Chapter IV.

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Capítulo 4.

"La joya de mi padre"

Percy definitivamente no quería ir al último año de instituto. Él esperaba que su padre, Poseidón, le hubiera escrito una autorización:

A quien corresponda:

Dispense a Percy Jackson de las clases y denle el título, por favor.

Gracias.

Poseidón.

Pensaba que se lo había ganado después de luchar contra dioses y monstruos desde los doce años. Había salvado al mundo... ¿Tres veces? ¿Cuatro? Había perdido la cuenta, pero tampoco era tan importante los detalles.

Cualquiera pensaría que ser un semidiós era genial, pero en verdad era un rollo. Quien dijera lo contrario solo intentaba atraparte para una misión peligrosísima.

Más o menos la mañana había sido buena, sí, hasta que lo llamaron al despacho de la orientadora.

Percy miró su alrededor, pero no había nadie en el pasillo y todavía era demasiado temprano en las clases para que los demás estudiantes supieran que estaban llamándolo a él y se rieran. Así que con los libros en brazos y feliz de no tener que dar vueltas para encontrar el salón de inglés, se dirigió al área de administración como quien no quiere la cosa.

El IEA, el Instituto de Educación alternativa, se encontraba en una antigua escuela primaria, lo que significaba que había pupitres para niños y no habían taquillas, de modo que tocaba llevar todas tus cosas a todas partes. En todos los pasillos encontraba alegres recuerdos de los niños que habían estudiado aquí: manchas de pintura para dedos, pegatinas de unicornios que se desprendían de los extintores, un ligero aroma fantasmal a zumo de frutas y galletas...

El Instituto de Educación Alternativa acogía a todo aquel que necesita acabar los estudios de secundaria. Da igual si venías de la correccional, si tenías graves dificultades de aprendizaje o si daba la casualidad de que eras un semidiós con muy mala pata. Y era el único centro de la zona de Nueva York en el que aceptaron a Percy cuando quiso matricularse para el último curso y lo ayudaron a recuperar todos los créditos que había perdido el año anterior

Un aspecto positivo que había encontrado era que tenían un equipo de natación y piscina olímpica (Percy no tenía ni idea de por qué), de modo que a Paul Blofis, el padrastro de Percy, le pareció que podía ser una buena opción para él. Le prometió que lo intentaría.

También se lo había prometido a su novia, Annabeth. El plan era que se graduaría a tiempo para que fueran juntos a la Universidad. No quería decepcionarla. El pensar que ella pudiera irse a California sin él le quitaba el sueño.

Cuando llegó al despacho de la Orientadora, que pudo deducir por una triste rana morada con un termómetro en la boca pintada en la pared que antes debió haber sido la enfermería.

Todo fue cuesta abajo cuando descubrió que Eudora, la orientadora, era en realidad una nereida enviada por su padre. Solo eso debió advertirle que lo que sucediese después no iba a gustarle.

No importaba cuanto había hecho por los dioses, si quería ingresar a la Universidad de Nueva Roma debía tener tres cartas de recomendación divina. Se formó un lago de agua salada que surgía de entre el cabello de ostras de Eudora y de su vestido. Y como cereza del pastel de su cabello sacó una concha marina/celular donde habló con Poseidón. Y cuando Percy supo que él quería hablarlo en persona pensó que tendría una semana más o menos. Pero no. Antes que se diese cuenta el suelo se abrió bajo él y el lago se convirtió en un remolino y desapareció con un estruendoso ¡ZAS!

Cuando te evacúan de tu instituto al océano Atlántico y ni te sorprendes, sabes que hace mucho eres un semidiós.

Percy no intentó resistirse a la corriente. Podía respirar bajo el agua, de modo que eso no fue un problema. Se quedó sentado en la silla de plástico azul y recorrió como un cohete la red de tuberías privada de Poseidón impulsado por un tsunami de veinte mil millones de litros. Antes de lo que tarda en decir "no mola", salió del fondo marino como si lo hubiese escupido un molusco.

A Second Possibility.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora