II: Vogue

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Rosalba era una persona curiosa, no era demasiado entrometida pero siempre había tenido cierta atracción por la vida de las demás personas.Aquel interés le permitió entablar relaciones amistosas lo suficientemente fuertes como para que el secreto de sus reuniones no se hubiese filtrado en la esfera de la élite más comercial.

Rosalba era curiosa y en las últimas semanas se encontraba totalmente intrigada por la razón que hizo a su amigo mudarse de la antigua casa en el bosque que tanto le encantaba.

Ahora Alastor vivía en un suburbio que; para empezar, era totalmente nuevo (A Alastor jamás le interesaban las cosas modernas, él estaba seguro en lo arcaico, aquello que guardaba memoria cuando era adquirido); segundo, estaba algo lejos de la finca de Frank y Rosie, lo que hacía que sus encuentros de té se retrasasen un poco más de lo habitual (A Alastor le molestaba la impuntualidad, por ello, no era propio de él acostumbrarse a demorarse); y por último, el hombre de lentes había ...¿cómo decirlo?, había sido más prolífico en su arte de la cacería.

El refrigerador de Rosie estaba lleno y estaba segura que el de Alastor también.

¿Emplatar corazones negros sin un motivo?, la mujer de piel lino necesitaba conocer el argumento detrás del actuar de su compañero.

¿Y qué mejor manera de meterse en temas ajenos que una visita al hogar de su aliado?

Tocó la puerta con la misma elegancia con la que lo hacía en los enormes portones de su casi palacio, esperando con una sonrisa perlada.

Sus obsidianas estaban listas para rastrear cualquier información que pudiesen arrancar de la figura de su amigo.

Alastor abrió la puerta, sonriéndole de una forma más tiesa que la usual, parpadeando varias veces como si quisiese verificar que quien veía ante él era realmente Rosie.

—¡Querido Alastor!, amigo mío, te he estado llamando toda la mañana para invitarte a un delicioso almuerzo —Saludó la mujer, acomodando un mechón necio que se había librado de su pulcro peinado y señalando una canasta de mimbre en la que cargaba el desayuno.

Eran las 9 de la mañana después de todo.

—Pero me parece que tú teléfono fijo no ha sido instalado de la manera correcta porque no entraba ninguna de mis llamadas, por eso he decidido venir yo misma para que podamos pasar una amena mañana juntos—Aclaró con parsimonia, observando cautelosamente el interior del nuevo departamento de su socio.

Lo único que Rosalba logró identificar fue un sillón vino de la sala y la cocina del mismo color sangre (¿coincidencia?) que se encontraba en el fondo.

—¿Puedo pasar?— Interrogó la de cabello mármol con cierta aura de autoridad, sabía que en ella había algo que impedía a Alastor desobedecerla.

—Claro que sí, querida amiga mía—Agregó el más alto, haciendo una reverencia cuando su compañera pasó por el portón de su nueva residencia.

Rosie analizó cada detalle de los primeros espacios de la casa de un piso: un recibidor compuesto de una sala estilo clásico tipo Luis XV elaborada en madera de cedro y de tela de brocado con una mesa chica donde se paraba orgulloso un lindo florero con orquídeas en tonos cerúleos, delphiniums blancos y flores perrito en colores ígneos.

—Realmente deberías hablar con el eléctrico porque esa falla podría generar muchos problemas por falta de comunicación— Continuó como una madre preocupada y hasta cierto punto exigente mientras pasaban al comedor de cuatro sillas y una mesa de madera con mantel de encaje. El mantel seguramente había sido una obra de la madre de Alastor, pues había una "M" cursiva bordada con hilo morado brillante.

Never as Good as the First Time𓇼 ⋆。˚ 𓆝Where stories live. Discover now