AULLIDO

XIII

"Dos nuevos enfrentamientos con armas de fuego se han producido en las últimas horas de la esta tarde y se suman al lamentable saldo con el que finalizamos esta semana. A eso de las seis y cuarenta y cinco minutos nos reportan los primeros avisos a la policía que no tardó en hacerse presente en el lugar de los hechos.

De acuerdo con antecedente que serán parte de materia investigativa los próximos días, el primero de los lamentables hechos no habría sido más que otra rencilla entre miembros de bandas rivales en un barrio al Este del centro de Kingdem City, sin embargo, el segundo se habrían perpetrado mientras la policía detenía a los dos pandilleros, cuando, sorpresivamente, un vecino sacó su arma y disparó contra uno de los mismos por razones que aún no han logrado esclarecerse.

De momento, podemos confirmar el deceso del sujeto en cuestión, un joven de veinte años, mientras el otro, un adolescente de dieciocho años, junto al vecino, hombre de cuarenta y cinco, reportado como segundo tirador, han sido detenidos y están a disposición de la justicia sin heridas de gravedad.

Esto marca un nuevo precedente en cuanto a la escalada de violencia que hemos experimentado en la ciudad.

Manténgase en sintonía, estaremos a la espera de actualizaciones."

Corbin apagó la estación.

La presión en su pecho comenzó a disminuir de forma palpable.

Se dejó pesadamente caer en el asiento apenas frente al buffet. Miró sin mirar a donde reposaba la pequeña radio comprada hace poco más de un mes.

En principio no consideró importante tener una. Siendo una persona recelosa de las nuevas tendencias musicales, ufana de amar figuras de antaño, y a quien su trabajo obligaba a pasar demasiadas horas prestándole atención a la contingencia, no creyó querer una como tampoco quería una televisión, por más que el mundo parecía depender cada vez más de ella.

La historia de cómo llegó a adquirir la dichosa radio resulta cuanto mucho menos, inusual.

De camino al trabajo, una mañana, los hechos que llevaba meses escuchando como relatos lejanos, se presentaron a menos de dos cuadras de sí, en el centro. Apenas si alcanzó a atender a tiempo el llamado de un locatario que con urgencia le indicaba que entrara, junto a otra mujer, y bajaba con prisa la cortina. Pasaron toda la balacera en el depósito trasero del lugar y nunca se sintió más cerca del infierno.

Sentados en el suelo, temerosos de hablar, esperaron. A bajo volumen, el locutor de una emisora les hablaba a través de un viejo modelo de 1959, informando hasta que un parte policial dió nuevamente seguro el perímetro y lo que pareció una eternidad, se acabó.

Lo último que escuchó del hombre detrás de radial fueron las descripciones de los heridos y, antes de poder predecirlo, una ráfaga de adrenalina emergió y arremolinó su pecho hasta que ninguna de las dadas coincidió con ella y se sintió aliviar.

Ni siquiera se había dado cuenta hasta que su cuerpo hizo patente que estaba pensando en su persona.

Compró entonces una pequeña radio que escuchaba antes de dormir, con la felicidad de que ninguna persona con las características tan llamativas de la transformista que amaba estaba entre los heridos o muertos.

Ahora que no sabían nada el uno del otro esta era su forma de mantenerse presente, de menguar sus preocupaciones. Su secreta forma de contacto.

Así es, ahora que ambos habían desaparecido de la vida del otro.

La primavera emergió desde las profundidades de los suelos con impasible paso un día cualquiera que sin duda no fue el veintiuno.

Llevó a los pistilos a mostrarse, a los insectos a migrar de aquí para allá, a las ramas de los árboles a volver a rezumar entre aleteos cuando la brisa así lo quería. Ese frío que alguna vez pareció eternizarse como en aquella famosísima canción de los Beatles que esperanzada llamaba al sol, simplemente desapareció. Dejó eso sí al viento, viejo amigo estacionario, levantando polvo y semillas caídas que fertilizarían otras tierras.