GLAMROCK FREDDY (𝐹𝑁𝑎𝐹 𝑆𝐵)

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FIVE NIGHTS AT FREDDY'S
Security Breach

⚠︎ Esta historia es sacada de TUMBLR, NO es original mía, yo solo la he traducido al español ⚠︎

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⚠︎ Esta historia es sacada de TUMBLR, NO es original mía, yo solo la he traducido al español ⚠︎

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Freddy puede ser el pináculo de la cortesía y el buen servicio al cliente, pero incluso él tiene sus límites, y esta clienta, por lo que había visto en el Pizzaplex, los estaba sobrepasando al máximo. Dudó en usar la palabra "Karen" (no es que entendiera necesariamente el meme), pero por la forma en que estaba amonestando al escaso personal humano sin apenas mirar a los niños que arrastraba tras de sí, probablemente sería una descripción adecuada. La había visto quejarse al personal de la entrada por tener que hacer cola como todo el mundo, la había oído levantar la voz cuando la comida que había pedido "no estaba lo bastante caliente", e incluso la había visto enfadarse porque a su hijo no se le permitía saltarse la cola en Fazer Blast.

Sin embargo, pudo mantener la compostura. Si a lo largo del día dedicaba una palabra o una mirada compasiva a los trabajadores, claramente agotados, no era más que por ser un buen compañero de trabajo.

A pesa de todo, su límite absoluto llegó cuando vio que la mujer te acosaba. El simple hecho de caminar por el Pizzaplex en uniforme (aunque sabía que era tu hora de comer) te había pintado una diana en la espalda para la desagradable progenitora, y observó desde la distancia cómo se acercaba a ti y te tocaba el hombro con mucha más dureza de la necesaria. No pudo oír bien lo que decías, pero antes de que pudieras terminar la frase, el sonido de su voz chillona le taladró los oídos, interrumpiéndote. Grosera.

Tus ojos se abrieron ligeramente y sacudiste la cabeza, presumiblemente intentando explicarle que lo que ella quisiera de ti no podías cumplirlo porque por supuesto estabas en tu descanso. A la señora Karen no le gustó ni un pelo, y alzó aún más la voz, llegando incluso a pincharte el pecho con clara intención de señalar tu atuendo.

Los siguientes acontecimientos sucedieron tan rápido que no crees que hubieras podido explicarlo aunque lo hubieras intentado. En un segundo, el cliente más desagradable con el que jamás te habías cruzado te reprendió. Sentías una opresión en el pecho que no habías sentido antes y los ojos se te llenaban de lágrimas, aunque los retraías con todas tus fuerzas. Al instante siguiente, hubo un borrón naranja detrás de su hombro y observaste cómo se acercaba el mismísimo rostro de la franquicia. No había mucho espacio para la expresión en la cara de Freddy, siendo un robot y demás, pero podías decir que no estaba contento.

-- Disculpe -- habló, y no echaste de menos la ausencia de cualquier tipo de "señora" o "señorita" en su redacción. -- ¿Hay alguna razón por la que esté acosando a un miembro del personal en su descanso? -- Directo al grano. La mujer se giró, esperando ver a un ser humano sobre el que descargar su veneno, y se detuvo en seco, sorprendida por la idea de enfrentarse a un robot. Empezó a hablar y luego se interrumpió, antes de tomarse un segundo para serenarse.

-- Esta empleada -- y arrugó la nariz ante la palabra -- acaba de negarse a acompañar a mis hijos a los recreativos -- resopló. Freddy te miró ahora que la mujer te daba la espalda, con los ojos entornados, y tú te tomaste rápidamente un momento para secarte los ojos y recuperar el aliento. No habías llegado al borde de un ataque de pánico, pero habías estado cerca.

-- Eso es porque está en su descanso, y aunque no lo estuviera, cuidar de tus hijos no es su trabajo. -- Volviendo a dirigirse a ella, cualquier tipo de suavidad que le había mostrado se había desvanecido. Estaba siendo perfectamente educado, utilizando un tono práctico, pero se notaba por su brusquedad que estaba enfadado.

-- ¡Pero está claro que no estaban haciendo nada! -- protestó la mujer y, si Freddy hubiera podido poner los ojos en blanco, sabías que lo habría hecho. Él sabía tan bien como tú que habías estado caminando de camino a por tu almuerzo.

-- Permítame recordarle (y había una amenaza puntiaguda definida detrás de la cortesía en su voz) que los padres no deben dejar a niños menores de 13 años desatendidos en el Pizzaplex. Cualquier tutor que sea sorprendido haciéndolo será procesado por abandono de menores y se le pedirá que se marche. Estaba en la renuncia de entrada que usted firmó. -- Definitivamente, sus hijos no tenían más de 10 años, y aunque te costaba creer que lo que Freddy decía fuera en realidad una cláusula completamente legal (o incluso que estuviera en las normas del establecimiento), sabías a ciencia cierta que la mujer había firmado la renuncia de entrada al Pizzaplex sin leerla.

Ella también lo sabía y se quedó paralizada. Luego, sin mirarte ni un segundo, se dio la vuelta y se llevó a sus hijos, murmurando que "la gente no entiende lo duro que es ser madre de dos niños" y que "no podía tener un momento para ella sola".

En cuanto se marchó, Freddy volvió a su habitual actitud reconfortante, te cogió de la mano y te guió fuera del atrio principal sin decir una palabra. En cuanto salisteis de la vista del público, le apretaste la mano y él se volvió hacia ti.

-- ¿Estás bien? -- Te cogió por los hombros y te miró con preocupación. Asentiste con la cabeza, aunque ahora que la situación había pasado te hundiste ligeramente, el cansancio asomaba ahora que el pánico había desaparecido.

-- Sí, estoy bien -- suspiraste -- debería haber sabido que no debía acercarme a ella cuando ya todo el mundo se quejaba de cómo hablaba con la gente.

-- Eso no es culpa tuya -- te amonestó, aunque no había dureza detrás. Te abrazó y sus brazos te ayudaron a volver a la normalidad. Esperó a que estuvieras lista para retirarse, y si tardó más de lo "normal" en hacerlo, no te quejaste. Pronto volviste a ser la de siempre y pudiste bromear.

-- Sabes, su cara, cuando vio que eras tú quien le hablaba, no tuvo precio -- sonreíste, aunque aún estabas débil. -- Apuesto a que nunca esperó que iba a ser regañada por el mismísimo Freddy Fazbear.

Freddy se rió, un sonido tímido incluso con su confianza.

-- No me gusta regañar a los clientes, pero se lo merecía. -- Te zafaste de sus brazos, te sacudiste y viste tu cara en un cristal cercano. Aunque aún tenías los ojos enrojecidos, habías conseguido contener bastante bien las lágrimas y no parecías tan conmocionada.

-- Sí, lo hizo.

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• Historia NO original mía, es la traducción de una historia procedente de TUMBLR.

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