labios —le pasó el brazo por arriba a la rubia—. Pero bueno, debe tener una profe que la mueve.

—Y cuando queré’ aprende’ te manda’ al toque, y se te queda todo grabado —tiró Pomelo, esta mina se pone colorada hasta cuando respira, y con lo rubia que es, se nota más todavía —. Me pregunta las cosas y así, es buen alumno.

—¿Posta? —tiré, viendo cómo afirmaba—. Qué copado que sea así, entonce’ —me quedé re en blanco y después tiré una sonrisa, arrepintiéndome de lo que iba a decir—. Bien ahí que quiera aprende’, che.

La rubia iba a arrancar a hablar de nuevo, pero Amy le dio un toque en el hombro, y yo me quedé con la ceja fruncida, qué onda, re raras estas minas.

—Si siguen hablando, la pelota va a terminar aplastada por un auto y chau, no hay má’ —me di cuenta de que tenía razón—. Dale, pibe, te lo pide a vo’ —ahora que vos me lo mandás de una, miré a los dos lados antes de cruzar—. Re copado tu...

La posta es que no cazé una palabra después. A veces me siento re jodido para escuchar, como que mis orejas son más grandes que las de Dumbo y ni así me ayuda a escuchar bien cuando hablan bajito, pero bueno, Amy piensa que soy copado, así que la verdad me chupa un huevo lo que haya dicho después, ¿viste? Soy un capo.

—Agarrá, pibe —le tiré la pelota y el chabón me clavó una sonrisa que me llegó al corazón, te juro, me derretí viendo lo tierno que era ese guachín—. Decí gracia’ al menos —y me quedé ahí, cortado, haciéndome el gil mientras miraba las nubes—. Qué lindo está el sol, che.

—Está nublado —tira Amy, no te das una idea las ganas que me vinieron de mandarle una piña a esta mina—. Bueno, cada uno con su daltonismo.

—El daltonismo es cuando no podé’ ver los colore’ boluda —se burló Pomelo, la tipa me cae para el orto, pero ahora te juro que la re banco—. Lo que tiene este es un caso extremo de boludez.

—¿Qué onda, boludo? ¿Te pensá’ que somo’ amigos pa’ que te mandes esa? No flashee’, che.

—¿Y qué queré’ que te diga, loco? Si te metiste vos solito en el lío —te voy a cortar tu cabello trucho, vos te la buscás, rubia trucha—. Bancátela, pibe.

—Che, cortenla con el quilombo en plena calle —tiró la morocha, y nos volteamos hacia ella casi al mismo tiempo, loco—. El pibe está re manija de llegar a la plaza y nosotros acá boludeando en el medio de la calle.

—Y viste, boludo —apunté con la jeta hacia la rubia—. Mandale la posta, decile a Pomelo deje de joder.

—¿Pomelo? —se cagó de risa—. ¿Por qué le decís así, che?

—Hacé de cuenta que no existe este pelotudo —bufó mientras se arrimaba al hermano y le agarraba la mano—. Tengo unas ganas de recagarlo a trompadas que ni te cuento.

—Mirá —me acerqué a ella mientras casi le pegaba toda la jeta en la cara—. Probalo.

Me arrepentí al toque después, me metió una bifeada con la mano y encima tenía un montón de anillos, me re clavaron todos. Pero ni ahí me quejo, porque al final Amy se arrimó y me tiró el: “¿Tás bien, che?” Casi me muero cuando me miró la jeta, posta, sentí su aliento y todo.

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Perdón por no actualizar como por 3 días, onda; ahora actualicé, tenía el cap en mente los últimos días, o sea, literalmente tengo como 4 caps en mente más que me sé todos los diálogos porque me los repito onda loca, en fin. Tiene un re apoyo la historia, les amo, ¡muak!

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Delirios | Danilo Sánchez  | Matías Recalt Where stories live. Discover now