¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los Vogrincic; una familia noble. Con una gran reputación que cuidar.
Nacidos en cuna de oro y con el mundo a sus pies. Criados con la misión de seguir con el legado familiar, con el legado de la sangre pura.
Todos conocedores de su poder. Teniendo empresas, casas por doquier, una pareja noble al igual que ellos. Una familia perfecta.
Su destino estaba escrito en puño y letra, escrito en una hoja dorada y guardada como el tesoro. Era la base que sostenía el hilo de su destino.
Para Enzo; tener el apellido Vogrincic era una maldición. Porque significaba estar atado de manos contra tu destino.
Estar obligado a caminar en el camino que tu familia trazó.
Ser un profesional, tener una pareja de una familia noble, tener hijos e inculcarles el legado. Todo estaba ya escrito.
Era una mierda.
Desde niño, escuchó las palabras “nobleza” y “pureza” por doquier.
Escritas y habladas para que esté siempre en su cabeza, clavada ahí hasta la adultez.
Su padre siempre le repetía lo mismo desde que tenía memoria; legado, tradición, posición social, fama. Solo eso importaba.
Lo demás, era una tontería sin importancia.
Una persona sin sangre noble, debía ser desechada como basura.
Y una persona de familia pura, debía ser esposada con su familia.
Enzo no podía creer que ese era su destino. Tampoco podría creer que cosas tan erróneas aún existían en pleno siglo veintiuno.
Pero, la familia Vogrincic se caracterizaba por estar viviendo aún en el pasado. Donde todo era poder y sangre pura.
Enzo, por su parte, no quería seguirle el juego a su familia.
Tal vez su madre se dio cuenta cuándo rechazó por primera vez una propuesta de matrimonio con la hija de una familia noble teniendo catorce. Y lo aceptó.
Ella lo aceptó, con una sonrisa en el rostro. Y le dijo que, desde siempre, había sabido que él sería diferente a sus hermanos. Que tendría la valentía de contradecir a la familia.
Así, Enzo Vogrincic se volvió la oveja negra de su propia familia.
Su padre le costó aceptarlo en un principio. Intentó de todo. Estudios en el extranjero, reuniones con inversionistas y personas de alto rango, más propuestas de matrimonio.
Pero, Enzo nunca cayó en su juego.
Y su padre se dio cuenta de que su propio hijo, al que consideraba su próximo heredero; un alfa de sangre realmente noble, no jugaría el rol que la familia había asumido por años.
