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Como cada sábado protegían como gusto pasarla entre ellas, salían al centro comercial o alguna atracción de parque gracias a que a Nami aun le divertían los juegos de carpas o como es más en su mayoría se quedaban en la casa de la menor. Zoro salía en turno tarde por la universidad y Luffy probablemente recurra a hallarse con Law, asi que otra vez decidieron ver películas, y para la sorpresa de Robin es la misma de princesas que le gusta a su omega

La princesa y el sapo.

La cabeza de la retozona Nami yacía en el hombro de la alfa. Las respiraciones de ambas eran tranquilas mientras atisbaban con atención el final de la película, a la vez quecomían las palomitas que se encontraban a un lado de la pareja.

Robin sonrió al vislumbrar a su omega sorprenderse en la última escena del villano como si nunca lo hubiera esperado, sabía que la pequeña era una total adicta a Disney, y no podía negar que las mismas hazañas típicas que se dan en la cinta la estaban hartando, sin embargo si a su novia aun le gustaba pese a su edad, Robin la acompañaría porque con verla feliz es más que suficiente.

La sonrisa de la pelinaranja era preciosa. Cuando sus encías mostraban y sus ojos formaban media lunas, la alfa juraba que estaba viendo un amuleto de felicidad encima de una nube del cielo, porque ella era tan malditamente preciosa que con caso acto suyo la conmovía hasta recibir las ganas de llorar.

Pero Robin no lloraba desde el día en que su novia la vió hacerlo por perder un partido contra un equipo prestigioso, recuerda cuando la omega también con lágrimas en sus ojos grandes le dijo que no se ponga triste, ahí la alfa también supo que Nami era diferente, al igual que sensible.

Cuando siente a la pelinaranja removerse a su lado sacando la película, Robin sale de su trance, atisbando con detenimiento los pasos de Nami. Ella saca el disco, y vuelve caminando hacia Robin tirándose a su costado con pereza y tomando el control para ver canales al azar, formándose un leve silencio en el momento.

—Robin...chan...—murmura la omega de repente obteniendo al segundo el miramiento de ésta, Nami en esta ocasión se veía con un semblante cabizbajo lo cual le dió extrañeza. —. ¿C-Crees que debería cambiar mi actitud?

El ambiente se hizo mudo por un momento.

Robin arqueó una ceja armando una respuesta en su cabeza, sin usar palabras bruscas y con los hombros tensos paseó las frases por los labios.

—¿Quién fue está vez? —preguntó claramente en un tono dudoso y molesto. La menor tragó un poco de saliva pero no por miedo, ella conocía mucho a Robin y sabe que es incapaz de dirigirse a ella con una línea despectiva y tosca pese a que se halle enfada. De repente la alfa tomó un suspiro buscando tranquilizarse—. Mi amor, Nanita, sabes mi respuesta ¿verdad?

Le pregunta y la omega asiente levemente.

—Sí, Robin...—susurra jugando con sus pequeñas manos, aun la televisión estaba prendida.

—Bien, Nami, te lo volveré a decir pero mírame a los ojos cuando te lo digo —y como la alfa dictó, Nami la atisbó fijamente en sus orbes color naranjita. —. No necesito que cambies tu actitud, creeme que en realidad estoy enamorada de todas tus facetas.

El dedo de la alfa tocó la pequeña nariz de la omega obligándola a reír.

—Amo que seas a veces perezosa, me gusta llevarte cargada en mi espalda desde la escuela cuando puedo —espetó dejando un beso en su frente. —. Amo tus quejidos, son dramáticos pero especiales para mí.

La omega sentía su corazón palpitar y sus rechonchas mejillas hervir.

—Tus chillidos te hacen única, bebé, no necesito que cambios ¿si? —posa sus labios por la coronilla de la más baja llevando su mano hasta donde de encontraba su corazón. —, toda tu actitud es vida para mí, porque estoy orgullosa de tener a una omega diferente a los demás y que sea propia.

Y como último le da un beso en los labios, uno suave y necesitado por parte de Nami. Cuando el aire faltó, ellas se separaron quedándose viendo a los ojos firmemente, se percató que los de la omega brillaban y Robin supo que quería llorar.

—Eres mi sapo, Robin-chan... —inquirió, yéndose a colgar de ella con un abrazo fuerte sentándose en su regazo, por la cual la alfa no dudo en soltar caricias por su espalda fortaleciéndola. Quería que toda inseguridad disipe.

—¿Por qué sapo? No soy tan fea. —comenta arrugando un poco el ceño y Nami ríe levemente aun escondida en su cuello. —. Es más, soy una alfa aun codiciada pero con omega, claro. La cosa es que no soy fea, mis gafas me hacen ver genial.

Nami sale de su escondite y otra vez la encara posando las manos en su pecho.

—Porque a pesar de tu ego elevado y tu torpeza en ocasiones te preocupas por mí—le dice robándole un beso en la mejilla rápido a Robin—. Y no seas asi, el príncipe Naaven era muy bonito, pero se volvió sapo y luego nadie lo quiso a excepción de Tiana. Robin-chan, te estoy diciendo que aunque seas un sapo asi todo baboso y verde ¡te quiero! ¡lo digo en serio!

Robin parpadeó.

—Entiendo tu punto, y yo también te quiero bebé —lleva sus manos y las entrelaza con las de la omega sacándole una sonrisa. —. Pero si somos sinceras, Tiana es fea, tu eres más bonita.

Nami hizo un puchero.

—Lo sé... —barboteo la menor—, tú me haces sentir asi.

—Y lo eres, te lo juro por el dedito. —Robin extendió su meñique y Nami también lo hizo.

—¿Prometes que siempre seré bonita para ti, Robin?—pregunta ella con desdén.

La alfa asintió sin dudar.

—Prometo que siempre serás linda para mí.

Y ambas, alfa y omega sellaron el pacto con amor cruzando sus dedos mientras juntaban sus frentes.