31. ¡Brindemos!

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—¿Sabes algo de Jeongin? —preguntó Chan, dirigiéndolos a ambos en su camino por la acera.

—Está vivo, si esa es la pregunta —contestó. En realidad, no quería hablar del tema porque le frustraba. Le parecía que era inútil seguir luchando por alguien que no quería ser salvado.

—Ah, bien, eso es bueno, supongo...

—Le mando mensajes, pero rara vez responde —añadió—, solo me dijo que estaba trabajando, así que asumo que ha vuelto a su puesto en las empresas Yang.

—Joder, es una pena lo de ese chico —resopló su amigo—, ojalá pudiéramos hacer algo más por él... Es todo tan decimonónico. ¿Quién concierta matrimonios en el siglo XXI? Es una locura.

—Absolutamente.

Changbin estaba de acuerdo, por supuesto. Pero ya no podía hacer nada más por él. Todavía se sentía culpable por haberlo instado a salir casi un mes atrás para ir a ver la exposición de Hyunjin, aunque sabía que no habría podido evitar que saliera. ¿Qué iba a hacer? ¿Encerrarlo en su apartamento? ¿Esconderlo para siempre hasta que su abuelo se olvidara de él o se muriera? Ninguna de esas posibilidades tenía sentido.

—Espero de corazón que esté bien...

—Es resiliente. A pesar de toda la mierda que tiene alrededor, todavía sale adelante —tranquilizó con una sonrisa. Bang Chan la imitó girando en la siguiente esquina que encontraron—. Hyung, ¿me vas a decir a dónde vamos?

—Estamos llegando, no seas impaciente, Binnie —advirtió con una mueca de emoción infantil. Changbin casi rodó los ojos.

No era extraño que Bang Chan y él salieran, de vez en cuando, entrenaban juntos. Lo que era extraño era que se hubiera presentado en su apartamento para llevarlo a... ¿su academia? No, ya no era su academia. Hacía exactamente tres días que había bajado la verja por última vez y todavía trataba de asimilar que todo era real y no un mal sueño. Por eso no tenía sentido que el alfa lo trajese allí sin explicaciones.

—Es aquí. —El hombre interrumpió sus pensamientos con una radiante sonrisa que era todo dientes y hoyuelos.

Señaló con las manos abiertas un local sin identificador a su espalda. Parecía recién pintado, a juzgar por lo brillante del blanco en los ladrillos. También tenía una verja metálica bastante moderna que se acercó para abrir, introduciendo una llave en el candado y pulsando un pequeño mando que colgaba del llavero. Un segundo después, el hierro gris subía con suavidad hasta mostrar una cristalera.

Era posible que no hubiera un cartel que lo anunciara, pero no podía escapársele eso. En letras blancas, el vinilo en el cristal rezaba claramente: "Jutdwae. Academia de taekwondo."

—¿Qué es esto? —preguntó, confundido, con el corazón acelerado y el estómago hecho un revoltijo de emociones.

—¡Es tu nueva academia de taekwondo! —exclamó Chan, abriendo la puerta de cristal para invitarlo a pasar.

Dudó por unos segundos, pensando que tal vez ese sí que era un sueño, uno genial que nunca se hubiera permitido tener. Dio un paso en la recepción, era blanca, limpia y un poco más grande que la de su anterior academia. Seguía estando el escritorio en la entrada y algunos pares de sillas repartidos.

—¿Qué está pasando?

—Te lo acabo de decir, Binnie, es tu academia. Ven, sígueme.

Lo guió por el pasillo principal abriendo la primera puerta para mostrar un dojang completamente preparado. El entusiasta alfa olía feliz mientras le enseñaba las paredes blancas, el suelo de tatami y el enorme espejo al frente. Changbin apenas podía asentir con la cabeza mientras el otro abría los armarios al fondo y le decía que allí podría guardar las protecciones.

FRESAS Y MARACUYÁ | Lavanda 2 | ChangLix | HyunIn | Minsung | OmegaverseWhere stories live. Discover now