Capítulo 11

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Narrador omnisciente.

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Las violentas sensaciones recorrían el cuerpo de Daniela en una explosión aparentemente interminable hasta que, por fin, quedó laxa. Cuando se derrumbó, colgando de las cadenas, la cólera la inundó.

Las amenazas habían sido sometidas a la fuerza. La morena la había despojado de cualquier posibilidad de ocultarse, dejándola con una terrible sensación de desnuda vulnerabilidad.

María José se apartó de su sexo relamiéndose los labios. Le depositó un beso reverente en el
vientre, que todavía se crispaba con algún temblor secundario. Le acarició el monte de Venus con dedos suaves, besándole todo el cuerpo según iba subiendo.

-Eres hermosa. Todavía más que antes, Cherry.

Cuando estuvo de pie, la castaña no supo adonde mirar. ¿Al suelo? ¿A la cama? Desde luego, no a María José. Temía suplicar por más. Así que cerró los ojos, pero una terrible sensación de desnudez la azotó, y se le inundaron de lágrimas. Contuvo un sollozo. ¡Santo Dios!, aquel orgasmo había frotado su interior como si fuera un estropajo metálico. Se sentía limpia y tosca.

Respiró hondo, intentando controlar sus atolondradas emociones. Poché no tenía por qué saberlo.

La morena le soltó las cadenas con rapidez. Sus piernas parecían de goma y no soportaron su peso, haciendo que se desplomara en sus brazos. La atrapó y la llevó a la cama. Una vez que la depositó sobre el colchón, se arrastró por las sábanas hasta ponerla encima de su cuerpo, consolándola con una rítmica caricia arriba y abajo de la columna.

-No te contengas -la alentó.

Daniela negó con la cabeza, intentando controlar las emociones.

-Lo siento. Necesito tranquilizarme. Esto no es nada profesional.

-Es necesario. -Le sostuvo la cara en el duro calor de sus manos-. Los Amos esperan siempre una respuesta honesta. No mientas ni te contengas... o habrá un castigo. Debes sentir de verdad cualquier cosa que necesites.

Su voz era suave y consoladora, pero Daniela todavía quería meterse en un agujero. Tenía que dejar de llorar y de aferrarse a la morena. Pero lo único que pudo hacer fue enterrar la cara en su cuello y empaparse del exquisito aroma que emanaba. Se acurrucó más cerca. ¿Cómo podía consolarla cuando ella era el origen de su desasosiego? Pensaba la castaña.

-S-soy una maldita agente del FBI. Necesito ac-actuar como tal.

Era simple, Poché sacaba a la luz sus emociones. Daniela solía ser muy hábil conteniendo todo en su interior; tenía que serlo. Pero con la morena, no podía lograrlo.

María José le enjugó las lágrimas con la yema del pulgar.

-Lo eres. Esto es entrenamiento. Tienes que aprender a dejar fluir tu naturaleza sumisa. Eso es lo que requiere la misión.

Quizá, pero no había pensado en la misión cuando Poché apretaba la boca contra su sexo.

Había estado centrada en el placer, en que necesitaba más. Esa realidad la avergonzaba.

-Pero lo siento como algo personal. -Se incorporó y se sentó junto a Poché, estrechando las rodillas dobladas contra el pecho.

-Te sientes perdida y no estás acostumbrada. -Poché le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja-. Todo está bien. Te gusta ser independiente, te sentirás incómoda en una relación de dominación y sumisión hasta que aprendas a dejarte llevar y a confiar en mí. Te ayudaré. Recuéstate. -Con una mano suave, pero insistente, la obligó a tumbarse sobre la espalda-. Ahora, respira conmigo. Inhala...

María José le enseñó, recostada a su lado, a tomar el aire profundamente por la nariz, Daniela la imitó.

-Ahora, suelta el aire. -la morena expulsó el aire hasta que se vaciaron sus pulmones y los hombros cayeron. Otra vez, Daniela hizo lo mismo. Por sorprendente que pareciera, comenzaron a secársele las lágrimas.

