IX. Nacimiento

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Después del reencuentro con Taehyung, Jin decidió quedarse en la mansión Park para cuidar a su hermano y ayudar en todo lo que fuera necesario. Se convirtió en una presencia constante en la vida de los niños, dedicándoles tiempo y cariño, y en el apoyo inquebrantable de Taehyung durante su "enfermedad".

La noticia de que Taehyung estaba "enfermo" llenó inicialmente a Jin de preocupación y ansiedad. Pasaba largas horas a su lado, velando por su bienestar y asegurándose de que recibiera la mejor atención médica posible. Sin embargo, la preocupación se transformó en alegría cuando descubrieron que Taehyung en realidad estaba embarazado, una noticia que llenó de felicidad a toda la familia.

Para Jin, el anuncio del embarazo de Taehyung fue como un rayo de luz en medio de la oscuridad, un recordatorio de que siempre había espacio para la alegría y la esperanza incluso en los momentos más difíciles. Se dedicó con entusiasmo a preparar la habitación del bebé, llenándola de juguetes y ropa tierna en anticipación de la llegada del nuevo miembro de la familia.

Los días pasaban en un agradable torbellino de actividad, con Jin alternando entre cuidar a Taehyung, jugar con los niños y disfrutar de momentos de tranquilidad en la habitación del bebé. Se sentía feliz y realizado en su papel de tío.

Cada vez que se cruzaba con Jimin, Jin le saludaba con cortesía antes de retirarse rápidamente. Sabía que la presencia de Jungkook siempre estaba cerca, y optó por mantener su distancia del hombre que lo había humillado en el pasado. A pesar de sus esfuerzos por mantener una actitud positiva y centrarse en el futuro, el recuerdo del encuentro en el supermercado seguía pesando en su corazón, recordándole las heridas que aún no habían sanado del todo.

Aun así, Jin se aferraba a la esperanza de que el nacimiento del bebé traería consigo una nueva oportunidad para sanar viejas heridas y construir puentes entre ellos. Estaba determinado a hacer todo lo posible para apoyar a su familia y mantenerse firme en su búsqueda de la paz y la reconciliación, sabiendo que el amor y el perdón eran las fuerzas más poderosas que podían unirlos en tiempos de adversidad.

[…]

La vida de Jin siempre había sido, en cierto sentido, "tranquila" dentro de los confines de la mafia y la intrincada red de relaciones que la rodeaban. Sin embargo, nada podría haberlo preparado para el repentino sobresalto que lo llevó corriendo hacia el búnker de los Park.

Aunque intentaba mantener una sonrisa en el rostro para tranquilizar a los niños y ocultar su propio miedo, por dentro su corazón latía con fuerza y su mente estaba llena de ansiedad. Cada paso que daba hacia el refugio subterráneo resonaba con el eco de sus propios temores y preocupaciones, alimentados por el conocimiento de los peligros que acechaban en el mundo exterior.

El sonido de las oraciones en ruso que resonaban en el búnker no hacía más que aumentar su sensación de inquietud. La madre de Jimin, una mujer devota y piadosa, rezaba fervientemente por la protección de su familia en su lengua materna, sus palabras flotando en el aire como un recordatorio constante de la fragilidad de la vida y la incertidumbre del futuro.

A pesar de sus esfuerzos por mantener una apariencia de calma y compostura, Jin no pudo evitar sentirse abrumado por el peso del miedo y la incertidumbre que se cernían sobre ellos. Se aferró a la esperanza de que el refugio subterráneo los mantendría a salvo de cualquier peligro que se avecinara, pero sabía que la realidad era mucho más compleja y amenazante de lo que podía imaginar.

A medida que las horas pasaban y la tensión en el búnker aumentaba, Jin luchaba por mantenerse fuerte y en control de sus emociones. Sabía que su papel como figura de apoyo y protección para los niños era más importante que nunca, y se esforzaba por ofrecerles consuelo y seguridad en medio del caos que los rodeaba.

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