KYUNGSOO
El humo de la pipa de Gran Myah siempre me atragantaba. Podía manejar un cigarrillo, pero había algo en el olor del humo de la pipa que me recordaba a la prisión ya algunas de las personas que más odiaba allí.
-¿Qué necesitas, cariño? -Ella preguntó.
-Solo quiero más información sobre Choi Woo Shik. -Me mordí el labio. -Y mientras estamos en eso, Kim Woo Jin. Sé que ha estado aquí.
Hizo clic en su computadora.
-Sí, tengo a los dos hombres aquí. Woo Shik dejó de venir hace unos meses, probablemente cuando se dio cuenta de quién era el dueño -Dijo, mirándome por encima de las gafas. -En cuanto a Woo Jin, bueno, estuvo aquí hace unas noches.
Me puse rígido.
-¿Qué?
-Sí, gravitó hacia Sweetie. Me quedé un rato, pago y se fue tranquilamente. Aunque borracho como un zorrillo. Casi saco su trasero a la calle, pero ya conoces a Sweetie. Ella dijo que podía manejarlo.
Gruñí.
-Sí, ella puede manejar casi cualquier cosa. -Me desplomé en mi silla. -Maldita sea, me encantaría alguna información sobre Woo Shik. ¿Con quién estuvo más?
Revisó sus archivos.
-Jasper, pero no ha vuelto por un tiempo.
Levanté una ceja.
-No pensé que eso era motivo de preocupación, ¿eh?
-No. -Dijo tajantemente. -Ya sabes cómo es por aquí. La gente va y viene como si hubiera puertas giratorias en cada pasillo. Esa es la naturaleza del negocio. Soy la niñera, pero no soy una acosadora.
Gemí mientras me tragaba mi irritación.
-¿Tienes una dirección de él? ¿O un número de teléfono?
-Ambos. -Escribió todo antes de pasarme el papel. -¿Vas a vigilarlo?
-Podría. -Dije. -Sin promesas.
-Ahora, ¿por qué iba a esperar que cumplieras tus promesas?
-¡Ves! -Sonreí -Me conoces tan bien.
Ella sacudió su cabeza.
-¿Por qué estás de ese humor?
-Estoy bien.
-Tonterías. -Dijo ella. -Puedo verlo en tu cara. Siempre tratas de actuar como si fueras tan relajado cuando eres un maldito desastre.
Resoplé.
-No soy un desastre.
-Mentira.
-¿Quieres dejar de decir tonterías? -Levanté las manos. -¿Todo el mundo es un maldito psicólogo en estos días o qué?
-¿O simplemente eres consciente de que estás jodido?
-Tienes suerte de que no estrangule a las ancianas. -Dije.
-Le daré gracias a Dios esta noche antes de acostarme. -Ella sonrió. -Esa cosita contigo... ¿tiene algo que ver con tu mal humor?
Me encogí de hombros.
-No. -Sí.
-Ah, lo que tú digas. -Sus ojos brillaron. -Él es muy apuesto.
-No lo sabría.
-Oh, ¿no tienes ojos ahora?
Gemí de nuevo.
-¿Por qué vengo aquí? Es como si mi mamá todavía estuviera viva.