« Tuve la sensación de conocerte no por mi cuerpo, o el tuyo, si no porque mi alma estaba buscando a la tuya durante todo este tiempo, a través de tantos seres vivos diferentes, de vidas que no recuerdo. E incluso si ahora no recuerdo, el amor que s...
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Llegando al hermoso castillo, el viento costero revolvió sus cabellos ondulados, la mirada pueril, las ropas sencillas. Con firmes columnas que retrataban a etéreos ángeles en búsqueda de su Dios, el cielo de la mañana bordeando la estructura de manera bella y simétrica, pomposa: el castillo en su tiempo fue símbolo de reginalidad, y se notaba en la estética indudablemente femenina de su poderío en mármol, piedra caliza y amplias ventanas del cristal más puro y transparente posible. Los jardines, el pabellón añadido a un costado, los conejos que saltaban domesticados y cómodos a la luz del sol, todo era el sueño de cualquier persona que desease la calma, la belleza y la sofisticación de un ostento en oro y diamante.
Al entrar a dicho castillo, escuchando atento el silencio que invadía el sitio, el joven hombre se deleitó con el interior lleno de arte; el gusto exquisito de un artista barroco era lo que decoraba las paredes, con esos cuadros enormes que contaban historias de viajeros en busca del wanderlust que se les perdió en el camino, de humanos enamorándose, de la naturaleza siendo más fuerte y poderosa que el hombre. La tenue y tranquila iluminación y el sonido casi imperceptible de sus pasos sobre la alfombra blanca y suave, similar al satín, convencieron al joven de que ese lugar era un paraíso hecho realidad.
La secretaria lo recibió con una reverencia nerviosa y emocionada, los botones que lo atendieron saludaron de la misma forma, todos lucían brillantes de la más alegre ansiedad posible, admirando la postura simple y el fulgor melancólico en los ojos del joven. No le gustaba ser tratado con tanta algarabía, tanta reverencia y cuidado, como si fuera un Lord o un príncipe de tierras lejanas. Se consideraba al mismo nivel que todos los seres vivos, humanos, animales, incluso flora. Era, la verdad, muy incómodo que lo dirigieran hacia su habitación y se preocupasen de estar todo tiempo detrás suyo, tratándolo de 'usted' como si él no fuera claramente el menor en la situación.
─── Es un honor recibir a un artista de su nivel en nuestras instalaciones, señor Jeon. ─── lo reverenciaba uno de los botones al abrir la puerta de la habitación que le correspondía. El otro dejó la maleta del artista a un lado de la cama e indicó la presencia de los aparatos electrónicos con las manos temblorosas. Sirvió un vaso de agua con hierbas y hielo para el huésped, e hizo otra reverencia.─── Esperamos que disfrute de la infraestructura, la decoración y la zona del museo que de seguro será visitada pronto por usted.
Incómodo, el joven le sonrió e hizo una reverencia de vuelta.─── Gracias, no es necesaria tanta parafernalia.
─── Merece que lo traten como a un rey, señor Jeon; pocos artistas han logrado ser admirados por un público tan amplio durante la era digital. Nosotros somos admiradores de su trabajo y del aporte cultural que le ha dado a Corea del Sur. Que regrese a visitar sus tierras de origen es un honor no sólo para el Gobierno, si no que para nosotros como ciudadanos. Por favor, permítanos tratarle con todos los cuidados dignos de una eminencia política.
Aún pensaba en esas palabras cuando caminaba por los pasillos del lugar, admirando las altas paredes con hermosos tapices verdes, los cuadros y estatuas que mantenían el brillo de un blanco mármol, como si hubieran sido pintadas como tal. El joven artista sabía suficiente de la historia del arte como para darse cuenta de que al menos dos estilos diferentes estaban convergiendo ahí, sobre todo con las plantas escalando en sus respectivas macetas, alineadas a lo largo de los pasillos. El silencio de la mañana era tan reconfortante que el joven no podía evitar intentar aprovecharlo antes de encerrarse en su habitación a dormir y descansar del arduo viaje que recorrió.
