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Las grabaciones finalizaron al poco tiempo después de que llegaran a Uruguay, haciendo qué los directores y productores así como el equipo técnico recibiera una oleada de aplausos por todos los actores y extras en la escena del hospital.

Rachel no podía dejar de sonreír feliz y orgullosa de todo el trabajo que se había hecho. Y ahora, todos estaban regresando a sus casas.

La castaña recibió una llamada y se puso de pie, se giró con Enzo qué seguía sentado en la cama y alzó el teléfono en una señal de que iba a estar en una llamada. El pelinegro le asintió sin preocupación.

—Rachel, hola—recibió en respuesta apenas contestó la llamada. Se quedó callada unos segundos y apretó los labios sin saber sí seguir con la llamada o simplemente colgar.

—Hola pa—contestó en un murmuró, sin saber si lo mejor era hablar con él o seguir distanciada de toda su familia. Pero había una verdad que no podía ocultar nunca; los extrañaba.

—Sé que quizá no soy la persona con la que más desees hablar pero,—hizo una pausa de unos segundos—Te necesito, Rach. Quiero trabajar con mi talentosa hija a la que jamás le di oportunidad de demostrarse como lo que es; una directora fascinante.

—Tú no me necesitas—suspiró y comenzó a caminar hacia afuera de la casa, manteniéndose en el patio lleno de flores de la casa de Enzo—Tienes un equipo completo en lo que sea que quieras trabajar.

—Pero no a ti, Rachel.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos después de eso. La castaña deseaba escucharlo decir que la extrañaba y entonces iba a aceptar regresar, pero tenia que decirlo.

—Aprendí qué no hay persona más talentosa qué aquella a la que nunca le di la oportunidad porque no creí en ella. No creí en ti, Rachel y me arrepiento de eso todos los días desde que te fuiste de casa.

—Y aún así, sólo estas buscándome después de todos estos años porque necesitas mi nombre en la película

—No.—la interrumpió antes de que dijera algo más—No necesito tu nombre en mi proyecto, pero deseo tenerlo. Son cosas diferentes y sabes a lo que me refiero, hija mía.

Sólo dilo, pensó.

—¿Entonces?

—Quiero que vuelvas a México, a casa.—siguió—Tú madre y yo queremos verte de nuevo. Quiero que dirijas mi nueva película, solamente tú.

Aquella idea le hizo el corazón acelerarse. ¿Dirigir toda una película sola?. Para ella y su carrera aquello seria el punto más alto, pero dejar todo por volver a casa la seguía manteniendo callada.

—Piénsalo y llámame.—terminó su padre al saber que probablemente no iba a tener una respuesta en ese momento—En tres días tengo que confirmar quién dirigirá la película, Rach. Te amo. 

Colgó la llamada después de decir aquello, sin darle oportunidad de contestar o que le dijera de vuelta que lo amaba, tuvo miedo de que no lo dijera.

Rachel se recargó en la pared, alzó la cabeza y se quedó mirando el cielo por unos largos minutos en los que su mente la atormentaban con todo lo que la llamada significaba y podía llegar a significar. 

Por un lado, tenía su futuro, su carrera, el trabajo de su vida -probablemente-, el regresar con su verdadera familia, con su madre, a su país y a casa. Suspiró y cerró los ojos a la vez que su mano derecha apretaba el celular en ésta. Una parte de ella deseaba no haber recibido la llamada, o no haberla contestado. 

En el otro lado se encontraba el disfrutar de la familia que ella misma había creado con el tiempo, de Bayona, de Belén, de sus amigos, de Enzo y su familia, que la habían apreciado desde el primer "hola" y parecían tenerle cariño verdadero, hacían que se llegará a sentir como en casa, pero nunca había sido su verdadera familia, ¿cierto?. 

Pero sabía que con Enzo solamente habían dos opciones; irse con él, o quedarse con él.

