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"Si hay más vidas después de esta, espero tener la suerte de coincidir contigo en cada una de ellas." Mi voz inundó nuestra habitación.
Estábamos tumbados en la cama con la mirada clavada en las maderas del techo, llevábamos unos minutos así, sin hacer nada, de vez en cuando uno de los dos soltaba un verso. A veces no tenían sentido, otras tenían demasiado, a veces hacían reír, otras te hacían reflexionar.

"Porque..." Erwin levantó su brazo izquierdo, como si quisiera tocar los tablones. "Hasta el silencio es música, si es contigo con quien bailo."
Yo sonreí mientras elevaba mi brazo derecho para juguetear con sus dedos en el aire. "Ese es bueno." Dije mirándolo. "Me suena."

Él se rió. "Es que es tuyo." Contestó mientras apartaba su mirada de nuestras manos, para posarla en mi. "Lo leí el otro día en una hoja que se te cayó del diario." Fruncí el ceño. "Se me quedó en la mente."

Nuestras manos se entrelazaron en el aire para después bajar lentamente hasta descansar en el colchón. Llovía afuera del cuartel, las gotas chocaban contra el tejado generando un sonido de ambiente. Dentro se estaba bien, dentro encima de la cama y a la vera de mi persona favorita se estaba bien.

"Cariño, ven, te llaman mis brazos, quieren hablarte de amor, del verdadero, del eterno, de ese que se confiesa con besos y se demuestra con acciones." Cuando terminé de recitar el verso, Erwin se abalanzó encima mio en un abrazo. Acercó su rostro al mío y juntó nuestros labios en un largo beso.

Al separarnos se quedó unos instantes mirándome. "Eres..." Habló con su profunda voz. "Eres imperfectamente perfecto, Levi Ackerman."  Yo sonreí con la mirada.

"¿Cómo es eso posible?" Seguí, ignorando el rojo de mis pómulos.

"Cada parte de ti, cada fracción, cada rincón de tu cuerpo, cada...mínimo detalle que esconde tu expresión." Fui preso de la vergüenza, mis manos taparon mi rostro, intentando ocultarlo. "Eres perfecto." Dijo en un susurro cerca de mi oído. 

Aparté su rostro con delicadeza. "Erwin para." Dije entre risas.

Él se incorporó sin dejar de sonreír.

"Ojalá pudiera capturar este momento". Dijo sin dejar de mirarme. Mi rostro se tranquilizó y mis ojos se posaron en la mirada perdida de Erwin.

Habríamos seguido así, si no fuera porque había trabajo que hacer. Los dos bajamos a su despacho, teníamos que esperar a una carta de la capital que avisaría de si se iba a dar acabo una misión con los refugiados o no.

"¡Erwin!" La voz de Hange se escuchaba desde el pasillo. "Ya ha llegado la carta." Aviso al entrar porfin en la habitación.

Dejó el sobre encima del escritorio y se sentó al lado mio, esperando a que Erwin abrirse la carta.

"Puff..." Un sonido se escapó de su boca, rompiendo el silencio de la habitación, mientras se levantaba de su silla y se acercaba a nosotros para darme la hoja.

La leí detenidamente, en ella decía que el gobierno central iba a lanzar una campaña para retomar el muro María con los refugiados.

"Morirán todos." Dije mientras le pasaba la carta a Hange para que la leyera. "Es una pena..." Me daba pena la gente que iba a morir, pero me daba más la que se iba a quedar. Todos los niños que iban a perder a sus padres, hermanos, tíos, abuelos...

"Por lo menos su sacrificio servirá para mejorar la escasez de alimentos, aunque sea un poco." Mire a Erwin, quien hablaba apoyado en una pared del despacho.

"Los van a usar de carnaza, los ven como un estorbo." Dijo, por fin, Hange. "La manera más fácil de deshacerse de ellos es fingir que pueden volver a tomar el muro María."

Diario de un poeta || EruriWhere stories live. Discover now