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Cuando Sora despertó y no vio las flores blancas no se alarmó, últimamente Jett solía llegar al atardecer, sin embargo aunque la luna estuviera en su punto mas alto no vio rastros del niño.

Tal vez era tonto esperar a un demonio de esa manera, sin embargo, aquella noche Sora no durmió, pensando que cuando tuviera los ojos cerrados Jett llegaría y dejaría las flores para él, pero no llegó y tampoco el día siguiente.

Cientos de pensamientos recorrían su mente ¿era que el niño había muerto en la espesura?, sus hermanos finalmente lo habían asesinado? Tal vez sus cuernos habían crecido y él ya no era importante ¿Que tantas cosas podían ocurrir para que el niño dejara de venir?, ¿Realmente Jett tenía que abandonarlo cuando justo estaba admitiendo que guardaba cariño por él?

Había imaginado cientos de veces escenarios donde era libre y se encontraba con Jett, ambos como amigos, a pesar de que sabía que el demonio no podía salir del infierno, imaginaba que juntos recorrían la tierra y visitaban sus lugares favoritos, imaginaba que con lo adorable que era Jett a sus ojos, ambos podrían pasar por humanos y convivir en algún pueblo pequeño, jugar a ser humanos una sola vez, eso hubiera sido muy divertido. Pero Sora sabía que eran ilusiones, sueños sin sentido, el nunca saldría del infierno y probablemente para Jett él no era nada más que un entretenimiento pasajero.

No entendía por que su corazón dolía más con el paso de los días, la mezcla de preocupación y tristeza no hacían mas que crecer ¿que haría un niño tan pequeño en el infierno?

¿Por que lo había dejado solo?

No quería sentirse triste ni admitir que estaba apegado a un demonio, pero al final Jett se había convertido en su único amigo, o al menos él lo consideraba uno, pero al parecer al igual que Belial había perdido su interés en él.

Se negaba a llorar por perder un amigo, se negaba a llorar por un demonio, por muy adorable que fuera, por mucha felicidad que le hubiera entregado en sus tiempos de desesperanza. Sin embargo, a pesar de que en su mente repetía una y otra vez que no debía llorar por un demonio, las lagrimas seguían brotando de sus lindos ojos celestes.

De una semana a otra su vida volvió al punto de inicio, a la monótona soledad en un lugar tan horrible como el infierno, la diferencia era que ahora en sus sueños, de vez en cuando, aparecía el niño, sin embargo no había barrotes que los separaran, podían jugar al ajedrez y recoger flores con tranquilidad.

Sora no se había percatado en un inicio que sin la constante compañía de Jett los demonios menores se juntaban como polillas ante la luna a susurrar y atormentarlo fuera de la jaula, si bien el niño era pequeño, tenía el suficiente poder demoniaco para mantener a raya a todas aquella viles criaturas.

—¡Angel idiota!

—Es tan débil que morirá desmembrado por Belial.

—¡Yo me quiero quedar con sus huesos!

—¡Belial lo lanzara a las bestias cuando venga Satan a verla!

—¡Belial lo empalará en el muro para que todos lo vean!

Nuevamente estaba comenzando a sentir miedo, nuevamente la desesperanza estaba llegando.

¿Por que lo habían dejado solo?

Nuevamente se sentía corrupto, nuevamente lo único que más deseaba era desaparecer ¿Cuando se rompería aquella barrera?, ¿Cuando podría descansar?

—¡Fuera!

Sólo bastó una orden para que los demonios se esfumaran. Por un segundo su corazón se aceleró al pensar que quien había llegado era Jett, sin embargo los ojos rojos del demonio indicaban lo contrario.

La Jaula del ÁngelWhere stories live. Discover now