Capítulo 2: Desafíos

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Las manecillas del reloj arrastraban el tiempo con una lentitud burlona, como si se deleitaran en prolongar la espera de Serina. Podría haber continuado con su lectura, sumergiéndose en las páginas del libro que yacía abierto ante ella, pero el reciente encuentro con aquel muchacho la había dejado más alterada de lo que hubiera deseado admitir. Su mente divagaba entre las palabras no dichas y las respuestas que podría haber ofrecido para salir airosa de aquel breve enfrentamiento.

El tintineo de la campanilla rompió el silencio, y Serina vio entrar a su hermana mayor. Lo primero que notó fue la gorra negra que Luna llevaba, una de las suyas, evidentemente tomada sin permiso.

—Tienes cara de querer asesinar a alguien. —soltó su hermana desde la puerta, con una sonrisa pícara.—Supongo que has llegado a la parte de la novela en la que muere el prota y ahora tienes sed de sangre del autor.

El semblante de Serina cambió repentinamente delatando su frustración, y Luna supo de inmediato que había hecho un spoiler involuntario e hizo una mueca.

—Me acabas de arruinar la historia por completo. Muchas gracias. —gruñó Serina.

—Ups, supongo entonces que ahora tendrás sed de mi sangre —bromeó Luna.

Serina recordó entonces la verdadera razón de su mal humor y rodó los ojos.

—En realidad, ha entrado un imbécil en la tienda. —le explicó Serina, compartiendo el encuentro con el misterioso joven.

—Es chocante ver una actitud tan hostil viniendo de un suministrador. Son precisamente ellos quienes eligen este trabajo porque aspiran a ser como nosotros. —comentó Luna reflexivamente— Pero a la vez, me intriga un personaje como ese. La próxima vez que venga, avísame. Quiero ver si conmigo se atreve a tener esa actitud.

—Sinceramente, espero que no vuelva por aquí— murmuró Serina.

—Bueno, cambiando de tema —dijo Luna mientras se acercaba al mostrador y le lanzaba un libro titulado "El árbol de la ciencia" de Pío Baroja.

Serina la miró con escepticismo.

—Sabes que esto no es una biblioteca. Los libros aquí se compran, no se prestan— le recordó Serina.

—Oh, vamos, Marlene es como de la familia. No creo que le importe, y aunque así fuera, ¿qué va a hacer? ¿Decirte algo? Sabes que te adora — argumentó Luna.

Era cierto, Serina solía provocar ese tipo de reacciones en la gente debido a lo responsable que era, algo inusual en un mundo donde la responsabilidad escaseaba.

Decidiendo ignorar el comentario, Serina continuó:

—Este libro ya lo habrás leído unas tres veces. Nadie va a querer comprarlo si lo ven tan usado.

Luna soltó una carcajada.

—Lo dices como si este sitio fuera muy demandado —se burló— Además, me siento muy identificada con el personaje de Andrés Hurtado. No he podido evitarlo.

Serina la miró mientras Luna se sentaba de espaldas a ella en el mostrador. Llevaba un chupachups rojo en la boca que había dejado en sus labios un efecto similar al de un pintalabios. Las sombras de sus ojos eran oscuras y ostentosas, resaltaban con su piel pálida y su cabello castaño oscuro, creando un contraste intrigante. Eran físicamente muy diferentes, técnicamente no eran hermanas completas. Luna era hermana por parte de su madre, fruto de una relación previa con un hombre de identidad desconocida antes de conocer a su padre. También tenía otro medio-hermano que no conocía, que al parecer vivía en otra ciudad subterránea. Luna era más cercana a Serina, habían estado siempre juntas. Le gustaba su espontaneidad y valentía, también su parte alocada aunque a veces era excesiva… Sabía que por eso mismo había hecho el comentario del personaje literario. Sacudió la cabeza para despejar aquel último pensamiento.

El precio de la eternidad #PGP2024Where stories live. Discover now