XXIII

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Me bajo del taxi con toda la elegancia que puedo, tal y como Hoseok me enseñó a hacerlo. No sabía cómo debía vestirme, pero después de haberlo mirado en Google vi que unas Converse no eran lo más apropiado para Pierre Gangnarie.

Aparecer sin reserva tampoco lo es, pero no tengo intención de comer nada. Mi destino es el bar. El portero me saluda con una inclinación de la cabeza y acto seguido abre la puerta de cristal tirando de una «G» gigante.

—Buenas noches.

—Hola —digo al tiempo que me pongo muy derecho y paso junto a él.

Me aliso la camisa azul claro de seda que Hoseok me hizo comprar. La otra vez, a Jungkook no le gustaron ni mi pelo ni mi maquillaje, pero recuerdo que le gustó el pantalón negro que llevaba. Llevo los rizos dorados de siempre y un maquillaje natural, así que deberían complacerlo. Si está con una mujer, espero que me vea y se atragante.

Tuerzo el gesto y subo la escalera en dirección a la maître. Mis nuevos zapatos color carne me hacen daño en los dedos de los pies. Me sonríe.

—Buenas noches

—Hola —digo con una confianza que no siento, y finjo que soy la clase de persona que frecuentar este tipo de sitios elegantes.

—¿A nombre de quién está la reserva? —pregunta mirando la lista.

—Me gustaría tomarme una copa en el bar mientras llega mi acompañante —La facilidad con la que pronuncio la frase me sorprende incluso a mí.

—Por supuesto. Acompáñeme, por favor.

Hace un gesto en dirección al bar y me lleva hacia allí. Para llegar, tenemos que doblar una esquina, y debo contenerme para no abrir una boca hasta el suelo. Veo una enorme escalera de mármol con la barandilla de oro reluciente y «G» negras entrelazadas. Conducen a un restaurante gigantesco, luminoso y diáfano. El techo es una cúpula de cristal en el centro del comedor. Está lleno, hay mucha gente para ser un lunes por la noche, que charlan en grupos alegres y despreocupados en cada mesa.

Es un alivio ver que el bar está en este piso. De este modo, puedo ver el restaurante a través de los paneles de cristal. Mis ojos van de un lado a otro examinando cada rincón, pero no lo encuentro.

¿Habré cometido un error descomunal?

—¿Me permite que le recomiende el Bellini de cereza y naranja? —dice la maître señalando un taburete junto a la barra.

Rechazo el taburete que me ofrece y me siento casi al final de la barra para poder mirar abajo.

—Gracias. Es posible que lo pruebe—sonrío, y me pregunto si me dejarán tomar sólo un vaso de agua en este sitio tan fino y con un ropa tan elegante.

La mujer asiente y me deja con el camarero, que con una sonrisa me entrega una carta de cócteles.

—El Martini con lichis y lavanda está mucho mejor.

—Gracias —digo devolviéndole la sonrisa.

Estoy mucho más cómodo y relajado ahora que un taburete soporta el peso de mi cuerpo. Cruzo las piernas, mantengo al espalda derecha y estudio la carta. La recomendación del camarero lleva London Gin, así que queda descartada. Sonrío al recordar a mi abuelo, que solía pelearse con mi abuela por su costumbre de beber ginebra. Decía que, si querías seducir a una mujer, sólo tenías que darle ginebra. Se me borra la sonrisa de la cara al recordar la última vez que probé la ginebra. El Bellini con cereza y naranja lleva champán. Gana por goleada. Miro al camarero.

—Gracias, pero creo que tomaré el Bellini.

—Tenía que intentarlo. —me guiña un ojo y se pone a prepararme el cóctel mientras yo me vuelvo en el taburete y escudriño el piso inferior otra vez.

Una Noche DESEADAМесто, где живут истории. Откройте их для себя