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Estaba en las puertas de la academia, esperando impaciente a su gemelo menor, ya habían pasado cinco minutos desde que tocó el timbre de salida y absolutamente todos los alumnos se dispusieron a retirarse.

Ambos eran igual de puntuales —Aunque Tsukasa hacía todo a último minuto—, así que era inusual no encontrarse simultáneamente en las rejas de la institución.

Firmemente parado, con su maleta en un hombro y tratando de agudizar su decadente vista hacia el interior de los pasillos con la esperanza de ver a su igual correr en su dirección y finalmente irse a casa.

Sus padres no los reprocharían por llegar tarde, excusas les sobraban, además ya era costumbre que Amane tenga que buscar a su hermano hasta por debajo de las piedras por haberse metido en un «pequeño problema».

Igualmente, le desagradaba estar bajo el sol en pleno verano sin nada más que sus manos para protegerse de los rayos del mismo.

Su mejor amiga le había ofrecido incluso acompañarlo a casa junto con su amiga de orbes violeta. Pero se negó amablemente, no es que le cayera mal Aoi, simplemente no eran tan cercanos y no quería incomodar.

Tsukasa era perfectamente capaz de regresar solo a casa, solo que le preocupaba mucho que se distraiga con algún gato y termine de alguna forma siendo líder de una mafia secreta. Ya había pasado.

Su gemelo era alguien de buen corazón, pero se tomaba demasiado en serio la frase "nunca dejes que adivinen tu siguiente movimiento".

Pero era un buen chico, creo.

Estaba preparandose mentalmente para estar media hora ahí en la entrada mientras cada vez quedaban menos estudiantes.

Pero un ligero toque en su hombro lo saco de sus pensamientos, alguien le quería hablar y decidió llamar su atención por su espalda.

A diferencia de su hermano mayor, Kou tenía menos de seguridad en presentarse a si mismo de buenas a primeras.

—. Ermm... ¿Eres Yugi Amane, no? .–

Se le salió el alma del cuerpo cuando vio sus ojos azul eléctrico mirándolo directamente y no de reojo.

Nunca habían estado tan cerca.

Ni siquiera se sentaban medianamente cerca, por su apellido, Amane se sentaba casi al fondo mientras que el rubio estaba en el centro del aula, tampoco tenían amigos en común, ni absolutamente que los relacione.

Pero sin embargo, el azabache cayó rendido ante él desde hace tiempo.

Y ahora lo tenía de frente, hablándole directamente.

—. ¿Estas bien?... Te ves pálido .–

En efecto, se le bajó la presión arterial, el azúcar y probablemente todo lo que un médico te diría que mantuvieras estable.

Ahora que estaban mas cerca, notó que Kou era un par de centímetros más alto que el, y olía muy bien, como a naranja recién salida del árbol.

Ese pensamiento le hizo sentir un escalofrío por su espalda.

—. Ay... ¡Lo siento! ¡no quise asustarte!, no sabía que tenías ansiedad social, yo... .– negó con ambas manos mientras bajaba la mirada y se disculpaba con muchos ademanes.

Era incluso más hermoso de cerca. Jamás lo había visto ponerse nervioso de esta forma.

Amane sintió sus mejillas calentarse.

—. N-no hay problema, en verdad, solo estaba algo distraído y me tomaste por sorpresa, no pasa nada .– hablo finalmente con fingida tranquilidad aunque estaba igual o más nervioso que el blondo.

Se quedaron en silencio un momento mirándose mutuamente después de esa pequeña auto humillación, para luego estallar en risa.

Se vieron tan ridículos que daba gracia.

El de cabellos oscuros tapaba su boca en un intento de que su risa no sonará tan escándalosa, claro, que sin éxito.

No hay nada mejor para romper el hielo que un poco de humor.
Con esto, quedó claro para el ojiazul que efectivamente, había encontrado a Amane, su mayor sospechoso en estos momentos.

Bingo.

—. Oh Dios que incómodo fue eso... Hasta olvide por qué estaba aquí .– comentó con honestidad el de ojos miel.

Es cierto, Kou tenía un propósito esa tarde, sacarle algo de información al más bajo sobre esos regalos misteriosos.

Sentía que había dado en el clavo con el responsable, tenía un fuerte corazonada.

...Y bueno, también le palpitaba fuertemente el corazón por alguna razón.

—. Ya veo, ¿entonces no hay problema en que te acompañe a tu casa? quería hablar contigo algo de la última clase de biología, supuse que habías presentado más atención que yo .– mintió inocentemente, todo era por una buena causa.

Amane abrió los ojos como platos mientras su rostro se tornaba color carmín en su totalidad.

Eso fue inesperado.
Pero no le disgusto la idea, a pesar de que sentia las piernas flaqueando.

—. ¡P-por supuesto, me encantaría!... Ayudarte con lo que no entiendas, c-claro .– asintió repetidas veces dándole una de sus mejores sonrisas al contrario.

Y sin tardar mucho, se dispusieron a seguir el camino que aparentemente unía sus hogares.

Ambos no lo sabían, pero el corazón del otro saltaba de alegría de tener al otro cerca suyo.

Una cálida sensación de finalmente estar completo.

Gifts n' stars,,ᴴᵃⁿᵃᴷᵒᵘWhere stories live. Discover now