XXII

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Apenas eran las siete de la mañana, cuando despertó tras haber dormido cerca de tres horas a lo máximo, a causa de los ruidos que hacían los niños de Elisabeth, en el pasillo.

Tenía el cerebro demasiado saturado, necesitaba antes que nada un café.

Con su camisón de algodón, pelo aleonado y refregándose los ojos, pasaba por el marco de la cocina minutos después, cuando sus pies se clavaron en el suelo. Allí, con cara de haber dormido como un bebé, se hallaba un Donovan clavando sus dientes en una deliciosa tostada de fresa que preparaba Camila.

¡Joder, y ella de aquella guisa!

-¡Buenos días preciosa! –Saludó Camila con su tono cantarín de siempre-. Mis sinceras felicitaciones –soltó feliz con un guiñó de ojos-. Tu madre me ha puesto al día de los nuevos acontecimientos.

-¿De todo? –Alzó una ceja inquisitiva, al ver como el hombre aún no había abierto la boca, sino que seguía con la mirada fija en ella, marcando su ceño algo de lo más normal.

-Sí -rió la mujer, ajena a lo qué ocurría entre ellos dos-, incluso de las tonalidades por las que pasó el rostro del Alex, al darle tú... -Rió más fuerte-. ¿De verdad que se lo merecía el pobre? –Siguió riendo, mientras le servía su café junto al de Donovan.

-Y creo que me quedé corta, pues no pude soltar toda mi adrenalina –Rebufó, yendo a sentarse al lado de su vaquero, quien por su asombro seguía con la misma actitud-. ¿Dónde están todos? –Preguntó extrañándole lo solitaria que se veía la cocina, con toda la gente que había aquellos días en la casa.

-Los están bañando –Rió Camila-, ayer llegaron agotados y sucios, pero no tuvieron corazón de despertarlos. Y tú madre, fue con tu tía y tú suegra, a la ciudad –Informó no dándole importancia.

-Mierda –Masculló por lo bajo, sabiendo el ajetreo que se le avecinaba-. Qué... -Farfulló cuando por sorpresa, Donovan alargó su mano y le abrió el escote del camisón, para mirar por un segundo dentro de él volviéndolo a soltar de inmediato, mientras carraspeaba y daba un trago enorme a su café-. ¡Por qué carajo hiciste eso! –Siseó entre dientes, cuando Camila se hallaba en una parte alejada de la cocina.

-Al menos, tienes algo de decoro –Volteó los ojos, mientras empleaba tono satírico-.Te pusiste bragas, porque sostén lo debiste perder por el camino a la cocina.

Por un momento, se vio colapsada.

Aún estaba asimilando, que el hombre le había mirado las tetas de una forma muy natural, como si llevaran tiempo de relación y no le debas ya importancia a los gases de tú pareja, cuando en verdad solo eran unas pocas horas.

Y otro punto, que era el que no dejaba que sus mejillas se encendieran como una fresa a causa de la vergüenza. El enfado. ¿Acaso iba a controlarla con su andar por casa?

-Es mi casa –subrayó con tono seco.

-Cierto –asintió con gesto de cabeza-, pero también te recuerdo que tienes invitados –Chascó la lengua-. Y tú cocina, es donde tienen libertad los trabajadores míos y tuyos, para entrar sin llamar.

-Donovan –Siseó su nombre, pendiente en todo momento de Camila-, si no te gusta lo que ves, te aguantas –Señaló orgullosa con cierta mueca en los labios.

Solo fueron dos segundos, en los que mantuvieron sus miradas desafiantes en total silencio. Después, para asombro de ella fue Donovan, quien rompió la tranquilidad que había en la estancia, dando un vuelco en el corazón a las dos mujeres.

Aprendiendo A Seducir COMPLETAWhere stories live. Discover now