12

1.1K 149 39
                                    

.

.

.

.


—Así que, Eva —dijo Alastor, caminando hacia una silla—. Estoy esperando.

—Te llamas caballero y no sientes compasión por una anciana —respondió Eva con un deje de sarcasmo en su voz.

—No eres una anciana.

Eva se levantó tambaleándose ligeramente, sintiendo el peso en sus huesos frágiles. Apoyándose en su espalda, se acercó a la silla frente a la reina.

—Es una pena, como pájaro, te veías más adorable —continuó burlándose Alastor—. Verte ahora es realmente lamentable. No entiendo por qué no te gusta esa forma.

—Quién sabe... —respondió Eva indiferente, mientras conjuraba una tetera junto a tazas de té—. ¿Cómo ha estado tu hija?

—¿A cuál de las dos te refieres? —preguntó Alastor.

—La más normal.

—Demia—

—La otra —interrumpió Eva, vertiendo el té con destreza. El nombre de la otra mocosa estaba prohibido para ella.

Alastor esbozó una sonrisa irónica, mientras sus ojos se tornaban en diales.

—No creo que tengas interés en saber nada de Charlie— dijo, deslizando un dejo de veneno en sus palabras—No desde que fallaste en la única tarea que tenías. 

Eva permaneció en silencio, sintiendo cómo la rabia se deslizaba por su garganta. ¿Acaso la perra del rey creía que sus poderes respondían a su voluntad? Incluso levantarse era un logro diario en su situación; con su cuerpo, apenas podía moverse.

Tampoco era culpa suya que la idiota de su hija no hiciera caso a sus predicciones y fuera tan despistada. Era un verdadero peligro ambulante, y cuidarla se había convertido en una tarea casi imposible. Le había advertido que no regresara al cielo, la había vigilado de cerca en la forma de esa estúpida ave, le había instado una y otra vez a mantenerse alejada de Lilith y de la otra rata con alas. Sin embargo, una y otra vez, era subestimada, la trataban como a una vieja loca y continuaban haciendo lo que les daba la gana.

—Bueno, dejando eso de lado —siguió Alastor, dando un sorbo de su té—. ¿Hasta ahora qué sabes?

Eva lo miró por unos instantes antes de chasquear los dedos para invocar un espejo.

—Te dije que si no me beneficiaba, no tenía por qué tomar este trabajo —repitió—. Mi único deber es mantenerte al tanto de lo que sucede en este lugar y cuidar a tu primera hija. Sin embargo, cuando busqué entre mis libros, recordé que leí algo similar cuando aún estaba en el cielo.

—Sigue —ordenó Alastor.

—Al principio pensé que tu familia finalmente se estaba volviendo loca, pero me di cuenta de que realmente existe algo de lo que mencionaste. Cuando estábamos en el cielo, Dios dijo algo acerca de que dejaría que los humanos tomaran decisiones, pero vivirían por siempre con las consecuencias de sus actos de una u otra forma.

—Entonces era cierto —susurró Alastor, mostrando interés.

—Junte eso con las teorías de los universos alternos —dijo Eva, señalando un punto en el espejo—. Y al final la única conclusión es que para todo existe una línea primaria, podría considerarse una realidad original. Cada vez que ocurren anomalías, esa realidad cambia, pero sigue siendo influenciada por la realidad original. 

Eva comenzó a trazar líneas que partían del mismo punto en el espejo.

—Eso no es nada nuevo para mi—respondió Alastor—. ¿No lograste averiguar nada más?

Un giro inesperado [AppleRadio] Omegaverse AUWhere stories live. Discover now