CAPÍTULO 1

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-Loren

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-Loren...Loren...

Mis ojos se abrieron con rapidez ante las visiones repentinas de la pesadilla de la que me acababa de liberar. A la vez que intentaba calmar mi respiración, limpié la fina capa de sudor que se había originado en mi frente; parecía que nunca me podía librar de aquellas espantosas imágenes y ya me estaba comenzando a hartar.

Aparté a un lado las sábanas que escasamente me cubrían y me levanté de la cama. Los rayos de luz se filtraban por las finas cortinas de lino, se me había olvidado bajar la persiana. No pude evitar pensar lo despistada que puedo llegar a ser. Me puse mis zapatillas rosas y me dirigí a la cocina.

-Buenos días cariño -dijo mi madre mientras estaba preparando el café.

-Buenos días mamá -saludé con un bostezo de por medio, aún tenía todo el sueño acumulado.

Me senté en la mesa y comí rápidamente mi desayuno, el cual consistía prácticamente en lo mismo: una taza de leche y una magdalena. Digamos que no soy una persona muy de desayunos. Mientras bebía con sueño, mi madre se sentó en frente mía con su enorme taza de café con leche de la cual salía un vaho constante. Me miró con una sonrisa y empezó a hablar.

-Espero que lo pases bien en la excursión y, ya sabes, ten cuidado en el parque natural, uno se pierde con facilidad.

-No te preocupes mamá, seré cuidadosa y aunque me pierda, tendré el móvil en mano.

Mi madre suspiró y me dio un apretón cariñoso en el brazo. A veces pienso que soy demasiado afortunada de tenerla como madre.

Al echarle un vistazo al reloj de la cocina, bebí todo lo que quedaba de golpe. El sueño que llevaba encima hizo que no me diera cuenta de las horas que eran y ya iba a llegar algo tarde al instituto, y justo el día en el que no puedo permitírmelo. Me vestí con lo primero que encontré en el armario: unos vaqueros pitillo, un top blanco junto con una sudadera negra básica y las Converse más machacadas que tenía, no quería estropear otro par.

Salí a la calle como alma que carga el diablo y emprendí una pequeña carrera hacia mi instituto. Las calles estaban ya llenas de vehículos y personas dirigiéndose al puesto de trabajo o jóvenes yendo a su respectivo instituto con una cierta calma, mientras que mi respiración se hacía más irregular a medida que iba aumentando la velocidad. La verdad es que tenía que hacer más deporte o moriría a los treinta por tanta vagancia acumulada. Después de caminar casi un quilómetro en menos de diez minutos, crucé la puerta principal del instituto donde las personas se empezaban a agolpar. Esquivando a los estudiantes de diferentes cursos al final pude llegar a mi respectiva clase. En la pizarra alguien había escrito en grande "EXCURSIÓN". Por suerte el profesor no había llegado aún, por lo que me podría librarme de un parte por el momento. Me acerqué a uno de los grupos de clase para charlar mientras no había movimiento, aunque poco después de saludar a mis compañeros nuestro tutor llegó.

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