XV. Nueva mentira.

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Al llegar a Italia, Jin se encontró sumergido en un mundo completamente nuevo y desconocido. Cada aspecto de su nueva vida parecía diferente y extraño, desde la cultura hasta la comida y las costumbres. Se sentía como un extraño en su propio hogar, luchando por encontrar su lugar en un entorno que parecía ajeno y distante.

La transición no fue fácil para Jin. A medida que exploraba las calles empedradas de la ciudad y se sumergía en la bulliciosa vida italiana, se sentía cada vez más perdido y fuera de lugar. Las fiestas elegantes y sofisticadas, las conversaciones animadas en italiano que apenas entendía, todo contribuía a hacerlo sentir como un intruso en un mundo que no comprendía.

Pero lo que más pesaba en el corazón de Jin era la realidad de su matrimonio con Jungkook. Desde el día de su boda, había sabido en lo más profundo de su ser que Jungkook no lo amaba, al menos no de la manera que él había soñado. A medida que pasaban los días en Italia, esa verdad se volvía más clara y dolorosa que nunca.

Con lágrimas en los ojos, Jin revisó el libro que había hecho desde que era niño, lleno de dibujos de un príncipe perfecto que lo trataba con amor y ternura. Recordó los momentos de fantasía que había imaginado, donde él y su príncipe cabalgaban juntos hacia el atardecer, intercambiaban flores y regalos, y se perdían en un romance eterno.

Pero ahora, mirando esos dibujos infantiles, Jin sabía que esas fantasías nunca se convertirían en realidad. Se dio cuenta de que el amor que anhelaba, el amor que merecía, estaba fuera de su alcance. Y en medio de la melancolía y la desesperación, se enfrentó a la dura verdad de que su matrimonio con Jungkook no sería el cuento de hadas que había imaginado.

—Hola, Ken—, hablo por teléfono mientras revisa el libro de cocina que le regaló.

—Hola, Jinnie, ¿Que ocurre?

—Olvide cuál era la receta de la lasaña. En el libro no viene y me gustaba mucho la que preparabas—, dijo con una sonrisa.

—Te la mandaré por correo.

—Gracias...—un silencio incómodo se instaló entre ellos.

—¿Cómo te va en Italia?

—Extraño mucho a Corea. No me gusta estar aquí—, dijo mirando a su alrededor y ver cómo todos siempre eran tan serios y callados.

—Jinnie, es diferente cultura obviamente te vas a sentir extraño, pero conozco al SeokJin que se fue y se que te adaptarás.

—Gracias, Ken. Necesitaba escuchar eso. Adiós.

Decidido a tomar las riendas de su propia vida, Jin se sumergió en la tarea de hacer galletas, dejando que el aroma reconfortante llenara la cocina y se extendiera por toda la mansión. Con habilidad y determinación, amasó la masa con precisión, agregando ingredientes con cuidado y amor.

Mientras las galletas se horneaban en el horno, Jin las sacó con cuidado, admirando su dorada perfección antes de envolverlas en papel de seda y atarlas con un lazo elegante. Cada galleta era un pequeño tesoro de dulzura y cariño, destinado a alegrar los corazones de aquellos que las recibieran.

Decidido a difundir un poco de luz en su nueva realidad, Jin se propuso repartir las galletas entre los sirvientes y los guardaespaldas de Jungkook. Sabía que muchos de ellos llevaban una vida difícil y llena de tensiones, y esperaba que un simple gesto de bondad pudiera alegrar sus días.

Con una bandeja llena de galletas en la mano, Jin recorrió los pasillos de la mansión, deteniéndose en cada puerta para ofrecer su pequeño regalo. La sorpresa y la gratitud brillaban en los rostros de aquellos que recibían las galletas, y Jin se sentía reconfortado por el hecho de que había logrado hacer sonreír a alguien, incluso si solo por un momento.

Take On Me Where stories live. Discover now