Una sensación de calma la inundó. No duraría. Tenía que escalar montañas con esa misión... y con Poché. Pero, en ese momento, se sentía más decidida que en los últimos meses, quizá que en años. Pero también se sintió más conectada a la morena que a ningún amante. Antes de que las campanas de alarma resonaran en su cabeza, Poché rodó hacia ella, cubriéndola con la mitad de su cuerpo y apresó su boca en un beso lento y reverente. Fue interminable y profundo. No buscaba excitarla. Daniela tuvo que combatir el deseo de perderse en su abrazo y aferrarse a la morena. Quería relacionarse con ella otra vez en todos los aspectos.

Aquellos sentimientos no iban a ninguna parte. Poché la entrenaría y desaparecería de su vida. Tenía que estar preparada para fingir una respuesta apropiada para York o cualquier otro Amo que la sometiera.

Rompió el beso y se levantó, rezando para que las piernas la sostuvieran.

-Necesito un minuto, por favor. Luego volveremos al trabajo. -Trató de coger la ropa del suelo de cemento.

Poché la agarró antes de que lo consiguiera y la apretó contra su cuerpo.

-Cuando estás en mi mazmorra, en la mazmorra de cualquier Amo, no puedes vestirte más que con lo que se te permita. Si tienes que ir al baño, te facilitaré una bata. -Dejó la ropa en el armario y le ofreció una prenda de seda color crema. No era transparente, pero se aferraba a cada curva de su cuerpo, en especial a los doloridos pezones. Daniela cruzó los brazos sobre ellos. Chasqueando la lengua, Poché la obligó a bajarlos.

-No me ocultes tu cuerpo.

La morena le meció un pecho con la mano, estudiando el hinchado pezón a través de la seda. Un nuevo deseo atravesó el cuerpo de Daniela. La mente le decía que debería de apartarse. Estaba comprometida. Ninguno
de los suaves roces que Poché le prodigaba formaban parte del entrenamiento. Pero a su
cuerpo no le importaba. La deseaba.

-Sí, María José.

-Muy bien, Cherry.

En recompensa, separó las solapas de la bata, colocándolas a ambos lados de los pechos y
dejándolos expuestos. Entonces, se inclinó y besó un pezón antes de succionarlo y morderlo suavemente. La punta se hinchó y sensibilizó. Luego hizo lo mismo con el otro, y el placer se unió al deseo que sentía entre los muslos.

Cuando ella se arqueó en silenciosa ofrenda, la morena le cubrió los pechos y la hizo girar hacia la puerta.

-¿Todavía necesitas unos minutos a solas? -le murmuró al oído.

Poner distancia entre ellas era una buena idea, pero ya no lo necesitaba. Sin embargo, ¿era realmente inteligente experimentar toda esa pasión otra vez cuando pensaba casarse con otra persona? Alguien como Brad, a quien su padrastro aprobaba, que compartía el mismo deseo que ella de formar una familia y tener niños. No la satisfacía en la cama y nunca utilizaría el sexo para controlarla. María José lo haría cada minuto del día. Suspiró. Quizá debería satisfacerse ella misma en el cuarto de baño el latido que palpitaba entre sus muslos y regresar con nuevas fuerzas y la cabeza más clara.

-Sí, María José.

-Tienes diez minutos. No te masturbes. Si lo haces, recibirás veinticinco azotes y te privaré del orgasmo. Y eso sería una vergüenza... -Sonrió como si supiera que había frustrado sus planes.

«¡Que hija de puta!»

La quería a su merced por completo. ¿Por el caso... o por sí misma? ¿Estaba sólo entrenándola para la misión? ¿Querría hablar del pasado para aclarar las cosas de manera que el mutuo entendimiento requiriera menos esfuerzo y el entrenamiento fuera más fluido? ¿Era aquello algo personal para Poché? Las caricias parecían decir que sí. Daniela no podía más que preguntarse por qué. ¿Qué iba a hacer, ahora que tanto la chica asustada que había sido como la dolorida mujer que era querían aferrarse a Poché y pedirle respuestas a todas sus preguntas?

Daniela respiró hondo y abrió la puerta de la mazmorra. Para su absoluto horror, Brad estaba justo delante de ella.





















Continuará...

Qué creen qué pasará... Lxs leo 👀

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