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Sintió que el calor a su lado desaparecía con la presión móvil de la cama. Sus ojos se abrieron perezosamente, aún tenía sueño pero su cerebro ya se había despertado. Aún estaba oscuro; ninguna persona normal estaría despierta a estas horas.

"Ni siquiera ha amanecido". Susurró dándose la vuelta viéndole intentar despertarse a su lado. Sus piernas se balancearon sobre la cama y se sentó mirando al suelo durante unos instantes. Un ritual para él, ella no sabía cómo esto le ayudaba a despertarse, pero a él le funcionaba.

"Tengo un trabajo que hacer". Le susurró y ella sintió que su presencia la abandonaba por completo. Volvió a dormirse sólo un momento antes de sentirle de nuevo en la cama. Levantó la vista y se encontró con un beso, un beso de buenos días y un beso de adiós, todo en uno.

Ella se queda un momento; dejando que la oscuridad se desvanezca mientras sus ojos se adaptan a la falta de luz. El sol aún no ha salido por su ventana, pero parece que no puede volver a su tranquilo sueño de antaño. Especialmente con el espacio a su lado ahora vacío y frío. Se levantó y se puso la bata. Sus pies recorrieron la casa, ahora podía caminar por ella con los ojos cerrados, sin necesidad de encender ninguna luz.

El gran apartamento es muy silencioso a esta hora, a veces incluso la sorprendía. Al amanecer habría suficiente ruido como para enfadar a los vecinos, pero ahora mismo ella parecía la única en el mundo. Caminó por el pasillo y entró en la puerta. Miró hacia el cuerpo dormido, sin corazón para despertarlos. Pronto se levantarían sin sentido en su pequeño cerebro para dejarla descansar de nuevo; necesitaba saborear estos momentos de tranquilidad. Eran raros.

Se acercó a la cocina, el té le sonaba bien a su cuerpo aún perezoso. Se acercó a su estufa; la ayudaría a despertarse y a la vez la relajaría como siempre lo había hecho. Se sentó a la mesa con su nueva taza de té caliente; sopló sobre ella para dejarla enfriar. Sus ojos captaron el brillo plateado de su mano izquierda.

Todas sus amigas que habían hecho el mismo viaje llevaban grandes diamantes en las pulseras. La suya, sin embargo, no tenía ningún diamante, sólo una banda de plata. No le importaba, ¿por qué mentir a todo el mundo diciendo que alguna vez había estado prometida? Todos sabían que ese no era su caso.

Los fríos días de diciembre hacían que sus mejillas se sonrojaran por el frío y que las puntas de sus dedos se pusieran ligeramente espinosas por la falta de guantes. Hinata hizo todo lo posible por no correr calle abajo. No había razón para correr; él iba a esperarla. Pero aun así, su corazón no pudo evitar llevar sus pies un poco más rápido de lo necesario. Dobló esquinas y casi chocó con la gente mientras se dirigía a la tienda de ramen. Nunca le había gustado el ramen, pero no le importaba.

"¡Naruto!" Llamó cuando estaba a un metro y medio de él. El chico rubio de diecisiete años levantó la vista y sonrió alegremente. Tal como había prometido, la había esperado. No había ante él ningún cuenco humeante de ramen como solía haber en la tienda de ramen. Esto, ella lo sabía, tenía que suponer una gran fortaleza para el chico. Esperar tanto tiempo como él y no comer nada en su restaurante favorito, era como colgar caramelos delante de un niño goloso.

Cuando ella se acercó corriendo, él no la saludó ni le dio un abrazo. La envolvió en un beso mágico de película. Era raro que su novio desde hacía un año mostrara tan grandes gestos de afecto en público. Pero ella no se quejaba de que le encantaban cuando hacían su aparición.

"Feliz cumpleaños". Dijo él cuando la separó de ese beso; a ella le flaquearon las rodillas y su cerebro pareció detenerse durante un minuto. Tuvo que procesar lentamente las palabras en su cerebro.

Cumpleaños... sí su cumpleaños... hoy... por eso estaba aquí.

"Gracias". Dijo aún en su estado de felicidad. Él la ayudó a sentarse. Naruto no tenía mucho dinero, lo cual era sorprendente con la cantidad de misiones a las que iba y que superaba. Sin embargo, Hinata sabía que aunque siempre parecía tener lo justo en su ranita, tenía un buen fajo guardado en su cuenta de ahorros. A pesar de lo que todos pensaban, era una persona muy tacaña. Ahorraba para ese día lluvioso, hoy parecía tener un poco más de lo habitual pero aún así lo justo para comprarle ramen y un regalo en su cumpleaños.

Naruto - Un Regalo Inesperado ✔️Where stories live. Discover now