Solo por esta noche

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Pablo Pov

—Bienvenida a mi humilde hogar—le dije a Isabella, invitándola a pasar primero.

—Es muy bonita—comentó mientras observaba el lugar con atención.

—Agradezco el cumplido—respondí con una sonrisa.

—¡Qué lástima que no pueda decir lo mismo del dueño!—bromeó con una sonrisa traviesa.

—No me ofendes en lo más mínimo, guapa. Ya caerás bajo mi encanto—repliqué con una risa juguetona.

Ella rodó los ojos con diversión mientras mi perrita, Lisa, se lanzaba sobre ella.

—¿Y quién es esta cosita tan bonita de aquí?—preguntó Isabella, cogiendo a Lisa y acariciándola con ternura.

Nunca imaginé ver esa parte de ella. Tan pronto como vio a mi perrita, su rostro cambió, al igual que su actitud.

—Se llama Lisa—respondí con una sonrisa, observando cómo Isabella continuaba acariciando a la cachorra.

—¿Cuánto tiempo tiene? Parece muy pequeña—inquirió con curiosidad.

—Tiene un mes y medio—contesté.

—¡Qué perrita más mona, por favor!—exclamó Isabella mientras seguía mimando a Lisa y dándole besitos.

Nunca antes había deseado tanto ser un perro. Creo que estaba celoso de mi propia perra.

—Oye, yo también quiero mimos—le dije con una sonrisa, uniéndome para acariciar a Lisa junto con Isabella.

En un momento, mi mano rozó la suya y noté cómo se puso nerviosa. La retiró rápidamente, como si el contacto fuera una chispa que la hiciera retroceder.

—Ya me podrías tratar a mí la mitad de bien que tratas a mi perra—comenté en tono ligero, intentando romper la tensión con un poco de humor.

Isabella sonrió nerviosamente, pero no dijo nada. Parecía incómoda con mi observación, y eso solo aumentó mi confusión sobre sus reacciones.

¿Porque se ponía tan nerviosa a mi alrededor?

Decidí no insistir, no quería hacerla sentir incómoda. Aprovecharía esta tarde para cambiar por completo su opinión sobre mí.

—Bueno, ponte cómoda. No creo que quieras seguir con esos vaqueros. Si quieres, te dejo algo de mi ropa—ofrecí, tratando de hacerla sentir más relajada.

Isabella pareció considerarlo por un momento, mirando dudosa los vaqueros que llevaba puestos.

Finalmente, con una sonrisa, aceptó mi oferta.

—La verdad es que me harías un favor, ¡estos vaqueros son súper apretados!—exclamó.

—Vamos a mi armario, a ver qué encuentro para ti—le dije, guiándola hacia la habitación.

Al entrar en mi habitación, busqué entre mi ropa algo que pudiera prestarle a Isabella, mientras ella esperaba sentada en mi cama, observando con curiosidad los objetos a su alrededor.

De repente, noté su cálido aliento cerca de mi cuello y me puse nervioso. ¿Cuándo se había acercado tanto?

—Un momento—dijo con tono de sorpresa.—¿Esa no es mi cara?—preguntó, señalando una camiseta.

Miré la camiseta avergonzado. Mierda, me había pillado.

—¿Tienes una camiseta con mi cara? Qué miedo, Pablo—comentó, mezclando incredulidad y diversión en su voz.

BAD REPUTATION // Pablo GaviOù les histoires vivent. Découvrez maintenant