Capítulo 20

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Justo cuando iba a bajar y entrar de nuevo en mi estancia vi algo fuera de lo común. Una gran multitud de sombras se aproximaban por el agua, viniendo directamente a la zona del palacio. Se veían lejanas, pero avanzaban a una velocidad extraordinaria. Bajé y cerré la ventana. Me dirigí a toda velocidad a la salida, tuve suerte de encontrarme a Necros nada más asomé la cabeza. Estaba vigilando la zona, por lo que parecía. Lo llamé y se acercó a mí.

- ¿Le ocurre algo, señorita?

-Creo que es hora de avisar al ejército. ¿Han llegado las ayudas de las Islas? -Asintió y esperó unos minutos más para ver si le decía algo más-. ¿Las del sur también? -Hizo un gesto de afirmación.

-Contamos con las provisiones de Ledon Haven, por si le interesa.

-Bien. Ve y diles que el bando contrario se acerca. Que preparen sus mejores ases; no se necesitan muchos guardias tampoco, llama a unos cuatrocientos.

No sabía si recibiría a alguien, por lo que me puse unos simples pantalones negros a juego con una camisa del mismo color. Agarré una capa verde con capucha, que tenía mi nombre grabado en hilo dorado, y coloqué la vaina de la espada alrededor de mi cintura. No perdería la oportunidad de enfrentarme al lado de mi querido pueblo. Antes de salir, até mi largo cabello en una trenza improvisada. Varios guardias se me quedaron mirando e incluso me siguieron, pensando que no me daría cuenta de su presencia. Miles de guerreros rodeaban la frontera de la Corte. De mi Corte. Un hombre alto y de brazos fuertes cruzados permanecía inmóvil; una máscara le tapaba el rostro, dejando a la vista solo parte de su barbilla. El pelo lo tenía cubierto por una capucha, al igual que yo.

Pasé en medio de todos, decidida. Al principio creí que con quién hablaría era Zain, pero al darme cuenta de que su piel era de un tono moreno mis sospechas se disiparon; aunque este sí se encontraba detrás del hombre. Las expresiones de los dos cambiaron a unas de sorpresa. No creo que se esperasen que saliera yo, a pesar de ser casi irreconocible con la tela tapando parte de mi rostro. Puse mis manos en mi espalda y levanté bien alto la cabeza cuando quedé delante de ellos.

-Zain -miré al del antifaz. No dije nada, solo asentí-. No es ningún placer volver a verte, déjame decirte. -Él rio fuertemente.

-Yo tampoco me alegro, Freya. Es una sorpresa verte sola. ¿Qué le ocurrió a tu padre? -Puso una mueca de tristeza bastante irónica-. Ah sí, le cortaron la cabeza.

Sus carcajadas no serían tan audibles si volvía a burlarse de la muerte de Dersan. El de brazos cruzados golpeó ligeramente con el codo al ser azul, diciéndole de alguna forma que se centrase.

-Ese no es el tema. -Declaré, seria.

-Claro que no. Pero debo hablar con algún rey o reina, no su representante. ¿No te ha quedado claro?

-Por si no lo sabías, tienes delante a la gran reina de Dowland.

Se tensó y sus ojos se abrieron como platos. Una sonrisa ladeada tironeó de mis labios. Espera. Si el rey de Feartless había venido y dice que tiene que hablar con alguien a cargo del trono y no con el representante... El enmascarado era Heskel. Este pareció darse cuenta de que lo miraba, por lo que aparté la vista y la dirigí de nuevo a su hermano.

- ¿Qué necesitas?

-No me gustaría iniciar esta guerra. -Ahora fue mi turno de mostrar algún sentimiento. Fruncí el ceño. Era él quién me envió a decirle todo a mi padre-. Supongo que no lo sabrás ya que no asististe a la reunión, pero si tu pueblo y tú cumplís estas condiciones de nuestra parte, es probable que todo se evite.

Permanecí en silencio. Retiré la capucha de mi cabeza. Le indiqué que hablase. Pero no escuché su voz, sino la del rubio.

-Lo primero sería destruir vuestra corona hecha a base de sangre de Feartlaneses. Luego, queremos que nos cedas los territorios de las Islas más próximas a nosotros. -Levanté una mano, frenándolo.

La TraiciónWhere stories live. Discover now