16

25.3K 1.4K 56
                                    

Un poco encogida por el frío que estaba sintiendo, se acercó con pasos saltarines hacia la puerta que debería de estar abierta y no cerrada, como había hecho Donovan. Allí, pudo ver a través del cristal pequeño, como el hombre se acercaba hacía ella con una media sonrisa en el rostro y simplemente unos calzoncillos como única vestimenta. 

Suspiró con fuerza y pesar al notar como todo el bello de su cuerpo, se erizaba aún más a causa del deseo instantáneo que sintió con aquella magnifica vista. Por suerte, que pensara que era por tener frío, cosa que ya no sentía con aquel panorama.

-¿Acaso has nadado con el camisón puesto? –Preguntó éste nada más abrir la puerta y observarla detenidamente de arriba abajo sin dejar ni un centímetro de su cuerpo olvidado a la vista.

-No – Respondió escueta y pasando por su lado, para poder entrar dentro sin lograr evitar el que sus cuerpos se rozaran si el muy paleto se había plantado en medio del hueco de la puerta. Logrando con aquello, que su cuerpo prendiera fuego con él calor que desprendía el de él. Que bien olía su champú... Pensó en silencio y un tanto nerviosa al evitar a cada milésima de segundo, de no mirar más abajo de los hombros de éste. Aquello le confirmaba que no utilizaba pijamas-. Simplemente no me llevé ninguna toalla.

-Ni tampoco ninguna bolsa para que no se te mojara la férula del dedo –Soltó con cierto fastidio, cerrando la puerta en un instante y volviendo a conectar la alarma a modo nocturno para después agarrarla del brazo y conducirla a una silla de la cocina y sentarla allí de un fuerte empujón.

-¿Pero qué te crees que haces? –Comenzó a protestar de forma inútil.

-Quédate ahí sentadita sin protesta alguna –Soltó con orden tajante.

-A mí nadie me dice donde debo sentarme –Se fue a levantar de la silla, pero Donovan se acercó a ella dos pasos con mirada dura.

-Escoge la silla o encima de la encimera de la cocina –Habló con los brazos en la cintura y sin dejar de mirarla a los ojos sabiendo lo que significaba aquello-. Pero hay que cambiarte esa férula.

-Soy mayorcita para ello –Alzó su cuerpo con cierto orgullo, para hablarle con tono prepotente-. Agradezco tu ayuda, pero tengo de recambio en mi maleta.

-Gracias por nada –Resopló frustrado-. Quédate ahí quieta como te dije, ahora mismo vengo con esa férula nueva –Volvió a ordenar con tono serio mientras salía de allí.

-Será imbécil –Insultó completamente indignada y descolocada por la actitud tan diferente que le mostraba a minutos anteriores desde lo alto de la ventana.

-Te eh oído –Se quejó éste con un susurro y volviendo asomar su cabeza en aquella estancia-. Ahora mismo vengo –Y volvió a desaparecer.

-Me importa un pepino –Replicó una vez más ella en un pequeño gruñido, sin querer despertar a nadie de la casa y que los encontrara allí aquellas horas de la madrugada.

-Mierda... -Susurró reclinado en el suelo ante la maleta de Silvia.

 Desde lo alto de la ventana no había podido apreciar que su ropa de dormir se hallaba mojada, y hasta que no se había acercado a dos pasos de ella no había notado que encima era como si no llevara nada y ésta no se había dado cuenta, otra vez como ocurrió aquel día con la camiseta verde y que acabó con su dedo accidentado. Y encima, ahora estaba reclinado delante de su maleta teniendo que apartar sus braguitas de encaje para buscar la puñetera férula.

 Aquello era horrible, ahora sabía que todos los días llevaba ropa interior sexy para trabajar. Nada de tejidos de algodón como solían llevar muchas mujeres de allí en los ranchos. Todo aquello iba acabar con él. No creía que su presión arterial pudiera soportar tanto.

Aprendiendo A Seducir COMPLETAWhere stories live. Discover now