CAPÍTULO 3

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    	La sensación de claridad provocó que abriera poco a poco los ojos ante los primeros rayos de luz que se filtraban por la ventana, no pude evitar resoplar al ver que apenas habría dormido unos minutos o como mucho media hora

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La sensación de claridad provocó que abriera poco a poco los ojos ante los primeros rayos de luz que se filtraban por la ventana, no pude evitar resoplar al ver que apenas habría dormido unos minutos o como mucho media hora. Mi sueño se iba a trastocar y a mí no me hacía ni una pizca de gracia. Como no tenía mucho que hacer decidí calzarme, ponerme el poncho y salir a dar una vuelta matutina para despejarme un poco y de paso avisar a Leo de que gran parte de mis heridas ya habían sanado. Eso sí, cogí un bastón que se encontraba por allí ya que aún tenía el tobillo algo magullado de la caída de ayer.

Una vez salí de aquella cabaña, pude sentir como todos los ojos de los habitantes del pueblo se encontraban sobre mí, lo que me provocó indudablemente una gran incomodidad. Vale que pudiera ser una extraña en su poblado y que llegara en un estado algo deplorable, pero podrían ser más discretos a la hora de observarme de pies a cabeza. Decidí intentar hacer caso omiso de las miradas susurrantes y me dirigí en la búsqueda de Leonardo. Junto al riachuelo por el que había empezado a seguir su curso, se encontraba los habitantes del pueblo realizando diferentes actividades: pesca, lavado de ropa e incluso los más pequeños jugando en la orilla. Decidí sentarme un poco cerca de la orilla para poder descansar mi tobillo, la verdad es que aún me seguía doliendo. En ese momento de una aparente tranquilidad a pesar del movimiento que había alrededor mía, mi memoria me trasladó a la noche de ayer y más específicamente en el momento que me desmayé. Todo lo que había sucedido mientras estaba inconsciente lo atribuí a absurdos sueños y alucinaciones que pudiera haberme ocasionado la caída, pero por otra parte parecía demasiado real como para ser sólo un sueño. Sin duda las palabras que me transmitió aquel "espíritu de la luz" seguían rondando mi cabeza intentando darle algún sentido, lo que me provocaba aún más confusión. Que si el que aporta la luz, los espíritus de la luz, la luz... Madre mía, parecía que todo sólo rondaba alrededor de un tema.

"Mi camino ya está prescrito" pensé recordando sus palabras, la frase sin duda alguna me transmitía escalofríos y una sensación de inseguridad, ¿tal vez esa sea una de las razones por las que estoy aquí? A pesar de que fuera así, no podía quitar de mi cabeza la imagen del acantilado, seguía sin poder comprender cómo era que seguía viva, si eso era así.

Sin apenas darme cuenta, una joven de cabellos rubios y de cuerpo menudo se encontraba a mi lado. Me llevé un pequeño susto ante tan inesperada presencia.

-¿Hola?- la desconfianza se notaba plenamente en mi voz a la vez que mi cuerpo se alejaba un poco de ella.

-¡Hola! Soy Ilia, hija del alcalde-dijo vigorosamente a la vez que me tendía su mano. Una gran sonrisa adornaba su cara-, ¿cómo te llamas?

-Loren...

Acepté su mano con algo de duda mientras ella la agitaba con absoluta alegría. Era la primera persona que no me miraba raro, las cosas como son.

-Encantada de conocerte Loren -dijo mientras se le escapaba una pequeña risa

-Igualmente.

A pesar de la tan inesperada presencia de Ilia junto con mi desconfianza, pasamos un buen rato conversando junto a la orilla del agua. Sin duda alguna, es una de las personas más enérgicas y amables que he conocido hasta ese momento, obviamente sin contar a los habitantes de Kakariko que fueron los que me socorrieron. Ella misma se prestó voluntaria para enseñarme Ordon y todos sus rincones, aunque fuera una pequeña población. No me negué. Me enseñó todas las casas de poblado indicándome de quien era la casa, cuál era la tienda de alimentación, así como el molino del pueblo. Al final decidió llevarme al rancho de las cabras que se encontraba subiendo una de las colinas de Ordon, no pude evitar resoplar al ver que tenía que subir eso con la ayuda de mi bastón.

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