Volver a ver a su padre le hacía siempre entrar en crisis, lo amaba pero al mismo tiempo, encontraba paz estando lejos suyo. Era complicado, porque sabía que no debía evitarlo toda la vida porque después llegaría a ser muy tarde, pero seguía siendo una decisión difícil para ella, y su madre, la mujer que más amaba en el mundo, a la que extrañaba abrazar y verla en persona también era un factor importante. Meses antes de la película se habían visto en Nueva York, donde estuvieron juntas por una semana y media, viviendo en el apartamento de la castaña. 

Enzo podía volver cuando quisiera con su familia, abrazarlos y estar con ellos, como lo habían estado haciendo por los dos meses que llevaban viviendo juntos en la casa de éste. Era un hombre grandioso, amable, divertido, orgulloso pero no tanto. Lo amaba. 

—¿Todo bien?—le preguntó el pelinegro asomándose al patio. Sabía que las llamadas no duraban mucho para la castaña, y si era de trabajo se arreglaba el asunto en una videollamada.

—Si, creo.—dijo sintiendo el corazón acelerado al mirarlo, mirando esos ojos marrones que la miraban fijamente.

—¿Segura?

—No. 

Volvieron adentro y se sentaron en el comedor, con Enzo llevándole una taza de café con leche y otro para él, la diferencia era la mucha cantidad de azúcar con la que a ella le gustaba su bebida y la poca que el usaba en la suya. 

Rachel le explicó la llamada, y pudo ver un brillo de felicidad en los ojos marrones del pelinegro, con una sonrisa alegre. 

—Eso es increíble para ti, Rach—dijo finalmente—Tu nombre será tan reconocido como nunca, tu carrera será lo que siempre quisiste que fuera. Dirigirás todo tú sola. 

—Si, Enzo.—suspiró—Pero tendría que regresar a México por meses y esto...—hizo una pausa—No soy una fan de las relaciones a distancia.

—¿Cuánto tiempo es el aproximado?

—Seis meses. 

El rostro del rubio cambió por completo. Seis meses eran difíciles y era un número mas alto al que había pensado. Pensó entonces que la castaña iba a decirle que se fuera con él, que vivieran juntos en México, pero no pasó, ella no mencionó nada de eso. 

—Sí voy a hacerlo, no tendría el suficiente tiempo para ti, Enzo—lo miró a los ojos, sabiendo ambos que no querían tener esa conversación—Y no puedo pedirte que dejes toda tu vida aquí por mi, eso es egoísta. 

—Es cierto.—murmuró el pelinegro—Apenas volví a casa hace más de dos meses y no tengo ganas de volver a irme. La película apenas se estrenará en tres meses y... no tengo vida en México, empezaría de cero, Rachel.

—Lo sé, por eso no estoy pidiendo que vengas conmigo.—murmuró y estiró la mano para ponerla sobre la de él—Tienes toda tu vida aquí y yo no tengo nada, más que a ti. 

—No puedo pedirte que te quedes, Rachel. No puedo pedirte que te niegues a esta oportunidad para ti y tu carrera, porque sí fuera al revés, tampoco me pedirías que me quedará.

Hubo unos momentos en silencio. Ambos sabían que en la distancia no funcionarían, se habían dado cuenta con dos semanas separados. No tenían tiempo para concentrarse en su futuro y una persona a kilómetros de distancia. Trataban de vivir lo más posible, con las personas que los rodeaban en el día a día, y ninguno de los dos iba a funcionar así, lo sabían. No si querían algo que durara y fuera como todo lo que habían tenido todos esos meses. 

—Hazlo.—terminó Enzo—Por ti, por tu familia y por tu futuro. Por mí. 

—Enzo...—ladeó la cabeza levemente, sintiéndose triste ante lo último dicho por el pelinegro y la forma en la que le apretó la mano en apoyo. En el lugar se sentía tristeza y la luz que lo iluminaba desde que estaban juntos, se comenzó a oscurecer.—No quiero dejarte, te amo. 

—Yo también Rachel—sonrió dulcemente—Te amo tanto que es por eso que te lo digo, escógete a ti, siempre. 


Rachel RodríguezWhere stories live. Discover now