My light in the darkness | Alec Lightwood

2- Una mentira sin sentido.

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Jace

Observé detenidamente el pasillo del edificio, no era grande, pero tampoco pequeño, se veía acogedor, solo tenía 3 puertas y dos de ellas, tenían un cartel de disponible, por la estructura del departamento parecía hacerse construido hace mucho. Después de unos minutos, decidí ir a tocar la puerta por donde Alec había entrado. Tras aproximadamente un minuto, abrió la puerta. Sonreí mientras él me miraba de pies a cabeza.

—¿Se puede saber qué haces en este departamento? —le pregunté, cruzando mis brazos.

—Hola, Alec—comentó Simón

—Nada, simplemente ayudo a Magnus a limpiar el departamento.— Me lo dijo saliendo y cerrando la puerta detrás de sí.

—¿A las 8 de la noche? —le pregunté.

—Sí, sí, primero tenía que terminar el papeleo —respondió, poniéndose de brazos y levantando sus hombros levemente.

—Ok, ¿y dónde está Magnus? —le pregunté, alzando una de mis cejas.

—Bueno, aún no ha llegado —me respondió. Sabía que me estaba ocultando muchas cosas, pero no sé por qué lo hace. No le encuentro sentido alguno, así que decidí dejarlo tranquilo.

—Cuando quieras contarme la verdad, entonces hablamos —le expresé molesto y comencé a bajar las escaleras.

—¿Por qué no le creíste? —me preguntó Simón, mientras salíamos del edificio.

—Puedo sentir que me miente a través de nuestro vínculo.

—Y, ¿qué vas a hacer al respecto?

—Nada, simplemente no voy a dirigirle la palabra hasta que me cuente la verdad.

Simón no dijo nada. El resto del camino fue silencioso mientras llegábamos al instituto. No tenía ganas de hablar porque estaba muy molesto con Alec por no confiar en mí.

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Alec

Volví a entrar al departamento, molesto. No era bueno mintiendo y me fastidiaba tener que ocultar mi relación. Me dirigí a la pequeña cocina pintada de café claro, donde ella estaba comiendo el bistec que había preparado. Me senté en el pequeño comedor, intenté hacer lo mismo, pero mi apetito se había esfumado.

—¿Estás bien? —me preguntó en un susurro.

—¿Cómo crees que voy a estar mientras le miento a mi Parabatai? —le respondí, tratando de no sonar molesto.

—Él no lo entendería—Dijo, dejando de cortar el bistec en su plato. Hasta a mí me cuesta entenderlo.

—¡Yo no lo entiendo! —exclamé, elevando la voz.

—Para ellos, soy una abominación.— Expreso molesto.

—¿Qué tiene de malo ser un híbrido? —dije, soltando el cubierto.

—No puedo permitir que analicen mi sangre —gritó, molesta—. Pronto podrás presentarme ante ellos, lo prometo —agregó con voz más suave.

—Estoy cansado de esto, de siempre tener explicaciones a medias, de guardar secretos —dije, levantándome de la mesa.